El matutino “La Nación” de Buenos Aires coincide con La Opinión de Rafaela

Es muy distinta la seguridad que ofrecen las autopistas al circular con tránsitos cruzados separados por un guarda-rail que en nuestras carreteras no siempre bien señalizadas, estrechas y con banquinas descuidadas, sin límites de velocidad y muy deficientes controles.

Por Emilio J. Grande

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En los recientes años dedicamos varias notas sobre la necesidad de construir una red de autopistas en nuestro país, la última el 9 de febrero pasado, como prioridad del gobierno nacional antes que el reiterado anuncio del faraónico tren bala. Decíamos entonces de la extrañeza que casi ningún medio de comunicación nacional al referirse a la gravedad del problema vial con el espantoso promedio de más de veinte personas muertas por día, entre las soluciones, además de la educación y control de los conductores, no se mencionara que es indispensable mejorar notablemente la infraestructura vial. Ese silencio lo interrumpió en estos días el diario La Nación de Buenos Aires, dedicándole cuatro notas editoriales en ediciones consecutivas, coincidiendo totalmente con lo publicado en La Opinión, en particular con la citada nota del día 9 del mes anterior cuando el diario de los Mitre dice que “es necesario modificar la estructura vial, transformando las rutas de la muerte en modernas autopistas inteligentes”. En nuestro escrito habíamos afirmado que no debían sorprender tantos accidentes de tránsito con miles de muertos por año porque “cada día es mayor el parque automotor y más veloz, desplazándose en casi la misma red vial construida hace más de medio siglo”. Al respecto, coincide La Nación con precisión de datos: “Desde 1930 hasta nuestro días el parque automotor ha crecido 26 veces, pasando de 300.000 a 8 millones de vehículos; entre tanto las carreteras siguen siendo prácticamente las mismas y angostas, con tránsitos enfrentados, pasos a nivel sin barreras y curvas peligrosas, que atraviesan cascos urbanos; están abiertas a la invasión de animales sueltos y carecen en absoluto del equipamiento electrónico de seguridad que hoy es norma en las autopistas inteligentes”. En La Opinión decíamos el 9 de febrero que “en el Senado de la Nación hace unos meses tuvo entrada un proyecto de autopistas, pero los legisladores que en esa cámara precisamente representan a las provincias y conocen de cerca las repetidas tragedias de tránsito, no se deciden a tratar el referido proyecto de factible financiamiento sin necesidad de recurrir a las reservas del Estado”. Veinte días después leemos en La Nación: “Hay en el Congreso un proyecto de ley para construir la red federal de autopistas de factibilidad que permitiría construir 12.822 kilómetros de modernas autopistas libres de peaje, financiadas íntegramente por capital privado sin aportes presupuestarios del Estado”. También el 9 de febrero en La Opinión comentábamos horas después de conocerse el Plan Nacional de Seguridad Vial, que al anunciarlo la presidenta Cristina de Kirchner había omitido la obra de las autopistas. El diario porteño destaca que “la seguridad vial es un trípode que se asienta en la educación vial, el efectivo cumplimiento de las normas de tránsito y una adecuada infraestructura, cuestión esta última no contemplada por el proyectado Plan Nacional de Seguridad Vial”. El colega de Buenos Aires concluye en su nota editorial: “Es menester encarar este debate (el de la construcción de la red de autopistas) cuanto antes por cuanto una infraestructura vial segura permitirá salvar muchas vidas por año”. Sobre esta certeza en nuestra serie de comentarios en los últimos años señalamos hasta el hartazgo que en los países europeos de superficie territorial inferior a la nuestra y parques automotores muy superiores, allá los accidentes de tránsito con víctimas fatales son de cifras insignificantes comparadas con las de nuestras estadísticas anuales, porque es muy distinta la seguridad que ofrecen las autopistas al circular con tránsitos cruzados separados por un guarda-rail que en nuestras carreteras no siempre bien señalizadas, estrechas y con banquinas descuidadas, sin límites de velocidad y muy deficientes controles.

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