El peor momento en décadas de la relación con Washington

El frontal choque se produjo en un momento inoportuno: justo Washington empezaba a flexibilizarse por la necesidad argentina de acordar su deuda en default con el Club de París. Washington arrastra, casi automáticamente, los votos de Japón y de Gran Bretaña en el organismo.

Por Joaquín Morales Solá

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Entre tantos desacuerdos de los últimos días, hubo una coincidencia que pasó inadvertida entre Buenos Aires y Washington: la relación entre los dos gobiernos atraviesa el peor momento de las últimas décadas. La calificación de “basural” con que la Presidenta se refirió en público al estrambótico caso Antonini Wilson sacudió fuertemente a los funcionarios de Bush. Cristina Kirchner no nombró a los Estados Unidos, pero aquellos funcionarios saben leer lo suficiente como para percibir exactamente lo que quiso decir.

Más importante que tal percepción es la comprobación de que los estadounidenses no se han equivocado. El gobierno argentino en pleno está, en efecto, convencido de que hubo una fenomenal conspiración de los servicios secretos norteamericanos para desestabilizar a Hugo Chávez y para replicarle a Cristina Kirchner, a sus acciones internacionales en las ceremonias de la asunción y a su discurso inaugural. El ex presidente Néstor Kirchner va más allá todavía y cree que la supuesta operación empezó en el mismo momento en que Antonini Wilson depositó su manirrota valija en el aeroparque de Buenos Aires. Las cosas están muy mal. No lo podemos negar, aceptó el viernes uno de los colaboradores más cercanos a la Presidenta.

Diplomáticos norteamericanos se esforzaban el viernes para reencauzar la relación en términos razonables. En esa corriente militaban el subsecretario para Asuntos Latinoamericanos, Tom Shannon, y el embajador en Buenos Aires, Earl Anthony Wayne. Somos diplomáticos y no descansaremos en nuestra misión, pero es difícil explicar aquí el término “basural” usado por la presidenta argentina , dijo en Washington un funcionario del Departamento de Estado.

La manifiesta frialdad argentina hacia el gobierno norteamericano cubrió también al propio Wayne, uno de los pocos embajadores extranjeros que tenían acceso directo a casi todos los despachos de la nomenclatura kirchnerista. Ahora, y hasta resolver el actual conflicto, el canciller Jorge Taiana será el único interlocutor oficial de Wayne. El Gobierno teme, en rigor, que algunos falsos influyentes de la administración argentina se metan en el medio y terminen embarrando las cosas más de lo que ya están. Taiana podría convocar a Wayne mañana o el martes para trasladarle una protesta, cuya forma y contenido se están discutiendo aún.

El frontal choque se produjo en un momento inoportuno: justo Washington empezaba a flexibilizarse por la necesidad argentina de acordar su deuda en default con el Club de París. Washington arrastra, casi automáticamente, los votos de Japón y de Gran Bretaña en el organismo. Varios proyectos tecnológicos, educativos y de inversiones estaban en marcha. Cristina Kirchner había deslizado, además, cierta inclinación por una relación más normal con Washington, aunque nunca sería excelente con Bush.

No hay ángeles en este mundo. Resulta obvio suponer, además, que el gobierno de Bush aprovechará siempre las oportunidades para exhibir las muchas debilidades de Chávez. El propio líder caraqueño se ocupó de sembrar ese rencor entre los norteamericanos. Pero tal universo de conspiraciones viene a ser la segunda cuestión.

El primer asunto alude, en cambio, a preguntas básicas que no se han respondido todavía: ¿qué hacía Antonini Wilson en el aeropuerto de Buenos Aires con una valija con 800.000 dólares dentro de un avión rentado por el gobierno argentino y rodeado sólo de funcionarios argentinos y venezolanos? ¿Cómo pudo sacar esos dólares en efectivo de un país como Venezuela, donde rige un estricto control de cambios? ¿Por qué el vicepresidente de la petrolera estatal Pdvsa, administrada personalmente por Chávez, pidió que Antonini Wilson subiera al avión?

Si la conspiración existió desde el principio, entonces estaríamos ante una extraordinaria y perfecta maquinación de la inteligencia norteamericana frente a dos gobiernos latinoamericanos ingenuos y cándidos. Antonini Wilson no sólo llegó a Buenos Aires de la mano de varios funcionarios de Pdvsa; también contó aquí hasta último momento con la protección de diplomáticos venezolanos que lo ayudaron a salir del país.

Con personajes como Antonini Wilson y como el argentino Claudio Uberti, el camino más probable para cualquier gobierno es el que termina en los tribunales. Es posible que Antonini Wilson haya tenido dos patrones en la vida y al final se haya quedado con el que más le importaba conservar. No se explicaría, de otra manera, esa rumbosa existencia de dicotomías entre los barrios elegantes de Caracas y los distritos voluptuosos de Miami. ¿Por qué Chávez nunca averiguó sobre ese truhán que trasegaba con los dineros de la petrolera de los venezolanos?

El gobierno argentino reaccionó antes de leer con detenimiento los documentos norteamericanos. El FBI, que depende políticamente del gobierno, sólo consignó que un detenido por conspiración había declarado que la plata de la valija era para un candidato presidencial argentino . El detenido le había precisado al FBI que se trataba de Cristina Kirchner, pero su nombre no figuró en el documento público del organismo. Tampoco nombró al argentino que se había reunido en Miami con Antonini Wilson y falta saber si realmente se trató sólo del abogado Guillermo Ledesma o si existió otro argentino. El juicio será abierto y podría seguir deparando sorpresas.

Fue un fiscal federal, Tom Mulvihill, quien dio a conocer el nombre de la presidenta argentina. Entramos ya en un terreno que es difícil de descifrar para los estándares argentinos. Los fiscales de los Estados Unidos son realmente independientes del Ejecutivo. Los fiscales lo llevaron a Bill Clinton hasta las puertas de un juicio político cuando era presidente y los fiscales metieron preso hace poco al principal colaborador del vicepresidente norteamericano, Dick Cheney, por revelar secretos de Estado para beneficio político del gobierno.

Hay algo también de egocentrismo argentino y otro poco de desconocimiento cuando se vinculan el discurso de la Presidenta o sus decisiones políticas regionales con la difusión del caso de la valija. Los episodios institucionales argentinos sucedieron entre el domingo y el lunes; el miércoles se conocieron el documento del FBI y la declaración del fiscal. ¿Estaba Washington tan pendiente de Buenos Aires como para demorar sólo 48 horas en poner en marcha su enorme maquinaria de inteligencia y justicia? Si así fuera, ¿por qué no usó ese material antes del referéndum constitucional venezolano, que le hubiera hecho más daño a Chávez que a Cristina Kirchner?

El tiro fue disparado a la cabeza de Chávez, pero a nosotros nos están silbando las balas , aceptó el viernes otra alta fuente gubernamental argentina. Eso es más probable. Sin embargo, la diferencia no es menor entre una intriga armada contra la presidenta argentina y una maniobra para embrollarlo a Chávez. Chávez tiene sus propios pleitos con Bush y con los Estados Unidos, pero Cristina Kirchner los había eludido hasta ahora.

En el trámite hubo cierta injusticia de los tiempos. Néstor Kirchner había hecho mucho para provocar el encono de Washington. Lo vapuleó a Bush en Mar del Plata y lo volvió a zamarrear, indirectamente, cuando le prestó a Chávez el estadio de Ferro para que se despachara contra el presidente norteamericano; éste se encontraba en Uruguay. ¿Por qué, entonces, la conspiración se habría dirigido contra su esposa y no contra él?

En cambio, Cristina Kirchner se reunió varias veces con Shannon y lo recibió en tres oportunidades a Wayne. Ella visitó varias veces los Estados Unidos. También había hecho notar cierta distancia política, no personal, con Chávez.

En su discurso inaugural, la Presidenta volvió a repetir de manera implícita una fórmula que a Chávez no debería gustarle si la leyera bien: lo compara con Putin, que no es una buena comparación en el mundo democrático. Es cierto, no obstante, que el petróleo y el gas han excitado a los pulcros europeos no sólo con Putin, sino también con el más impresentable Khadafy.

La actual presidenta viajó sola a Venezuela en una oportunidad, pero fue invitada por la comunidad judía venezolana, hostigada por Chávez. Hizo bien entonces, pero hace pocos días hubo otra agresión del caudillo caribeño a la comunidad judía, cuando allanó la sede de la Sociedad Hebraica de Caracas para buscar armas. La provocación fue dramáticamente denunciada en el mundo por el Centro Simon Wiesenthal.

Con todo, una cosa son los negocios y otra es el compadreo, que también existió. Es casi imposible una relación fluida y limpia con un país donde manda una sola persona, como si fuera el general de un ejército sólo de soldados. No hay ministros ni legisladores ni embajadores que no sean permanentemente desautorizados por Chávez. Así, nadie debería extrañarse por la aparición del patético Antonini Wilson, de sus enmarañadas valijas y de sus relaciones de embustero con el submundo de los espías de cualquier estirpe.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 16 de diciembre de 2007.

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