El ecumenismo, signo de los tiempos

Ssegún el cardenal Kasper. Interviene en un curso en el Ateneo Pontificio “Regina Apostolorum” de Roma.

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 23 febrero 2006 (ZENIT.org).- En una época en que «el término globalización caracteriza nuestra condición», el ecumenismo también se convierte en «una respuesta a los signos de los tiempos», considera el cardenal Walter Kasper. El presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad entre los Cristianos visitó este miércoles el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma para ofrecer una lección magistral en el Máster en Iglesia, Ecumenismo y Religiones. El purpurado alemán constató que gracias a las nuevas posibilidades ofrecidas por las comunicaciones los pueblos soy ya más cercanos y «quieran o no están en la misma barca». Y por este motivo, como subrayó el padre Paolo Scarafoni, L.C., rector del Ateneo, «el ecumenismo es uno de los nudos centrales de nuestra identidad cristiana». Los cristianos separados, constató el cardenal Kasper, «normalmente ya no se consideran ajenos» o «en competición», sino que se sienten «hermanos y hermanas»: han hecho la experiencia de que «lo que les une es mucho más grande de lo que les divide». El purpurado reconoció, sin embargo que, después de una fase del movimiento ecuménico caracterizada por una «cierta euforia, como consecuencia del Concilio Vaticano II, en la última década se han experimentado señales de cansancio, desilusión y de estancamiento», hasta el punto de que algunos hablan de «un nuevo invierno ecuménico». El motivo de esta crisis se tiene que buscar sobre todo en los «interrogantes actuales acerca de la identidad», porque «nadie quiere ser absorbido por un conjunto sin rostro». El hecho de que en la constitución dogmática «Lumen gentium» y en el decreto sobre el ecumenismo «Unitatis redintegratio» la Iglesia católica declare que «la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica» no excluye –subrayó el cardenal– que «más allá de las estructuras visibles de la Iglesia católica existan no solamente cristianos tomados singularmente, sino también elementos eclesiales que empujan hacia la unidad». Es decir, como afirma la encíclica de Juan Pablo II «Ut unum sint», «fuera de la comunidad católica no existe el vacío eclesial». «El Espíritu Santo está manos a la obra en las otras iglesias y comunidades eclesiales», explicó el cardenal Kasper. «La Iglesia católica –continuó– ha quedado herida por las divisiones de la cristiandad», incluso por «la imposibilidad de realizar completamente y plenamente la misma catolicidad». Por este motivo es necesario el ecumenismo, que no «es un camino en una sola dirección, sino un proceso de recíproco aprendizaje». «La cuestión no es solamente la conversión de los demás sino la conversión de todos a Jesucristo. La conversión siempre inicia por nosotros mismos», confesó, explicando que no se trata de una simple vuelta de los otros al redil de la Iglesia católica, sino de un común crecimiento, porque «cuando más nos acercamos a Cristo más nos acercamos los unos a los otros».

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