El despotismo organizado contra la institucionalidad republicana

El estilo de confrontación permanente que viene impregnando el discurso presidencial ( también exacerbado por la primera dama) nos retrotrae a otros tristes momentos de la vida política Argentina.

Por Hugo Storero

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Desde el inicio de su gestión, pero con una afanosa energía en el presente año, el Presidente Néstor Kirchner ha persistido de manera obstinada e implacable en la búsqueda de una mayor concentración de poder. 1. Los cambios en la composición del consejo de la magistratura que en la práctica consiste, ni más ni menos, en que ningún juez puede ser nombrado o removido si no cuenta con el aval numérico del Poder Ejecutivo Nacional, representan la plena potestad de un poder sobre otro, que debería ser independiente. 2. El uso indiscriminado de los decretos de necesidad y urgencia, que transformará al actual presidente al final de su gestión del año próximo en el jefe de estado que más ha utilizado – y desvirtuado – este tipo de facultades, deformando fuertemente la consistencia parlamentaria, como poder independiente 3. Más recientemente las medias sanciones de la reglamentación – precisamente – de los D.N.U y de modificación del articulo 37 de la Ley de Administración Financiera ( Superpoderes en la jerga popular). Este cóctel de medidas apunta al debilitamiento de la institucionalidad Republicana, limita las facultades del Congreso, acorta los márgenes de la actividad política de control, y elimina la transparencia en la administración de los recursos públicos. No se discute el actual crecimiento sostenido de la economía nacional y es por ello que es momento propicio para que esta particular coyuntura se transforme en una oportunidad para el mediano y largo plazo, mediante un plan estratégico sustentable del que hoy se carece y que permitiría prolongar en el tiempo la actual bonanza obtenida. Sin embargo, este tipo de emprendimientos estratégicos, son producto de los grandes acuerdos que se producen en el consenso y no en la confrontación ni en la acumulación hegemónica de poder, que vulnera el suspuestamente “molesto” equilibrio entre los tres componentes del Estado = Ejecutivo – Legislativo y Judicial. El estilo de confrontación permanente que viene impregnando el discurso presidencial ( también exacerbado por la primera dama), nos retrotrae a otros tristes momentos de la vida política Argentina, en los que se acorralaba a quienes criticaban determinadas posturas, recluyéndolos en la trinchera del enemigo. Lamentablemente, quienes tenemos memoria, sabemos lo mal que terminaron esos periodos de enfrentamientos siempre estériles. La democracia reclama exactamente lo contrario; reglas claras, diálogo franco, consensos a mediano y largo plazo, controles permanentes de las decisiones publicas, transparencia y participación creciente con la oposición desempeñando su rol en libertad. Si los diversos – sectores- y actores generan las condiciones para desempeñarse en este tipo de entornos, se comprenderán de manera colectiva las ventajas de la convivencia en un estado de derecho, haciendo crecer la democracia y las Instituciones Republicanas, y comprendiendo que la intolerancia y el autoritarismo se contagian y transforman en círculos viciosos, de los cuales es muy difícil escapar. Los argumentos utilizados por oficialismo en el debate parlamentario del Senado Nacional (donde ambos proyectos cuentan con media sanción) es que algunas provincias y municipios utilizan estas facultades otorgadas por los Superpoderes y que, además, otros presidentes ya han utilizado dicha prerrogativa. Ambas cuestiones son muy reprochables. La primera: si se equivocan otros dirigentes de las provincias, que no se repita el error desde la nación. Y la segunda: si otros presidentes apelaron en la emergencia a medidas de este tipo, interpretemos correctamente la realidad, dado que las mismas no produjeron efectos milagrosos ni nos sacaron de la emergencia. Al contrario, agudizaron la decadencia. Por eso es bueno detenerse en el análisis de otros países que también sufrieron crisis comparables, y que en el presente, han experimentado notables crecimientos de desarrollo humano, sin apelar a medidas de excepción sino que han apostado precisamente a lo contrario: al fortalecimiento de las instituciones y el imperio de la Ley. Ahora, el tratamiento de los Superpoderes y la reglamentación de los Decretos de Necesidad y Urgencia, se han trasladado a la Cámara de Diputados de la Nación, que en los próximos días abordará el debate. Ya existe un pésimo indicio en declaraciones públicas del presidente cuando condena a la prensa en un pretendido alineamiento y cuando manifiesta que hay diputados que lo extorsionan. La gravedad de dichas aseveraciones ameritan una denuncia ante los tribunales competentes, ante el riesgo que el daño institucional sea mas irreparable. No se puede lograr un ambiente de respeto y tolerancia para legislar , si la máxima autoridad de la nación se encarga de enrarecer el clima de debate con denuncias altisonantes. Es por ello que establecer precisos diagnósticos de situación permitirá consolidar la democracia, confiando que aprender de los errores del pasado nos ayudará a disuadirlos del presente. Queda claro que el abuso de poder no es solo del actual Presidente, que el no es el primero, pero es mucho más claro que si no se utilizan los topes y los controles institucionales, tampoco Kirchner será el último en utilizarlos.

Arq. Hugo Guillermo Storero Vicepresidente Bloque UCR H. Cámara de Diputados de la Nación

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