El mal que hizo tanta mentira y manipulación con el Covid

Genera un peligroso descreimiento que impacta negativamente en la población.

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Por Rubén Lasagno.- Lo dijimos muchas veces a lo largo de la pandemia. La manipulación de datos, la alteración de las estadísticas, las mentiras de los testeos, el ocultamiento de las cifras en la provincia, dio como resultado que la comunidad comenzara a descreer de los datos oficiales desde hace mucho tiempo. De hecho, este medio dejó de publicar diariamente la información suministrada por el Ministerio de Salud, cuando pudimos comprobar el falseamiento de los datos y la manipulación política que se hacía allá por el mes de marzo del 2020.

El encierro brutal de la “Fase 1”, la pérdida de fuentes laborales, los “controles” exagerados que no tenían efectividad en la práctica, ni servían a la ciudadanía, la forma errática de manejar la pandemia, las idas y vueltas con las medidas improvisadas que adecuaban a la coyuntura, la falta de vacunación a tiempo y la debacle total cuando se descubrió la farsa de los vacunatorios VIP, generó hartazgo y descreimiento en la gente.

Pero a medida que llegaba la campaña política, donde era necesario “abrir la sociedad”, la clase política provincial usufructuó el “viento de cola” que dejó una vacunación a medias, para generar la “confianza” necesaria de que el Covid ya no era un problema o al menos era un problema menor, porque la clase política necesitaba acercarse a la gente, que la gente asistiera a sus actos y fuera a votar la militancia que asegurara la continuidad del poder o el acceso de la oposición a lugares claves del Congreso. Y el Covid practicamente pasó a ser derogado por el gobierno provincial y un Decreto de la gobernadora.

Los intendentes se alinearon tras los candidatos y como fue el caso de Pablo Grasso de Río Gallegos o Javier Belloni de El Calafate, se transformaron en los artífices de los actos “multitudinarios” donde el Covid fue anulado de facto y “en beneficio de la democracia”. Miles de ciudadanos se dieron cita en las calles de la villa turística y en Río Gallegos, enmarcando la algarabía política de los mismos que hasta meses antes nos mandaban a encerrar.

Y después la cercanías de las fiestas de fin de año, generó la necesidad de que el virus estuviera “políticamente atenuado” para beneficio de quienes, usando la anestesia social que dan estas fechas y la proximidad del verano, pudieran desplegar sus ofrendas “populares y gratis” a sus respectivos vecinos, con costos a estos mismos, traducido en el aumento indiscriminado y desmesurado de las tasas, contribuciones y patentamientos.

Pablo Grasso, el mismo que en marzo del 2020 decía “Espero no tengamos que decidir a quien le damos el respirador y a quien no”, refiriéndose al hecho que ante el desborde de los contagios y la escasez de respiradores, los médicos se vieran en la necesidad de optar a quien salvar, es el mismo que concentró durante dos semanas 20 mil 30 mil y 40 mil personas en recitales y festejos de fin de año, sin barbijos, sin el mínimo cuidado, sin distancia y sin ninguna precaución ni profilaxis.

Javier Belloni en su ciudad se consagró al turismo, reverdeció la actividad, volvieron a entrar los dólares escasos y la actividad, principal vector del contagio, ya sin los mínimos cuidados necesarios, volvió a ser puerta de entrada de las nuevas variantes, como en su momento lo fue del Covid 19, en aquellos recordados turistas franceses.

Pasado todos estos eventos de anestesia socialreapareció el Covid transformado en una espada de Damocles con diversos nombres de cepas mutadas. Y el gobierno comenzó a generar alertas, proclamas y advertencias. Pero la gente, desaprensivamente, lo mira de costado. ¿Estarán diciendo la verdad?, se preguntan retóricamente, respondiéndose a su vez “Nos están macaneando otra vez…” y minimiza los cuidados, porque ya no creen en el mensaje oficial, tal errático como displicente, tan inexacto como falaz.

Muchos olvidaron el barbijo, la distancia social, la higiene, los aforo y los cuidados mínimos, entonces el peligro se magnifica y la sociedad que consume demagogia política, es blanco de una peste que nunca se fue, solo la derogaron por decreto, el tiempo que necesitaron espabilar al votante medio y hacerlo parte de una realidad virtual, jamás plasmada en al vida real de cada santacruceño.

Por todo esto el Presidente salió a decir que no volveremos a Fase 1. Es que no tienen ni la autoridad política ni moral para encerrar una vez más a la gente, pretendiendo que somos cobayos de la coyuntura política y nos manejan como tropa arriada, a como den lugar sus intereses espurios. Y esto juega definitivamente en contra de la salud pública. Debido a las mentiras y manipulaciones desde el poder, hoy la sociedad argentina y particularmente la santacruceña, está en manos de Dios, porque si realmente recrudece el contagio, todos estamos más desprotegidos que antes, porque se ha perdido lo sustancial en toda acción colectiva: la confianza y la credibilidad en las autoridades.

Está roto el eslabón de la confianza hacia quienes nos mintieron tanto y como el viejo cuento del zorro, que mentía para engañar a su víctima, cuando dicen la verdad, nadie les cree.

Fuente: https://opisantacruz.com.ar/

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