“El Mercosur está perdiendo su esencia”

Se ha vuelto muy político, dice Fernando Henrique Cardoso.

Por Jorge Elías

Compartir:

SAN PABLO.– Cuando faltan menos de dos meses para las elecciones presidenciales de Brasil, Fernando Henrique Cardoso saca cuentas: “Lula es el favorito, pero la partida no está jugada”. Siembra, de ese modo, una cuota de duda sobre el desenlace. En boca del sociólogo que rigió durante dos períodos consecutivos, de 1995 a 2003, los destinos del coloso de América del Sur –influyente desde los años 60 por sus análisis sobre cambio social, desarrollo internacional, dependencia, democracia y reforma del Estado–, la reflexión sugiere, a la vez, un deseo: que en la segunda vuelta se imponga el candidato opositor, Geraldo Alkmin.

Un deseo no explícito. O, en todo caso, expresado con más cautela que entusiasmo. En una entrevista con La Nación, en el instituto que lleva su nombre, señala que el Mercosur se ha vuelto más político y menos integracionista, critica la falta de liderazgo de Brasil en una región plagada de la amistad con la Argentina antes que la campaña por la banca permanente para su país en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y aventura que el presidente venezolano, Hugo Chávez, “va a ser juzgado como un falso profeta” si no aprovecha los dividendos del petróleo para paliar la pobreza en Venezuela.

Desde el sillón de su oficina, cerca de la plaza Ramos de Azevedo, del Teatro Municipal y del Viaducto de Chá, Cardoso domina el espacio. Un espacio amplio: 2090 metros cuadrados totalmente remozados en el corazón de San Pablo. Un espacio amplio e imponente, como la moderna puerta corrediza de cristal blanco opaco que, en un edificio de aspecto antiguo, se abre ante una galería de fotos recientes, en las que Cardoso sonríe junto a Bill Clinton y a Fidel Castro.

“Fidel Castro todavía me manda puros -dice-. Sabe que no fumo, pero se los regalo a mis amigos. En Cuba hay cierto aspecto dinástico. El futuro depende ahora de dos factores: primero, la capacidad doméstica para crear fuerzas constructivas, que estén entre la oposición y el gobierno, como pasó en España, Brasil y la Argentina, entre otros países; segundo, que los norteamericanos no se metan demasiado o, si se quiere, que los cubanos de Miami no interfieran mucho.”

Poco después de las elecciones brasileñas, del 13 al 18 de octubre, Cardoso disertará, en el hotel Hilton de Buenos Aires, sobre el desafío y el futuro de la globalización. Será el expositor principal del primer Global Forum de la firma Deloitte, dedicada a servicios de auditoría y asesoría de impuestos, consultoría y finanzas corporativas: reunirá a 500 nuevos socios de 150 países, entre ellos empresarios y hombres de negocios, y personalidades de distintos ámbitos. “No pienso volver a ser presidente de Brasil -dice, mientras convida con un café-. A mí me dio un gran gusto ser presidente. Lo hice con mucha alegría y satisfacción, pero se terminó.”

No se terminó, sin embargo, su predicamento ni su influencia en la región. En Santiago de Chile se reunió hace unos días con el ex presidente Ricardo Lagos: “Me contó un chiste -dice-. ¿Sabes cómo les dicen a los chilenos? Los argentinos del siglo XXI”. Por la fama de arrogantes de los argentinos, por supuesto.

-¿Cómo ve las próximas elecciones en Brasil?

-Es siempre difícil hacer predicciones electorales. Las encuestas no son definitivas. En Brasil, por primera vez empezó a haber un poco más de divulgación. Esto va a ampliarse este mes con el horario gratuito para los partidos en la televisión. Ya tuvo una consecuencia: Alkmin saltó del 20 por ciento al 30; Lula bajó del 50 al 41 o 42, y otra señora, bien de izquierda, la senadora Heloísa Helena, está en alrededor de un diez por ciento. Eso asegura la segunda vuelta. Difícilmente habrá una mayoría absoluta.

-¿Qué pasará entonces?

-Las encuestas, en este momento, dan resultados diferentes, pero ya indican posibles victorias de Alkmin, en la primera vuelta en San Pablo, Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul. Todo el Sur, más Góias, Mato Grosso y Brasilia. Antes no era así: Lula ganaba en todos lados. En la segunda vuelta, Lula apenas gana en el Nordeste y en el Norte. Hay chances de un cambio. Para ser sincero, hoy Lula es favorito, pero la partida no está jugada.

-¿Qué puede influir en estas elecciones, marcadas por los escándalos de corrupción?

-En todas las elecciones surge siempre lo inesperado: una palabra no adecuada, o un escándalo. Eso siempre puede pasar, pero pongámoslo al margen. ¿Qué se está jugando? Lula está jugando con la economía, tratando de hacer creer que la coyuntura se debe a él. Es verdad que su gestión fue consistente en lo que era necesario y que no cambió las políticas del gobierno anterior. Pero el éxito se debe a que hay una coyuntura muy favorable. La oposición juega otra cosa: primero, usted [por Lula] está caminando sobre una ruta que fue abierta por otros; segundo, no llueve más en esa ruta, y tercero, su gobierno se mostró muy indulgente con la corrupción. Los escándalos están ahí.

-¿Qué haría usted si aún fuera presidente?

-La obligación es evitar el fraccionamiento. Eso pasó en la Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, Perú, México… No se puede gobernar sin mayorías estables en el Congreso. Yo estuve durante ocho años, tuve problemas, pero goberné hasta el final. Tenía la capacidad de mantener una agenda en el Congreso. Diría, entonces, que el gobierno tiene que proponer una agenda que motive al país y al Congreso. Aquí, ningún partido tendrá mayoría, por el sistema electoral. El Congreso va a estar resquebrajado. Difícilmente algún partido tendrá más del 20 por ciento. Hay que formar una alianza. Ahora va a ser más fácil. Yo hice una alianza con el Frente Liberal, de centroderecha, y con el PSDB, de centroizquierda, y agregué al PMDB. Con esos tres, yo tenía margen para gobernar.

-¿Qué hizo Lula?

-Lula se concentró en hacer discursos para el pueblo y los empresarios. Los sabe hacer, pero se olvidó de que hay que tener muy claro adónde queremos llegar y qué proponemos. El gobierno está marchando por el empuje de la economía.

-En este contexto, ¿suma o resta la relación con Chávez?

-No sé si Chávez se puede comparar con Lula o con Kirchner. Lula no tiene ninguna pretensión de cambiar el mundo. Sólo busca el bien de la gente. Es un líder sindical, negociador, pragmático, pero no tiene visiones globales. Chávez cree que puede cambiar el mundo. Tiene el bolivarianismo como ideología. No explica qué es eso. Es, más bien, una linterna para llamar la atención, pero sí piensa que va a cambiar todo.

-¿Qué va a cambiar?

-No quiere explicar qué va a cambiar. El representa la antiglobalización. Su fuerza está en eso y en el antinorteamericanismo. Ahora, ¿para qué? No se sabe. ¿Qué va a hacer? ¿Una alianza con los iraníes? Su tarea histórica es otra. Tiene mucha plata, por el petróleo. ¿Cuál es el drama de Venezuela? Que es rica en petróleo y que tiene un pueblo pobre. ¿Cómo se puede convertir en rico un pueblo pobre? Debe utilizar el impulso del petróleo. Yo lo conozco desde hace mucho, pero desde hace tiempo no voy a Venezuela ni hablo con Chávez. ¿Está haciendo algo?

-Poco, parece…

-Entonces, va a ser juzgado como un falso profeta.

-¿Beneficia al Mercosur la incorporación de Venezuela?

-Depende. Yo siempre fui partidario de que Venezuela se acercara al Sur. El problema no es ni Venezuela ni Chávez. El problema es que el Mercosur se ha vuelto más político y menos integracionista.

-Es la idea…

-No, la idea es la integración.

-Es la idea que impulsan los actuales presidentes.

-Ah, sí, pero eso no fue la base de partida del Mercosur. Una impronta política va a favor de alguien o en contra de alguien.

-En contra del Area de Libre Comercio de las Américas, el ALCA, como en la IV Cumbre de las Américas, por ejemplo…

-Esa no fue la idea inicial del Mercosur, ni es la opinión que tengo. No fue concebido como un organismo en contra del ALCA, sino como un modo de organizarnos para tener una negociación mejor con los Estados Unidos y con Europa. No para no hacer. Temo que esa sobrepolitización reste al Mercosur su verdadera esencia. No estamos haciendo la integración económica. Eso es porque argentinos y brasileños, básicamente, no nos decidimos a crear una institución que tuviera poderes, asumiendo la conducción de los Estados nacionales con una comisión integradora, como en Europa. La integración comercial provocó roces. ¿Qué se hizo? Disminuirla con tarifas más elevadas.

-Uruguay y Paraguay, mientras tanto, reclaman por las asimetrías.

-Claro. Y eso es porque no integramos el espacio. En Europa trataron. ¿Qué es integrar el espacio? Algunas funciones deberían ser delegadas a una comisión supranacional. Y hay que considerar la operación en ese espacio en función de capitales y de inversión productiva. Yo intenté fortalecer un polo automotriz en el sur de Brasil. La General Motors fue a Porto Alegre. Después, el PT no permitió que Ford se estableciera allí, sino en Bahía. Yo quería poner a todos allí para que Córdoba suministrara las autopartes. Así se hace la integración. La competencia entre los que van a fabricar cocinas en Brasil y cocinas en la Argentina es empobrecedora.

-¿Cómo se sentiría usted si tuviera que tratar con los actuales presidentes de la región?

-Tienen otro discurso. Sin embargo, pienso que sería posible, aun con estos presidentes, un liderazgo brasileño más activo. La diplomacia brasileña se ha concentrado mucho en temas globales importantes, como la Organización Mundial de Comercio. Le fue muy bien. Lo otro fue la banca permanente en el Consejo de Seguridad. Eso provocó un resquebrajamiento por la competencia con la Argentina. Fuimos a buscar objetivos globales muy elevados y creamos dificultades regionales. La conducción brasileña de la cuestión sudamericana fue muy tranquila. No proclamábamos retóricamente que éramos líderes de nada, pero conversábamos siempre y no teníamos problemas. Ahora veo que Paraguay y Uruguay están en contra de Brasil por primera vez en la vida.

-¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos en esos conflictos bilaterales, coincidentes con la falta de interés de los Estados Unidos en la región?

-Se dan porque no nos sabemos administrar y porque faltó liderazgo de Brasil. Los Estados Unidos se apartaron y nosotros nos quedamos muy contentos con eso.

-¿Cree que un presidente temperamental como Kirchner aceptaría el liderazgo de Brasil?

-Si fuera un tema conversado, podría ser un liderazgo compartido. No es necesario ser el líder. Liderar significa crear condiciones para la convergencia. Menem era un presidente muy prestigioso. Ahora se pueden decir muchas cosas de él, pero en los años 90, aquí, en los Estados Unidos y en todas partes sólo se hablaba de Menem. Y nunca tuve problemas con él. En el 94, el primer país que visité fue la Argentina. Yo soy argentinófilo. Siempre fui muy favorable a la relación con la Argentina. Cuando llegué estaba la cuestión de la banca permanente en el Consejo de Seguridad para Brasil. ¿Por qué? Porque había sido canciller. La idea provocó ciertos roces. En Buenos Aires me preguntaron sobre eso y dije que, por tradición histórica, por rol negociador, nos correspondía, pero que entre la banca en el Consejo de Seguridad y la amistad con la Argentina me quedaba con la amistad con la Argentina.

Jorge Elías

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 9 de agosto de 2006.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *