“El signo sacramental de esta nueva alianza es la eucaristía”

Testimonió el obispo Fernández este sábado en la Catedral San Rafael durante la fiesta del Corpus Christi de manera virtual. Al respecto, reflexionó: “Qué lástima que tengamos que permanecer aislados y encerrados, y no poder realizar una de las manifestaciones más humanas y profundas de la religiosidad de un pueblo”.

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Por Emilio Grande (h.).- El obispo de la diócesis de Rafaela Luis Alberto Fernández presidió este sábado la misa de la solemnidad del santísimo cuerpo y sangre de Cristo en la capilla de la Catedral San Rafael, que fue transmitida por las redes sociales Instagram y Facebook debido a las restricciones gubernamentales imperantes, siendo concelebrada por los sacerdotes Alejandro Mugna (párroco) y Ariel Botto (vicario). Este domingo será retransmitida a las 8:00 horas por radio San Patricio (FM 102,3), a las 11:00 por Cablevisión y a las 19:00 por Next TV. A continuación se comparte la homilía:
Aunque sea a través de las redes sociales y medios de comunicación, sabernos y sentirnos el pueblo de Dios, que una vez más quiere y se compromete, “hacer presente, realizar en la historia”, la “Alianza” con Dios.
Es Él, el que nos vuelve a “convocar” como Iglesia, como lo hizo hace miles de años con Moisés portador que comunicó las palabras de Dios a la gente, “…y el pueblo respondió a una sola voz: ´Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor´”.
Hoy no estamos haciendo “memoria”, simplemente con el recuerdo, como trayendo pensamientos al presente, sino que hoy estamos “actualizando” esa Alianza.
Esta vivencia de la relación con Dios bajo la categoría de una alianza o pacto es una originalidad propia de Israel. Nos lo explica bien un hijo de este pueblo, A. Neher: “La dimensión íntima del tiempo bíblico es la alianza. Todo lleva hacia ella y todo deriva de ella. La concepción de una alianza entre Dios y los hombres, y no una mera relación entre ellos, es la contribución más original del pensamiento hebreo a la historia religiosa de la humanidad. Con ella se transforma por completo la sensación humana de lo divino, ya que surge en el hombre una opción que ninguna otra revelación divina ha podido proponer; no se trata de religión, ni de veneración, ni de culto, sino de amor. Que la vocación del hombre consista en amar a Dios, ése es el secreto que manifiesta la alianza a todos los que se adherían a ella”.
Que maravilloso cuando aprendimos en la historia de los pueblos, que en los años fundantes y hasta hoy en día los habitantes de la primitiva ciudad de Buenos Aires, en la fiesta del Corpus Christi paseaban el Corpus por las calles de la ciudad con los rezos y algarabías de todos los habitantes, fundamentalmente cuando había tiempos difíciles o de grandes pandemias y enfermedades expresando quien era El verdadero y único Señor de la ciudad naciente. La Argentinidad nació con esta identidad fundante de religiosidad de la alianza con Dio, y no por algo nuestra Constitución Nacional en su primer artículo menciona expresamente a Dios como fuente de razón y de justicia.
Qué lástima estos días, que como el año pasado, tengamos que permanecer aislados y encerrados por motivo del Covid y no poder realizar una de las manifestaciones más humanas y profundas de la religiosidad de un pueblo, como es la alianza con Dios, y llama la atención cuando hay varias actividades y funcionalidades, que no dudamos puedan ser esenciales, pero que también hay que escuchar mucho a la gente, y en especial a los sacerdotes y pastores, que están muy cerca del pueblo, las necesidades más que esenciales, que hoy tiene el corazón humano de la Patria, su comunicación con Dios, es decir, rezar y saberse consolado, ante tantas muertes y contagios, por Aquél que sigue siendo el Señor de la vida y de la historia, “fuente de razón y justicia”.
Dios ha querido hacer alianza con su pueblo Israel, primero; y luego que ésta se rompió, quiso establecer una “nueva alianza”, pero ahora con todos, sin excluir a nadie, mujeres y hombres por medio de Jesucristo. Y el signo sacramental de esta nueva alianza es la eucaristía, la santa misa que celebramos cada domingo, y es central para nuestra vida, este signo sacramental que actualiza en todas las Iglesias el culto agradable al Padre, el sacrificio de la cruz de su Hijo, con su muerte y resurrección, haciéndose salvación para toda la humanidad.
Esta nueva alianza hace tan cercano a Dios (“Qué pueblo o nación ha tenido a sus dioses tan cercanos”, dice la Escritura) que hasta se hace comunión con nosotros, por eso podemos decir con el apóstol san Pablo: “ya no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí”. Dios se hizo hombre, para que el hombre se divinizara, haciéndose también presencia de Cristo y reconocerlo en los hermanos, fundamentalmente en los más pobres y necesitados. Por eso cada misa es pan que se parte y comparte con el hermano.
La misa de cada domingo nos pone tan fuertemente en la presencia de Dios, que es El, el que se hace presente no solo en la persona del ministro sacerdotal, sino también en la comunidad, presente sobre todo en su Palabra, porque es Cristo el que nos habla, presente fundamentalmente en el pan y el vino, que se convierten en su cuerpo y en su sangre, entregada en sacrificio culto agradable al Padre por amor a toda la humanidad.
Ante tanto dolor de las familias, sacrificio y muerte hoy de hermanos por la pandemia, sale a nuestro encuentro una vez más esta alianza nueva de Dios, que en Jesús muerto y resucitado, presente en el pan y vino de la hostia consagrada y del cáliz bendecido, presencia que consuela y anima, llena de esperanza y conforta, escucha y acompaña, asumiendo nuestros pecados y angustias, ofreciéndose al tomar nuestro lugar dolido y nos ruega que seamos fieles a la alianza que hicimos con El desde nuestro bautismo.
Nos ayude la Virgen a responder como ella con su sí a Dios y sin vueltas, y responder como aquel pueblo hace miles de años en aquella primera Alianza junto a Moisés: “Estamos dispuestos y decididos a poner en práctica obedeciendo, todo lo que el Señor nos ha dicho”. Amén.

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