El campo es federalismo

El federalismo argentino tuvo y tiene en su seno distintos partidos, de la derecha a la izquierda, pero como modelo de país lejos está de la derecha por algo muy simple: es el único modelo en el mundo de distribución y equidad real, pues es una “democracia territorial”.

Por el Dr. Enrique J. Marchiaro

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Es lamentable lo que estamos viviendo, sobre todo de parte del Gobierno nacional que insiste con un modelo de crisis en un país que ya la superó. El modelo iniciado en el 2003 fue una vuelta de tuerca de la salida traumática del colapso 2001 (que sólo fue parcial, porque a nivel político el problema de la representación y otros no fueron resueltos). Es lamentable que para que un sector “sea escuchado” deba cortar rutas. Sin duda alguna si los productores no hubiesen declarado el paro agropecuario y cortado rutas, el tema no estaría instalado y los hubieran seguido “ninguneando” como hace cuatro años. Tampoco les hubieran dado “algo” de razón. Esto no significa que apoyemos este tipo de cortes, mucho menos el desabastecimiento… estamos tratando de comprender una conducta que es la consecuencia inevitable de un estado de cosas crónico. Desde el derecho está muy claro que los cortes sólo son válidos en la medida que la restricción del tránsito sea parcial, pues en dicho esquema son parte del “derecho a la protesta” que es uno de los que sin duda el Gobierno nacional ha garantizado… pero a costa de probar su propia medicina. Es que los cortes de ruta y a su vez determinadas medidas gubernamentales son parte de “un modelo de emergencia”. La emergencia es la suspensión parcial y temporaria del derecho y aún de la Constitución por razones de gravedad. Y quien se acostumbró a vivir en emergencia le cuesta muchísimo salir de la misma. En esto como sociedad y como Gobierno vamos mal, si bien la responsabilidad mayor siempre está en el Estado. Los indicadores económicos son de un país que ya superó la emergencia y no hay país en el mundo que se sostenga a largo plazo prorrogando esta medida tan drástica que, vamos a aclararlo, sólo se usa en casos excepcionales (guerra, hambruna general, catástrofe ambiental) Pero en Argentina inventamos la “emergencia económica” durante el S.XX y cuando parecía un recuerdo casi desconocido Menem la implantó en 1989, luego para salir de su esquema se la usó en el 2000 con el corralito y desde entonces sin parar. Hoy tenemos ley de emergencia y casi nadie lo cuestiona. Vivir con “emergencia” institucional significa que lo excepcional se transforma en normal o la excepción en la regla. Así no hay regla clara ni previsible posible. Así se fulmina cualquier futuro y es imposible alguna política de Estado. Por ello debe salirse de la misma y retomar a la “normalidad institucional” que significará que el poder legislativo recupere su rol, que el Estado pueda ser más controlado, que los ciudadanos tengan más responsabilidades que el Estado y derechos estables, etc. Lo que no comprende el Gobierno actual es que lo que pudo servir para un momento de crisis no sirve para más. Este es el problema, todos los temas que no se han resuelto están “atados con alambre” y con medidas de corto plazo (inflación, infraestructura, tarifas de servicios públicos, etc). Y quien cuestione esto parece que hace olas o es un opositor y si se caldean los ánimos, un enemigo público. Pero la emergencia económica va de la mano de un modelo político de alta concentración (Kichner sólo mejoró lo que antes hizo Menen en este sentido, claro que con una perspectiva que se dice de izquierda) que provoca que la representación se fragmente. Y aun cuando este Gobierno es mejor del anterior (Menem, pues el interregno de la Alianza profundizó el modelo agotado de la convertibilidad) no significa que sea hoy el mejor. Como no hay vacíos es lo “único que tenemos”, lo supimos construir como argentinos. Y lo descubrimos al iniciarse un mandato de cuatro años que prometió mejoras institucionales, cuando su primera señal fuerte en el tema agrario fue todo lo contrario: un golpe de mesa como los de Kirchner, que podían servir en la transición de la crisis pero ya no van más. A su vez no hay oposición con proyecto alguno lo que multiplica la concentración, de un modo muy parecido a Menen: se acuerdan del “yo o el caos”. Ahora es “nosotros o el golpe económico”. Las dicotomías dividen y alimentan las diferencias y las ideologías cerradas empobrecen la arena pública, transformándola en una “arena” donde sólo se compite y se blanden movilizaciones. No hay mediación entre los líderes y el pueblo, esquema típico del S.XX que ha sido superado en el mundo… pero aquí seguimos como si el populismo fuese la única vía democratizadora. Y con una oposición nacional que parecen periodistas y que carece de coherencia y varias cosas más, por ello el peronismo sigue fuerte, aun cuando sólo es un eco de algo muerto, entre otras cosas, porque la sociedad y el mundo han cambiado. Las retenciones en este esquema, son fundamentales para el Gobierno. Como muy bien lo califica el Diario El País de España el domingo pasado, Argentina no tiene más crédito internacional, no puede crecer si no es con ahorro propio y este ha salido del lugar más fácil y rápido, que es el excedente de la renta agropecuaria. Hasta aquí, el mismo esquema que el peronismo usó en buena parte del S. XX. La pregunta que uno debe hacerse es si este esquema es federal y redistributivo, como tanto se escucha. Lo segundo es verdad solamente en una parte, aun cuando es muy difícil sostener en cualquier lugar del mundo semejante nivel de retenciones. Recordemos que sólo se pedía volver al 34%, algo impensable para una economía “fuera de la emergencia”. En otras palabras, si a un sector le va mejor que al resto el mismo debe aportar al conjunto y el Estado debe redistribuir. Pero ello ya ocurría con el porcentaje que había. ¿Pero qué pasó para aumentar de golpe y sin consulta? Un problema de caja concreto: “No es cierto, entonces, que las retenciones se hayan utilizado o se estén utilizando para redistribuir ingresos, salvo los de los acreedores nativos e internacionales. Toda la política económica del Gobierno está en cuestión en este conflicto. No es el campo versus el Gobierno. Está la deuda externa, está la falta de infraestructura, están los bajos haberes jubilatorios, está la puja salarial”. Daniel Muchnik, Clarín 31-3-2008. Ahora… ¿puede ser que todos los medios de comunicación del país y el extranjero se equivoquen? ¿Podemos tener una idea tan distinta de la realidad? En las medidas dadas por la Presidenta el día lunes nada dijo sobre la coparticipación de las retenciones. Hubiese podido coparticipar aunque fuere “una parte” pero parece que el modelo unitario y centralista tributario es el traje que se ponen “todos los presidentes argentinos”. Y eso que todos desde 1983 en adelante son del interior. Todos se han llenado la boca con el federalismo pero no tenemos siquiera ley de coparticipación… porque se juega al juego del gran bonete porque la provincia de Buenos Aires no da su acuerdo (se requiere la total adhesión de las Provincias). Pero bien podría el Gobierno nacional (que recauda con una simple resolución ministerial en materia de retenciones… increíble, ¿hay mas emergencia que está?) dar una señal clara y coparticipar buena parte de esta renta. Estas son las señales claras y concretas, no más subsidios que son discrecionales, no transparentes y que “cansan” pues de nuevo la excepción es la regla (¿sabemos que nuestra economía se está construyendo en base a subsidios inmensos cuando estos deberían ser correctivos o excepcionales?). ¿Se entiende un poco dónde estamos parados y a dónde vamos? En cada tema todo parece así. Aclarado que las retenciones no son malas en si mismas en un porcentaje razonable queda por discutir su destino, porque si van a obras en el Gran Buenos Aires sólo se consolida un modelo territorial de concentración, cuando nuestra Constitución de 1853 reformada en 1994 proyecta todo lo contrario, pues el modelo federal a nivel territorial debe ser equitativo, con pleno desarrollo para las distintas regiones, equiparando competencias y recursos. El problema argentino es lo que toca esta crisis: es un problema de concentración política, económica y tributaria. El campo está planteando mucho más que unos puntos menos de retención. Es el emergente de un bloque territorial y económico y social que no tiene por lo visto representación política clara y que naturalmente tiene muchos menos votos que el conurbano bonaerense. El federalismo argentino tuvo y tiene en su seno distintos partidos, de la derecha a la izquierda, pero como modelo de país lejos está de la derecha por algo muy simple: es el único modelo en el mundo de distribución y equidad real, pues es una “democracia territorial”. Es un modelo inclusivo por naturaleza. En cambio el centralismo y el unitarismo sí son la concentración y su secuela de exclusión. Claro que en otro tiempo estas situaciones provocaban estampidas golpistas -insisto, por derecha y por izquierda-, pero era otro el mundo y otro el país. Hoy todos deseamos que el país avance y este Gobierno sea mejor. Y el mundo y el país son distintos, también, por algo simple: una democracia no es solamente sinónimo de votos sino de respeto de las minorías. El equilibrio es difícil, porque así como la minoría (hoy le toca al campo) no debe desacatar un plan de gobierno votado por la mayoría, esta última tampoco puede violar los derechos de esa minoría (y las retenciones así como están son una violación del derecho de propiedad y del programa federal). En ese delicado equilibrio deberemos transitar estos cuatro años.

Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 2 de abril de 2008.

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