El largo adiós de los Kirchner

La Argentina del statu quo no es una solución, pero tampoco lo es un país en perpetuas confrontaciones.

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Por Joaquín Morales Solá.- Los apremios del presente suelen quitarle protagonismo a la historia. La renuncia de Cristina Kirchner a la candidatura presidencial fue un hecho histórico, en parte sepultado por los arrebatos de la volátil contingencia. Fue el final para una dinastía política en la cima misma del poder formal y real. Un tiempo político quedó definitivamente herido. En la próxima elección presidencial, en 2027, la actual vicepresidenta estará acercándose a los 75 años; a esa edad no se es presidente en la Argentina. Su hijo, Máximo, demostró ya que no puede ser más que un diputado remolón con inexplicables aires de superioridad política; tampoco con esas pobres condiciones se accede a la presidencia en el país. Sin embargo, la renuncia de Cristina Kirchner priva a la coalición gobernante de su mejor candidato, aunque los números que tiene no le alcancen, desde ya, para ganar una elección presidencial. Pero la conclusión más devastadora para la expresidenta consiste en que su renuncia es la consecuencia lógica del fracaso de una política que dejó al país mucho peor de lo que estaba hace 20 años, cuando los Kirchner llegaron al poder. En esos 20 años hubo, además, largos períodos de bonanza económica internacional, como no los había habido para la Argentina desde el final de la Segunda Guerra. Triste, solitaria y final, como la retrataría Raymond Chandler.

Con todo, hay preguntas que todavía no tienen respuesta. Una de ellas consiste en saber si será candidata a senadora o, como ella asegura ahora, no será candidata a nada. En las elecciones de este año se elegirán senadores por Buenos Aires y Santa Cruz, los dos distritos por los que ella puede postularse; si no se postulara, deberá esperar seis años para ser candidata a senadora. Ahora bien, si ella se considera una política proscripta por la Justicia como candidata presidencial, ¿por qué no lo sería también como candidata a senadora? Respuesta de un funcionario que frecuenta todas las terminales del oficialismo: “Ustedes buscan coherencia y lógica donde nunca las hubo”. Esa misma fuente no descarta que dentro de un mes la vicepresidenta anuncie su candidatura a senadora por Buenos Aires con el argumento de ayudarlo electoralmente a Axel Kicillof.

La otra pregunta que deberá responder es cómo proyecta influir en las próximas elecciones y a qué candidato presidencial del peronismo terminará apoyando. Varios encuestadores subrayan que hacia donde ella se incline se volcará la balanza del voto peronista en la interna obligatoria de agosto. Cristina Kirchner ha renunciado al poder formal, pero no al liderazgo político del peronismo. Hay un problema con Sergio Massa. Es, como ministro de Economía de un país carenciado, frágil e imprevisible, un mal candidato presidencial, pero también puede ser un político peligroso si no lo fuera. La estabilidad de la economía argentina está atada con hilos y alambres y sostenida por el humo. Pero el artista de la humareda es Massa.

¿Qué sucedería si Massa quedara dolido o si se fuera del Gobierno? “La economía está a un paso de desplomarse totalmente y el que la sostiene es Sergio, nos guste o no”, confiesa un peronista que no simpatiza con el ministro de Economía. En síntesis: Massa es un mal candidato, pero también le haría daño al peronismo si no lo fuera. La solución que están buscando cerca de Cristina Kirchner es hacerlo candidato presidencial (ella lo apoyó explícitamente en su rentrée televisiva) o darle muchos lugares en cargos legislativos. El problema, señalan fuentes con acceso diario a la vicepresidenta, es que es Cristina quien aspira a cubrir con gente propia todas las listas de diputados y senadores nacionales. “No será presidenta, pero quiere ser el factor decisivo de la estabilidad del próximo gobierno”, adelantan muy cerca de ella. O de la inestabilidad –quién lo sabe–. Su decisión de continuar en el primer plano de la política es manifiesta desde que aceptó volver a los estudios de televisión (amigos, eso sí) y ser la principal oradora en la megafiesta kirchnerista del próximo 25 en la Plaza de Mayo. Entre tanta parafernalia, deberá decidir qué hacer con Massa, quien siempre espera la oportunidad de dar el salto hacia alguna parte, porque la simpatía o la antipatía de este no es neutral ahora para el oficialismo. Y ella ya no tiene el poder que le permitió en 2019 imponer lo que considera un fracaso todavía en uso en la presidencia de la Nación.

Los argumentos con que fundamentó su renuncia a la candidatura presidencial no merecen ni el análisis; son solo pretextos. No está proscripta ni será proscripta en las próximas elecciones. La Corte Suprema de Justicia no la persigue porque es ella; solo interpretó la ley en muy pocos casos relacionados con la vicepresidenta y en ninguno se refirió a una condena definitiva. La Corte no es una cueva de conspiradores contra Cristina Kirchner. Con uno de sus miembros, Juan Carlos Maqueda, fueron compañeros de bancas en Diputados y en el Senado. Siempre se llevaron muy bien, hasta el punto de que solían tutearse antes de que ella descubriera que Maqueda es un juez que trabaja para innumerables imperios. Otro juez, Horacio Rosatti, presidente de la Corte, fue ministro de Justicia de su marido muerto cuando este fue presidente. Perón estuvo proscripto hasta 1973; ella es, simplemente, una política actual, importante, que no puede ganar una elección presidencial. Esa es la única razón del supuesto martirologio de los últimos días.

Es más difícil desentrañar por qué Juntos por el Cambio se afana en perder las próximas elecciones presidenciales. Nunca en los últimos 40 años de democracia un partido o una coalición estuvo en mejores condiciones para ganar una elección presidencial. Pero puede perderlas. Los números del Gobierno son cada vez peores en todas las encuestas; la economía es una tortura diaria para los argentinos que viven el día a día, y la Capital y el Gran Buenos Aires son ya zonas liberadas para la delincuencia. El peronismo no tiene candidato. El peligro para Juntos por el Cambio es Javier Milei, no Cristina Kirchner ni Sergio Massa. Milei es una anomalía del sistema político a quien le da lo mismo insultar a Ricardo López Murphy y, al mismo tiempo, encumbrar a El Dipy, un cantante de cumbia villera que se hizo famoso, debe reconocerse, por su obstinado antikirchnerismo. Un hombre sin brújula. ¿Cómo puede ser que un candidato sin historia, sin equipo conocido y con unas cuantas ideas exóticas como programa de gobierno esté empatando con una coalición de partidos con historia que gobernó cuatro años hace muy poco tiempo y que ganó ampliamente las últimas elecciones legislativas de 2021? ¿Es Milei un genio político o es la consecuencia de los errores de los otros?

La crisis de Juntos por el Cambio es, en rigor, la crisis de Pro. Esa crisis no existiría si no existiera la imposibilidad de resolver una lucha interna a todo o nada entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. El alcalde de la Capital reclama el derecho a la herencia, que en política no existe, y Bullrich está segura de que le puede ganar la candidatura presidencial. La enorme responsabilidad política de los dos se diluye en pequeñas escaramuzas. Hay, es cierto, una diferencia política que no es menor. Rodríguez Larreta viene sosteniendo la necesidad de un gobierno futuro rodeado de consensos con el peronismo. En estos días hasta se sumó a la propuesta del gobernador cordobés, Juan Schiaretti, para hacer un “frente de frentes” entre la coalición del mandatario peronista y Juntos por el Cambio. La adhesión de Rodríguez Larreta provocó el rechazó hasta de varios dirigentes radicales, que ven en la estrategia de Schiaretti solo el objetivo de preservar su liderazgo en Córdoba en elecciones en las que no podrá ser candidato a gobernador.

Bullrich propone, en cambio, políticas más frontales de cambio, aunque se supone que su experiencia política la obligará en algún momento también a negociar. La política no consiste en aislarse de todos ni en cambiar todo al mismo tiempo. La Argentina del statu quo no es una solución, pero tampoco lo es un país en perpetuas confrontaciones. Mauricio Macri no está en condiciones ahora de convencer a ninguno de los dos de que resigne su candidatura. Y esa fractura, irremediable hasta aquí, es lo que hace posible una eventual victoria de Milei. La historia posterior, en tal caso, describirá al país en el ojo de otro huracán.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/

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