El factor Néstor: poder detrás del poder

El protagonismo de Néstor Kirchner en la crisis con el campo acabó en la estrepitosa derrota del Senado y reinstaló las críticas sobre el lugar del ex presidente en el Gobierno. ¿De qué modo condiciona a Cristina la presencia de su esposo? ¿Haría ella algo diferente?

Por Damián Nabot (Buenos Aires)

Compartir:

El desaforado discurso de Néstor Kirchner frente al Congreso, el día en que decidió medir fuerzas -y perdió- con la convocatoria del campo, fue comparado muchas veces en los últimos días con aquel episodio protagonizado por Herminio Iglesias cuando incendió ante la multitud el cajón con la leyenda “UCR”, cajón que sólo sirvió para enterrar las posibilidades del peronismo en las elecciones de 1983. Exagerada o no, la comparación, aun cuando simplifica las razones de lo que fue, en todo caso, la más estrepitosa derrota en una larga sucesión de reveses para el gobierno de Cristina Fernández, ayuda a entender la virulencia -hasta ahora contenida- de una pelea de fondo en el corazón del kirchnerismo: qué lugar debe ocupar a partir de ahora el ex presidente en el gobierno de su esposa. Si alguna pista pueden dar, las encuestas, aún en etapa de procesamiento, adelantan que desde el envío de la resolución 125 al Congreso, el 18 del mes pasado, la imagen de la Presidenta dejó de caer e incluso insinúa desde entonces un leve repunte. La de Néstor, en cambio, no se recupera. Aunque los voceros se han ocupado de difundir que el matrimonio presidencial habría aprendido la lección y estaría dispuesto a que Néstor Kirchner ceda protagonismo -por caso, no estuvo en la jura de Sergio Massa ni habló en los actos del viernes por el aniversario de Evita-, otros miran la misma escena y sacan conclusiones bien distintas: la salida de Alberto Fernández no es más que el triunfo del “pingüinismo puro y duro” y eso de que Néstor Kirchner baje el perfil será sólo para la escena pública, porque seguirá siendo él, dicen, quien controle el poder real detrás de escena. Las declaraciones de la ministra Nilda Garré parecen ir en la misma dirección: “No hay que temer a su influencia, sobre todo porque la Presidenta no va a tomar ninguna decisión con la que ella no esté de acuerdo. Kirchner tiene capacidad, percepción política y experiencia”. El titular de la CGT , Hugo Moyano, dialogó con Kirchner el lunes pasado. Luego, al ser consultado por la prensa, el camionero aseguró que el ex presidente estaba “retirado”. Y mientras en Palacio se pelean, en seis meses de gestión la opinión pública pasó de considerar a Néstor Kirchner un puntal imprescindible del gobierno de Cristina Fernández a verlo como una influencia negativa, un obstáculo que debilita al Poder Ejecutivo y pone en vilo la gestión. ¿La percepción responde a un fenómeno real o es una mirada equivocada sobre un mecanismo que se mantuvo sin cambios tras el traspaso de mando? ¿Cambió Néstor Kirchner tras dejar la jefatura del Poder Ejecutivo o fue la sociedad la que modificó su apreciación sobre su estilo político de confrontación? “La Argentina votó a Cristina Fernández para que ejerciera el poder, y no es bien visto que Néstor Kirchner interfiera. La percepción es que no le permite desarrollar a la Presidenta todo lo que debería haber traído de distinto”, reflexiona Manuel Mora y Araujo. Para el titular de la consultora Ipsos-Mora y Araujo, los cambios en el clima político desde la crisis de 2001 hasta el presente explican también el corrimiento de la sociedad frente al manejo tradicional de Kirchner. “La Argentina quiere presidentes fuertes, pero eso no quiere decir que quiera el poder centralizado. Tras la tremenda crisis económica y social de 2001, que hizo que se fueran varios gobiernos, la sociedad demandaba un presidente fuerte y poder centralizado. Pero en una situación de normalidad, la opinión pública quiere un poder repartido, con un Poder Ejecutivo con capacidad de gobierno pero no con poder absoluto”. Según Santiago Lacase, director ejecutivo de Ipsos-Mora y Araujo, hay tres etapas claramente reconocibles en la evaluación que el público hace del rol de Néstor Kirchner en el gobierno de su esposa. En una primera etapa, durante la campaña y las primeras semanas del nuevo gobierno, la mayoría esperaba de ella un perfeccionamiento del modelo kirchnerista, el inicio de una etapa de más diálogo y mayor consenso, y él era visto como una influencia positiva. Pero luego, las diferencias con Estados Unidos por el caso Antonini, la inflación y, sobre todo, la disputa con el campo, hicieron que Néstor dejara de ser considerado como el principal soporte del Gobierno al tiempo que la imagen de ambos caía drásticamente en la consideración pública. En la tercera etapa, que comenzó con el envío de la resolución 125 al Congreso, la gente comienza a ver mejor a Cristina que a Néstor, con un reclamo generalizado por el fin del “doble comando”. Es decir, se insinúa un quiebre en la tendencia negativa: ella se recupera en las encuestas mientras que él mantiene su caída. “Cristina se lo tiene que sacar de encima a Néstor, porque él tiene una forma de hacer política que es absolutamente destructiva.” Sin medias tintas, el diputado macrista Esteban Bullrich no ahorra críticas pero también se atreve a imaginar mejores horizontes: “Me da la impresión de que ella tiene otro estilo y puede gobernar de otra manera.” La pérdida de la infalibilidad entusiasma sobre todo al peronismo opositor, expresado en este caso por el gastronómico Luis Barrionuevo. “Kirchner ha cumplido una etapa con errores y aciertos, ahora debe dejar que la Presidenta se consolide y dejar de inmiscuirse en el gobierno; con su actitud produjo grietas en el Senado, fisuró al oficialismo en la Cámara de Diputados y con su tozudez fracturó el movimiento obrero”. Incluso un ex aliado sureño como Sergio Acevedo se suma al reclamo de desacople. El ex gobernador de Santa Cruz, que como ningún otro sintió en carne propia cómo Kirchner pasó de apoyarlo a condicionar su gestión, traza con su experiencia un paralelo entre el comportamiento de Kirchner desde la presidencia y su papel fuera de la primera magistratura, como condicionante del gobierno de su esposa. “La situación política le está aconsejando a Néstor Kirchner que no tenga tanta relevancia institucional porque afecta a la consideración política de la institución presidencial. De todas maneras, también es cierto que tiene un rol importante como presidente del Partido Justicialista y, en ese marco, su papel no ha sido muy fructífero en aras de colaborar con un programa de gobierno que tenga que ver con los intereses de la Argentina, sino que, más que nada, fortaleció una política de aparato”. De todos modos, Acevedo, conocedor del funcionamiento del matrimonio presidencial, descree de las diferencias entre ambos. “Me parece que es una sociedad política que funciona con absoluta normalidad en cuanto a los objetivos que persigue para sí misma, más allá de los intereses de los argentinos. Para ellos la clave está en garantizarse la sucesión presidencial el mayor tiempo que la Constitución lo permita”. Acevedo reclama a Néstor Kirchner que se corra a un costado y “recapacite, para que la institución presidencial tenga la relevancia que la sociedad necesita”. A lo largo de la semana, los ministros de Justicia, Aníbal Fernández; de Defensa, Nilda Garré, y de Interior, Florencio Randazzo, defendieron el protagonismo político de Kirchner como jefe del PJ, pero a la vez buscaron ratificar la autonomía de la Presidenta. El nuevo jefe de Gabinete, Sergio Massa, se encargó de difundir que el cargo había sido ofrecido por Cristina Fernández durante una reunión a solas. La oposición, en cambio, reclama sin medias tintas un paso al costado. “El mejor servicio al país que puede hacerle Kirchner es imitar a Alberto Fernández y dejar de influir en la gestión, dejarle el escenario de acción al gabinete. Kirchner no cambió, pero la imprudencia y las acciones de confrontación se tornan más visibles cuando deja de ejercer la presidencia y la responsabilidad de gobierno la carga sobre las espaldas su esposa”, enfatiza el peronista Gerardo Conte Grand, integrante de la conducción de la Coalición Cívica. Los paralelos en la historia mundial frente a un caso de sucesión matrimonial en el poder son prácticamente inexistentes. Pero cuando Hillary Clinton debió renunciar a su candidatura presidencial, los analistas de los Estados Unidos apuntaron contra el excesivo protagonismo que había tenido su marido, Bill, quien intervino en el diseño de la campaña, de los discursos y hasta la reemplazó en algunos actos. Los observadores llamaron la atención sobre el particular fenómeno de la imposibilidad de ceder el escenario a la mujer. Juan Domingo Perón y su segunda esposa, Eva, ocupaban espacios diferenciados en el gobierno. ¿Qué hubiera pasado si la enfermedad no arrebataba tempranamente la vida de la carismática mujer de Perón y su protagonismo continuaba en ascenso? La particularidad del fenómeno permite incluso analizarlo desde el punto de vista psicológico. “Si son ciertos los trascendidos atribuidos a Alberto Fernández, y Kirchner sugirió a su esposa la renuncia, la situación plantea un problema porque Cristina Fernández defiende sistemáticamente la cuestión de género y no quedar por debajo de los hombres. Pero hay que notar que, en definitiva, si el trascendido es cierto, la Presidenta no le hizo caso y siguió más los consejos de otra gente cercana”, repasa el psicoanalista Sergio Rodríguez, miembro de la revista digital www.psyche-navegante.com , al advertir en el gesto una suerte de punto de inflexión frente a la palabra del esposo. “Lo que ha ocurrido y es algo que los está perjudicando a ellos y a la gobernabilidad es que, según me parece, se encerraron narcisísticamente en la pareja y no están prácticamente escuchando voces de colaboradores que les lleven con más claridad el estado de ánimo del pueblo”, interpreta el especialista. También para Esteban Bullrich la comentada negativa de la Presidenta a renunciar a pesar de la sugerencia de su marido es una reacción auspiciosa. “Es un primer gesto de independencia y puede generar otros, ella tiene capacidad de dirigir en la medida en que pueda despegarse de Néstor. Además, él jugó a todo o nada, puso todas las fichas y salió cero, pero a ella le quedan muchas fichas, ahora todos estamos esperando que tome las riendas, nadie quiere que se vaya”. Naturaleza política El sociólogo Eduardo Fidanza, director de la consultora Poliarquía, sugiere para entender el presente repasar el proceso histórico que definió el vínculo entre Kirchner y la sociedad argentina desde la llegada de Kirchner al poder y advierte que, en un primer momento, “mantuvo su imagen alta con su propuesta hiperpresidencialista, su retórica beligerante y polarizadora, que la gente aceptó”. Pero el consultor de Poliarquía marca un punto de quiebre entre 2006 y 2007, cuando “se empieza a observar una creciente resistencia respecto del estilo que a Kirchner le había dado tantas utilidades en la fase anterior, y empiezan a crecer las objeciones de los sectores medios”. El enfrentamiento con el campo y la ratificación de su forma de enfrentar a los adversarios ahondó el rechazo hasta los niveles inéditos de imagen negativa. “Cuando vuelve a la escena, Kirchner acentúa determinados rasgos de polarización y agresividad y no se da cuenta de que la sociedad quiere otra cosa. Con su estilo avasalla a la Presidenta y produce un desgaste muy acelerado”, agrega. Fidanza sugiere como estrategia a futuro para la Presidenta “ganar autonomía” y para Kirchner pasar “a un segundo plano en términos de las apariciones públicas”. Pero la pregunta inevitable es: ¿puede cambiar? “Hay una cuestión de naturaleza política -responde Fidanza-, y lleva a pensar si, tras 35 años de mantener un estilo que nunca se caracterizó por el diálogo y el respeto a la división de los poderes, es capaz de cambiar frente a una situación de crisis. La otra cuestión es de naturaleza humana: se requiere habilidad y madurez para cambiar hábitos adquiridos. Si vemos en los últimos años cómo procedieron los gobiernos frente a las dificultades, se tiende a ver que en general responden con más amigos, más dirigentes cercanos, del riñón, y esto no suele terminar bien. No tienen escucha, como diría un psicoanalista”. Entre factores políticos y psicológicos se debate el particular futuro de la Argentina. “No hay diferencias” Roberto Lavagna, quien conoció desde su interior la forma de gobernar y compartir el poder en el matrimonio presidencial, manifiesta en forma contundente su escepticismo frente a quienes marcan diferencias de gestión entre la presidenta Cristina Fernández y su antecesor, Néstor Kirchner. “No hay diferencias”, contesta. Y ofrece su definición tajante: “No veo diferenciación entre las dos figuras. Principalmente al día de hoy. Esta idea de cambio o doble comando no se corresponde con la realidad. Que me muestren si hubo un solo tema donde haya habido diferencias. Hay identidad de miras, de objetivos, de métodos. Lo que vi cuando estuve en el Gobierno fue eso: tienen unidad de objetivos y métodos.”

Fuente: suplemento Enfoques, diario La Nación, Buenos Aires, 27 de julio de 2008.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *