El grito del silencio perforó al poder…

Por Emilio Grande (h.).- A decir verdad, la multitudinaria marcha del miércoles 18 de febrero último superó las expectativas de propios y extraños, realizada en homenaje a la muerte dudosa de Alberto Nisman y convocada por sus pares fiscales, en una jornada lluviosa, teniendo como epicentro a la ciudad de Buenos Aires, como así también en otras ciudades del interior, entre ellas Rafaela, y del exterior. Estiman que hubo 400.000 personas en Buenos Aires (¿hubiera sido superior si no llovía?) y miles de personas en tantos lugares de la Argentina. A pesar de que no hubo una convocatoria de instituciones ligadas a la Justicia (a excepción de algunas adhesiones), en nuestra ciudad asistieron unas 1.500 personas, entre ellos también dirigentes de la oposición. La gente salió a la calle cansada de tanta impunidad, corrupción en las distintas esferas del poder y decenas de casos sin resolución por la inexplicable burocracia judicial. Se respetó la consigna del silencio, sin banderías partidarias, solamente se portaron algunos carteles aislados (sobre Nisman y pidiendo justicia) y fue entonado el Himno Nacional sumado a aplausos en cadena. En este sentido, se percibe cansancio por las peleas casi permanentes entre distintos actores sociales, hay hartazgo por el recrudecimiento de la violencia social y, seguramente, la muerte del fiscal Nisman constituya una bisagra en la historia argentina. Como sostienen algunos entendidos en la materia, su muerte constituye un magnicidio y lo llamativo es la incertidumbre sobre qué paso ese domingo 18 de enero en su departamento. Luego de esta movilización, llama la atención las desubicadas declaraciones de Cristina Fernández de anteayer, acusando de golpistas a los fiscales y jueces por el 18-F, quienes supuestamente buscan desestabilizar a su gobierno, refiriéndose como día del «bautismo de fuego del Partido Judicial», a quien tildó de opositor y destituyente. No es la primera vez que la Presidenta tiene estas reacciones. Recordemos la pelea intestinal con el campo en 2008 sobre la polémica resolución 125, dividiendo a la sociedad y que terminó con el voto no positivo de Cobos en el Senado. En casi 12 años de gobiernos kirchneristas imperó la postura amigo-enemigo, como postula Carl Schmitt, buscando enemigos innecesariamente con diversos actores sociales: empresarios, políticos, periodistas, gremialistas, dirigentes agropecuarios. En definitiva, con aquel que piensa diferente. Lamentablemente, este Gobierno es autista y presenta rasgos autoritarios, está encerrado en sí mismo, Cristina está perdiendo los reflejos de la política, está paranoica y se cree el ombligo del mundo, mostrando la hilacha: no tuvo la delicadeza de enviar condolencias a la familia de Nisman. Al mismo tiempo, el Gobierno está acorralado por distintas causas judiciales que ahora parece que empezaron acelerarse con el final de una época política y dejará una crisis fenomenal para el nuevo Presidente (Macri, Scioli o Massa). Estamos en un año electoral con las primarias en agosto y las generales en octubre, oteándose un viento de cambio en la sociedad: basta de poderes hegemónicos que no respetan el federalismo ni tampoco la Constitución. Se viene una etapa de acuerdos y consensos sociales, pensando en el bien común, para evitar individualismos e intereses sectoriales que tanto daño hicieron…

Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 23 de febrero de 2015.

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