Lectoescritura: comunidades orales de construcción del conocimiento

Adaptación del trabajo presentado en las Jornadas de Jóvenes Investigadores de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo, Curitiba, Brasil, setiembre de 2004.

Por Lic. Analía Guadalupe Adorni

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Leer y escribir constituyen herramientas de la conciencia. Si bien nuestras sociedades han desarrollado el uso de la lectoescritura al modo de considerarlo natural, las comunidades que por diversas razones no acceden al conocimiento de la misma, utilizan formas diversas de comunicación y expresión. No obstante el avance vertiginoso de los medios electrónicos de la información, grandes masas de población en nuestro continente, aún no tienen conocimiento de esta poderosa herramienta para la comunicación humana. A pesar de la expansión de la informática y el uso generalizado de los ordenadores, el acceso al libro continúa siendo un privilegio de pocos. Las líneas que siguen son el fruto de un trabajo presentado en un encuentro de Jóvenes Investigadores realizado en la ciudad de Curitiba en el año 2004. Si bien se trata de un trabajo de metodología bibliográfica, el debate que generó vino de la mano de la necesidad de alfabetización de amplias comunidades de ese país que por distintas razones no gozan del derecho a la educación, o al menos no están insertas en el sistema educativo formal. Las personas que no saben leer y escribir desarrollan formas diversas, estrategias y habilidades de memorizacion, conservación y transmisión de sus saberes. En estas líneas, a través de un estudio de caso de la literatura, se trata de visualizar cómo opera el pensamiento en una comunidad oral primaria.

El caso de los poemas homéricos

Numerosos investigadores que se encontraban analizando los versos de la Illíada y la Odisea, se cuestionaron acerca del carácter escrito de estos poemas, e incluso pusieron en entredicho el hecho de que un hombre llamado Homero haya existido. Los poemas “homéricos” se parecían más a un conjunto de expresiones de diversos rapsodas, poetas y narradores, que a la creación individual y escrita por un solo hombre. El filósofo italiano Giambattista Vico, creyó que no había existido ningún Homero, sino que las epopeyas homéricas de algún modo representaban las creaciones de todo un pueblo. Wood opinaba que Homero no sabía leer, y que el desarrollo de la memoria fue lo que le permitió producir esa poseía. Para este autor, la memoria desempeñó un papel bastante diferente en las culturas orales, del que tuvo luego en las letradas. Resulta probable que el mundo de Homero jamás haya asistido al conocimiento de la escritura. Rousseau considera como un problema el mensaje sobre un díptico que, en el canto VI de la Illíada, Belerofonte llevó al Rey de Licia. Pero no hay evidencia de que los “signos” sobre el díptico, que pedían la ejecución del propio Belerofonte, formasen una verdadera escritura; se emparentan más a una especie de ideogramas toscos, antes que a un verdadero sistema de signos (Ong, 1982: 27).

Composición en hexámetro y estructuración formularia del discurso

Los descubrimientos de Milman Parry revelaron la composición en hexámentro del verso Homérico, y la dependencia (en la selección de palabras y las formas de las palabras), de la extensión métrica (Ong, 1982).
Según estos estudios, los poetas de la tradición oral disponían de una serie de locuciones hexametradas, a partir de las cuales eran capaces de producir interminablemente versos métricos y precisos, que podían adaptar a diversas situaciones y al contexto de enunciación del discurso: “la mayoría de las palabras de la Illíada y la Odisea se presentan como parte de fórmulas identificables” (Ong, 1982: 63). Algunos de los aspectos que Parry puso en evidencia, ya habían sido advertidos anteriormente por otros autores. Arnld Van Gennep había advertido sobre la estructuración formularia de la poesía en las culturas orales de la época moderna, y M. Murko había reconocido la ausencia de una memoria exacta, palabra por palabra, en la poesía de las culturas orales (Ong, 1982). Marcel Jousse estableció una diferencia clara entre la producción oral en tales culturas y toda composición escrita. Este autor había llamado verbomoteur a las culturas orales y a las estructuras de personalidad que éstas provocan. Düntzer observó que los epítetos homéricos aplicados al vino eran todos métricamente distintos, y que el uso de un epíteto dado no estaba determinado tanto por su significado preciso como por las necesidades métricas del pasaje en el cual aparecía (Ong, 1982).

Oralidad y escritura en la cultura occidental:

Desde la antropología evolucionista, las culturas que no poseen conocimiento de la escritura han sido consideradas, a menudo, primitivas, salvajes, “prelógicas” o faltas de toda lógica. Lévy Bruhl (1923) consideraba que el pensamiento “primitivo” de bases orales era “prelógico” y mágico (cito en Ong, 1982). Para Goody (1985), los filósofos describen este proceso como la “emergencia” de la racionalidad desde la irracionalidad (Wilson, 1970), o del pensamiento lógico-empírico desde el mitopoético (Cassirer, 1944) o de los procedimientos lógicos desde los prelógicos (Lévy-Bruhl, 1910). En todos los casos, según el autor, se trata de oponer un tipo de sociedad a otra, es decir, de establecer una oposición binaria entre “nuestro” tipo de sociedad y “una que fuera de otra manera”. Como vemos, sin embargo, las comunidades que no poseen escritura demostraron poseer sistemas de conocimiento a partir de los cuales construyen, conservan y transmiten sus saberes, basados en la oralidad del lenguaje. No obstante, aquí consideramos que el trabajo a través de la palabra escrita constituye una herramienta fundamental para el desarrollo de las personas. Sería importante reconocer estas “otras” formas de comunicación y expresión, para, a partir de allí, posibilitar el desarrollo a través del lenguaje escrito.

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