El nuevo cardenal de Barcelona aboga por la corresponsabilidad de los laicos

Primeras declaraciones Lluís Martínez Sistach a Zenit después de ser creado cardenal.

Por Miriam Díez i Bosch

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 27 noviembre 2007 (ZENIT.org).- «Todos participamos de la única misión de la Iglesia que se realiza de distintas maneras». Lo explica el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona (www.arqbcn.org), que recuerda cómo «la Iglesia sin el pueblo de Dios no sería la Iglesia».

En esta entrevista concedida a Zenit en la Iglesia Nacional de Santiago y Montserrat en Roma después de la misa de acción de gracias por haber sido creado cardenal, el nuevo purpurado constata que «en estos momentos de secularización fuerte, intensa, de descristianización que hay sobre todo en Europa occidental, los laicos cristianos tienen que anunciar a Jesucristo donde se encuentran, normalmente en la frontera».

–¿Cómo ha reaccionado ante este don y responsabilidad que significa ser parte del Colegio Cardenalicio?

–Cardenal Martínez Sistach: Es un nombramiento importante para la diócesis de Barcelona y también para su pastor. Es una deferencia del Papa que agradecemos muchísimo, es un don de Dios.

Un don de Dios en el sentido de que aumenta la responsabilidad y realmente el Señor nos confía misiones, quiere que demos fruto, y confiamos en su ayuda.

La Iglesia de Barcelona tiene también que responder con agradecimiento, como un servidor, al Santo Padre. Es aumentar –intensificar si cabe– la comunión afectiva y efectiva con el sucesor de Pedro, con la sede de Pedro que es parte integrante de la Iglesia y que es un servicio del Papa a cada una de las Iglesias diocesanas.

Le tenemos que agradecer que él me haya querido vincular más a su ministerio, porqué de alguna manera toda la diócesis de Barcelona y con ella Cataluña está más íntimamente vinculada al ministerio de Pedro.

–Usted siempre ha abogado por la corresponsabilidad de los laicos.

–Cardenal Martínez Sistach: La Iglesia sin el pueblo de Dios no sería la Iglesia. Hay ministerios distintos, hay servicios distintos, hay dones y carismas distintos…pero nosotros, la jerarquía, tenemos una misión importante, pero no es toda la Iglesia.

Todos los otros miembros, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, laicos, laicas, forman parte de la Iglesia y han de colaborar muy activamente porque por el bautismo todos participamos de la única misión de la Iglesia que se realiza de distintas maneras.

La aportación de los laicos con el Concilio Vaticano II es activa y responsable, aportando cada uno los dones que recibió de Dios nuestro Señor. Y también aquellas tareas que nacen de los Sacramentos. Del sacramento del orden ciertamente, pero los laicos con el sacramento del bautismo, de la confirmación, de la Eucaristía y del matrimonio aportan muchísimo.

Pienso también que en estos momentos de secularización fuerte, intensa, de descristianización que hay sobre todo en Europa Occidental, los laicos cristianos tienen que anunciar a Jesucristo donde se encuentran, normalmente en la frontera.

En medio de los bloques donde viven pueden hacer Iglesia y comentar muchas cosas y también leer la Palabra de Dios, rezar, porque siempre hay sufrimientos, siempre hay enfermedad en la vida de las personas, de las familias y eso ya es hacer Iglesia.

–¿Me confiesa su sueño?

–Cardenal Martínez Sistach: Mi sueño es que sepa hacer lo que el Santo Padre quiere confiándome este servicio. Que yo lo pueda realizar, ayudarle plenamente –ya le he dicho al Santo Padre que estoy plenamente a disposición–, de acuerdo con mis posibilidades y mis capacidades, pero todo lo que yo pueda he intentado darlo siempre a la Iglesia y lo estoy dando.

Ahora me ha pedido este gozoso servicio que realmente me honra muchísimo y le he dicho «Santo Padre disponga de mí con todo lo que yo pueda para servirle en lo que yo pueda». Esto juntamente con el Colegio Cardenalicio, lógicamente que hay muchos más, y con toda la Iglesia que también ayuda, y con la diócesis de Barcelona.

Este es mi sueño, hacer lo máximo para que él pueda realizar su misión, yo aportando mi pequeño grano de arena para su misión tan delicada, tan importante al servicio de la Iglesia extendida de Oriente a Occidente como sucesor de san Pedro. Y que lo pueda realizar con afecto, con comprensión, con eficacia. No le faltará nunca mi oración, no le faltará nunca mi afecto, como lo he tenido también con los anteriores santos padres.

Por Miriam Díez i Bosch

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