El devastador atril de Néstor Kirchner

Por Joaquín Morales Solá

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Una foto alegre, que mostraba a cuatro presidentes compartiendo simpatías de compadres, hizo tronar a Néstor Kirchner. Hacerlo enojar es una de las cosas más fáciles de este mundo, pero Hugo Chávez, Tabaré Vázquez, Duarte Frutos y Evo Morales, reunidos los cuatro en Asunción, le sacaron de golpe la utopía del gasoducto propio. Desconocieron, además, el proyecto subyacente de Kirchner –nunca confesado– de recrear cierto liderazgo argentino en la región. Brasil y la Argentina no estuvieron en esa cumbre de Asunción. Debe reconocerse que la foto que conmovió al presidente argentino era imposible de imaginar hace sólo seis meses. Chávez lo sorprendió. ¿Qué hacía el populista venezolano asegurándoles energía a Uruguay y a Paraguay? ¿Por dónde va a pasar el gasoducto sin Brasil y la Argentina? ¿O piensan hacer un gasoducto aéreo?, estalló Kirchner. Todavía le falta lo peor: Bush aguarda a Tabaré Vázquez. Lo recibirá en Washington, en visita oficial, los primeros días de mayo. Hablarán durante más de una hora de muchas cosas, sobre todo de la relación comercial. Se lo mire por donde se lo mire, el Mercosur agoniza y nadie se anima a resucitarlo o a firmarle el definitivo certificado de defunción. Kirchner invitó a Chávez, en su momento, a reuniones donde éste no debía estar como miembro pleno del Mercosur. Ahora, el presidente argentino se niega a convocar a los cancilleres de la alianza para tratar los cortes de puentes en Entre Ríos. Chávez acaba de dinamitar la Comunidad Andina de Naciones (CAN) sólo porque dos países, Colombia y Perú, no hacen lo que él quiere. Bush está ganando batallas en América latina sin tomarse el trabajo de librarlas. Brasil no estaba menos indignado por aquella reunión de los cuatro en Asunción, pero reconoce que uno de los méritos de la diplomacia consiste en saber contenerse. Kirchner no sabe contenerse ni existe un ser vivo capaz de contenerlo. Tiró al aire la foto y los papeles, y se fue al atril. El atril es el lugar menos indicado para hacer política exterior. Los monólogos de Kirchner frente al micrófono hacen recordar a los viejos caudillos latinoamericanos. Estos usaban el balcón para su diálogo directo con la sociedad. El Presidente echa mano de la modernidad y se planta frente a la televisión. Nunca hay un periodista que le formule una pregunta incómoda sobre sus muchas contradicciones. El atril es devastador. Su penúltima aparición provocó que la ministra de Comercio Exterior de Finlandia cancelara su viaje a la Argentina. Irá, por el contrario, a Uruguay, Perú y Chile. Podría suceder algo más todavía: el gobierno de Finlandia está analizando la posibilidad del retiro de embajadores. La embajadora en Buenos Aires tiene las valijas listas para abandonar la Argentina, ha dicho un colega europeo que la vio después de la diatriba de Kirchner. Finlandia lo serenó a Lenin, lo frenó a Stalin y gambeteó la guerra fría con un equilibrio de artista. A ese país no lo asustará Kirchner. Pero ¿por qué arremetió contra el gobierno de Finlandia, que no tenía, hasta ese momento, ni arte ni parte? El gobierno argentino asegura que una empresa estatal finlandesa será proveedora de insumos de Botnia cuando ésta comience a fabricar celulosa. Es probable. Sin embargo, eso no la hace culpable de nada, no, al menos, hasta luego de una negociación entre los gobiernos. Nunca hubo una negociación y Kirchner perdió la oportunidad de emprender una con la ministra decepcionada por el maltrato argentino. Finlandia es un país destacado de la Unión Europea. Europa no tiene opción si le dan a elegir entre la Argentina y Finlandia. Digan lo que digan, hubo una gestión de Brasil ante Finlandia. La hizo el canciller brasileño, Celso Amorín, ante su homologo finlandés. Incluso, algunos funcionarios uruguayos no reaccionaron bien cuando fueron informados por Itamaraty. Eso es tutelaje, le respondieron. La obligación de ustedes es promover la reunión del Mercosur por los puentes, arrinconaron algunos uruguayos a los brasileños. Por algo, el gobierno argentino ha vuelto a deslumbrarse con la buena relación con Lula. Finlandia quedó en el bando de los enemigos. España no sabe aún por qué razón cayó dentro del severo monólogo presidencial. Fue una alusión más indirecta y elíptica, pero el reproche existió. La empresa española ENCE tiene las obras paralizadas en Fray Bentos y el gobierno de Madrid todavía no le autorizó el seguro de riesgo que podría darle un organismo oficial. ¿Está enojado Kirchner porque España no termina de establecer una fecha para la visita de Estado del presidente argentino a Madrid? La visita se hará en algún momento, luego de que Kirchner termine de resolver algunas cosas que afectan a los intereses españoles en la Argentina. Sucede que las cosas nunca se resuelven del todo en la era de Kirchner. La visita se hará, en efecto, y la relación será, en adelante, módicamente normal. Los zigzags de Kirchner le han borrado la perspectiva de un brillo estratégico a esa relación, como la imaginó el propio Rodríguez Zapatero. Es difícil construir una estrategia y un resplandor con un gobierno que sólo está pendiente de los diarios del día y, luego, de los del día siguiente. Tabaré Vázquez pudo sentirse ofendido también por la alusión presidencial a una opinión de un viejo funcionario de Clinton, Larry Summers, que ya no tiene poder ni destino en la política norteamericana. Son papeles aislados que le llegan al Presidente y que logran mostrar al peor y parcial Kirchner. Si Summers dijo que las plantas contaminantes debían irse a los países subdesarrollados, como afirmó Kirchner, ¿Uruguay es entonces un país cómplice de un crimen medioambiental? La Argentina tiene la presidencia pro tempore del Mercosur. Como tal, y como parte del conflicto, no debió hacer uso de sus atribuciones pasajeras para impedir una reunión del Mercosur pedida por Uruguay por los cortes de los puentes. Pudo reunir a los cancilleres y explicar la posición argentina de que se trata sólo de un conflicto bilateral. Le costará imponer ese criterio, porque fue la propia Argentina la que metió a Finlandia en el diferendo y recurrió al Banco Mundial para trabar los créditos. Puede tratarse de una buena estrategia, pero, admitámoslo, es contradictoria con la doctrina del conflicto bilateral. Kirchner es así: hizo valer hasta el extremo su poder circunstancial. De la misma manera, nunca entendió que el gobierno de Finlandia tiene un control muy limitado sobre una empresa privada. El mundo no se maneja con el implacable manual de poder del presidente argentino. El gobierno aguarda que el puente de Gualeguaychú se libere en las próximas horas. Botnia boicoteó la firma del acuerdo entre la Argentina y Uruguay. Es cierto. Pero los ambientalistas de Entre Ríos cometieron el extravío político de licuar la responsabilidad de Botnia cuando volvieron a cortar los puentes. La posición de Botnia es cada vez más débil: el borrador de acuerdo de los presidentes avanzaba sobre el control compartido del trabajo de la empresa. Ese control es, también, lo que reclamó el Banco Mundial. Con los puentes liberados, la Argentina recobraría la autoridad moral que perdió de manera imperdonable. “Los Fernández”, el uruguayo y el argentino, podrían retomar la negociación una vez que se liberen los puentes. Uruguay tiene voluntad de acordar cuanto antes. El problema no son entonces las razones, que las hay en todas partes, sino el autoritario atril y la eliminación de todos los mecanismos de contención con los que debe contar un presidente. Ni siquiera escuchó a los colaboradores que le habían redactado un buen discurso para presidir la inauguración de la Feria del Libro, la segunda más importante de América latina. Debió ir para acompañar también el discurso inaugural de Tomás Eloy Martínez, el más importante escritor argentino vivo y uno de los mejores en la historia de la literatura argentina del último medio siglo. Pero el Kirchner combativo del micrófono solitario se convierte en un presidente temeroso cuando debe enfrentar actos espontáneos. Nunca va a ningún lugar donde la platea es inasible para él ni donde la gente común no está bajo el férreo control de sus exaltados punteros.

Joaquín Morales Solá

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 23 de abril de 2006.

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