El problema ahora es la desconfianza

Los Kirchner confunden muchas cosas porque a nadie consultan. Zamarrearon al embajador norteamericano y a empresas norteamericanas creyendo que con Barack Obama llegará la revolución a Washington y que, por lo tanto, todo es posible en la actual transición norteamericana. El prestigioso analista Moisés Naim acaba de describir al gobierno designado de Obama como de centroderecha.

Por Joaquín Morales Solá (Buenos Aires)

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Confianza. Eso es lo que falta aquí y allá. El gobierno de los Kirchner mostró en los últimos días que aún está en condiciones de reaccionar ante la adversidad, pero su problema consiste en que ni los argentinos ni los extranjeros le tienen fe. Huérfana de liderazgo político y económico, la Argentina reconoce conflictos con sus gobernantes, pero se enfrenta, al mismo tiempo, con la impotencia de los líderes opositores. Este es el principal trauma de una sociedad que está entrando, como casi todo el mundo, en el oscuro corredor de la recesión, la escasez y el descontento social.

Una encuesta nacional de la empresa Analogías, que circuló en un reducido círculo de funcionarios, indica que Néstor Kirchner cuenta hoy con sólo el 6 por ciento de intención de votos; Cristina Kirchner lo supera con un módico 9 por ciento. Una tragedia política se deduce de esos números. El matrimonio presidencial contaba, hace apenas un año, con índices de simpatía social que rondaban el 70 por ciento y la Presidenta había ganado las elecciones presidenciales con más del 45 por ciento de los votos. Nadie dilapidó tanto capital político en tan poco tiempo.

Sin embargo, la iniciativa política sigue siendo de ellos, guste o no. El Congreso ha vuelto a votarle casi todas las leyes que el Gobierno envió desde la derrota de la resolución sobre las retenciones. El precio de algunas conciencias es muy barato, pero ahí está el kirchnerismo ofreciendo cargos partidarios y obras públicas con la precisión de los cirujanos. La oposición no kirchnerista preparó una solicitada corta, incisiva y fulminante sobre el lavado de dineros mediante el blanqueo. Era una advertencia de que esos dineros serían investigados bajo cualquier gobierno que no fuera el de los Kirchner.

La intención era que la firmaran todos los que tienen muchas o pocas posibilidades de ser presidentes de la Argentina, sin importar su procedencia política. No funcionó. Elisa Carrió no quiso firmar al lado de Adolfo Rodríguez Saá y de Juan Carlos Romero. Romero nunca contestó. López Murphy pidió una crítica a la política desastrosa de toda la gestión de Kirchner. Roberto Lavagna no podía firmar sin autoinculparse. Julio Cobos adujo, con razón en este caso, que su rol institucional se lo impedía. Mauricio Macri tampoco quiso aparecer con algunas de esas compañías. La espectacular solicitada que habían imaginado quedó convertida en un humilde blog bajo la responsabilidad de sólo tres: Felipe Solá, Juan Manuel de la Sota y Lavagna.

El propio Felipe ya no sabe si será candidato el próximo año en la provincia de Buenos Aires. Su asidua interlocutora Margarita Stolbizer decidió cerrar un acuerdo bonaerense con Carrió y con Cobos, que en principio deja afuera a Solá. Duhalde no pudo hacer nada para bajar las desmedidas ambiciones de Francisco de Narváez, que insiste con ningunear a Solá. No seré el candidato de una porción más , anticipó el ex gobernador. Kirchner no encontró una solución propia para Buenos Aires, donde las encuestas tampoco lo favorecen, pero sus críticos lo ayudan a disimular sus obstáculos y sus errores.

Todo vale, entonces. Romina Picolotti se fue porque se oponía al veto de Cristina a la protección de los glaciares. Hay intereses en la explotación del oro en esa drástica decisión presidencial. Los Kirchner tienen una vieja sensibilidad por el oro; ya crearon una empresa estatal en Santa Cruz destinada a la explotación de ese mineral. Hicieron trascender, con la frialdad característica de la dinastía gobernante, que despidieron a la funcionaria porque tenía una causa avanzada por presuntos hechos de corrupción.

Picolotti fue una mala funcionaria que despilfarró dinero en cosas inexplicables. Sin embargo, es un absurdo de cabo a rabo que ella se haya ido por una causa judicial cuando Ricardo Jaime, que tiene 25 causas penales por eventuales actos inmorales, retiene las funciones y un inmenso poder. Jaime es el confidente, el operador fiel y el dueño de muchos secretos de Néstor Kirchner. La única conclusión es que los Kirchner cuentan todavía, aun en medio del derrumbe político, con márgenes suficientes como para frecuentar la arbitrariedad.

Hasta las buenas intenciones de la administración resultan adversas. Promocionó fáciles y generosos créditos para el consumo de electrodomésticos, pero no instrumentó esas medidas. Las ventas se frenaron en seco porque todos esperan mejores precios y condiciones. Hay que ver todavía si se espera algo o si el freno llegó para quedarse. Esta duda comprende también la venta de automóviles y los anuncios de ayer. La confianza necesaria para decidir una compra no está, por más incentivos que haya. Después de tantos zigzags políticos e ideológicos del Gobierno, una amplia mayoría social cree en la veracidad de cualquier rumor sobre el matrimonio gobernante. ¿Para qué endeudarse, entonces?

Los líderes rurales no ingresaron en el Olimpo kirchnerista cuando se anunciaron las medidas contra la crisis. Débora Giorgi hizo su pacto de sangre con el matrimonio presidencial cuando descartó cualquier rebaja de las retenciones. Los Kirchner la desautorizaron cuatro días después, cuando dispusieron una insuficiente reducción de las retenciones al trigo y al maíz, pero reducción al fin. No fue ni una gota de agua en el desierto para el campo, mientras los tamberos están regalando los terneros porque les resulta más caro alimentarlos que venderlos más tarde. Esa es la realidad actual, dura y demoledora, del exuberante campo argentino.

¿Es mejor si se mira el exterior? Miguel Angel Moratinos y María Teresa Fernández de la Vega no pudieron con los Kirchner. El canciller español y la vicepresidenta del gobierno hispano hablaron, respectivamente, con Jorge Taiana y con Cristina Kirchner. Aspiraban a un acuerdo sobre el conflicto de Aerolíneas Argentinas, aun cuando los dos sabían, y saben, que ya no les sacarán la compañía a los Kirchner. El propio rey Juan Carlos está interesado también en una solución pacífica.

Cristina ordenó la exploración de un acuerdo después de esos inconfundibles mensajes. Abogados españoles llegaron desde Madrid para analizar varias alternativas, que iban desde dejar en manos de sus actuales dueños un pequeño porcentaje de acciones de las dos empresas, Aerolíneas y Austral, hasta la compra de 50 aviones adquiridos por Marsans para esas compañías. La negociación funcionó hasta el fin de semana último, cuando el matrimonio presidencial se encerró en El Calafate. Al regreso de ellos, los teléfonos se silenciaron y la negociación se enfrió. Aparentemente, Néstor Kirchner, enemigo declarado de esos empresarios, pudo influir más que los encopetados funcionarios españoles.

Diputados avanzó luego con la expropiación de la compañía aérea. El único problema que quedó sin resolver consiste en que la Presidenta deberá hacer una visita de Estado a Madrid en febrero próximo. En febrero está el invierno en Europa. El frío del clima podría contagiar la política y la visita presidencial. ¿Irá Cristina? ¿Les hará frente a semejantes pronósticos?

Los Kirchner confunden muchas cosas porque a nadie consultan. Zamarrearon al embajador norteamericano y a empresas norteamericanas creyendo que con Barack Obama llegará la revolución a Washington y que, por lo tanto, todo es posible en la actual transición norteamericana. El prestigioso analista Moisés Naim acaba de describir al gobierno designado de Obama como de centroderecha. Sea como fuere, en Washington ningún gobierno nuevo refunda la historia norteamericana; sólo trata de cambiar algunas cosas, de mejorarlas y de crear nuevas expectativas.

Para peor, el embajador Earl Anthony Wayne podría ser más influyente en el Washington de Obama que lo que fue en el de Bush. Tendrán que acostumbrarse. El mundo, sorpresivo, volátil y desdichado, no les da sosiego a los Kirchner.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 7 de diciembre de 2008.

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