El adoquinado de Rafaela es una real «marca ciudad»

Debemos tomar conciencia de que no somos dueños absolutos del patrimonio que heredamos. Tenemos una doble responsabilidad como pueblo en su instancia histórica: dar cuenta de lo que recibimos gracias al trabajo y visión de quienes nos precedieron y posibilitaron que hoy lo poseamos con orgullo, y preservarlo para que lo reciban y sigan poseyendo quienes nos sucederán.

Compartir:

Por Mariana Inardi y Mauro Williner (Rafaela).- Cuando leímos el proyecto de cierto Concejal que propone sólo conservar una parte del adoquinado en «algunos sitios históricos», nos preguntamos: ¿acaso existe una parte del adoquinado más histórica que otra? Sepa este edil que desde hace tiempo la UNESCO viene trabajando el concepto de «entorno patrimonial», opuesto a la idea de conservar «botones» como muestra de algo que existía, precisamente porque contrapone a esa mentalidad reduccionista de «eliminar», el hecho de sumarle valor a un bien que la comunidad ha heredado a lo largo de su historia y que por lo tanto la diferencia de otra; es decir, a la totalidad del bien, porque es ahí donde se puede contar la historia completa, y ser leída en su contexto.

Calidez ambiental

Cuando uno visita una ciudad tiene diferentes experiencias, pero recuerda sólo aquellas que por sus cualidades incorporó como realmente significativas. No en vano aquellos que han pasado por nuestra ciudad, además de reconocerla por otros exponentes y virtudes, la recuerdan y destacan por este signo identitario: evidentemente el empedrado, además de reflejar la historia de nuestra comunidad, aporta una calidad y calidez ambiental de la que un pavimento cualquiera e impersonal carece. ¿Imaginan esas calles con pavimento? ¿Garantizaría este acaso una buena calidad ambiental y sería realmente un avance? A los malos ejemplos de todo el país me remito. Para que lo entiendan aquellos que todo lo miden por su impronta comercial o actual, el adoquinado es la materialización de una «empresa ciudadana», pues Rafaela con su empedrado posee una «marca ciudad». Este es la huella de la primera expansión urbana y referencia, no sólo el centro, sino que también sistematiza y articula un recorrido posible por diferentes expresiones edilicias de los distintos períodos de su arquitectura, configurando y articulando así ese «entorno patrimonial».

A contramano de los tiempos

Parece a contramano de estos tiempos que se busque eliminar o destruir algo tan valioso que poseemos históricamente como ciudad y en forma original, cuando observamos que otras ciudades importantes que ya lo perdieron hace tiempo, hacen intentos artificiales por poseer algo similar a lo que fue. Ejemplo de esto es una reciente intervención urbana realizada entre el casco histórico de la Ciudad de Córdoba para vincular una serie de edificios históricos y culturales mediante una diferenciación en el pavimento (¿no podría interpretarse como una especie de adoquinado versión 2009?).

El adoquinado de Rafaela es una muestra directa de un sistema constructivo y del sentido original del tránsito en la ciudad (los arcos tienen una lógica de resistencia a la fricción del tránsito: se oponen/ían a él) y negarlo es ignorar parte de la historia de nuestra querida ciudad. Debe entonces entenderse que las tareas que se están llevando a cabo son necesarias y que no se puede pretender no gastar nada en ellas, luego de no invertir un peso en mantenimiento durante 82 años.

Pretender mutilarlo es ignorar también lo que significa una continuidad de gestión municipal y, aún peor, de un proyecto incluido en el Plan Estratégico 1997-2003 (Línea Estratégica: «Una ciudad que preserva su identidad: revalorizamos el acervo cultural e histórico, símbolo de nuestra identidad» – Proyecto: «Nueva Alfombra de la Ciudad», del libro «Obra de Gobierno: 1995-2003» – Ricardo Miguel Peirone).

Ya en ese entonces se pretendió filtrar el tema de la conveniencia o no de mantener el adoquinado por lo económico: se pudo evaluar allí que no sólo es más duradero el adoquinado, sino también más económico. Le recordamos a este concejal que el haber invertido recursos humanos y económicos en elaborar un proyecto, discutirlo, aprobarlo y ponerlo en marcha para después volver atrás, también es malo utilizar los recursos de los ciudadanos. ¿Dónde estaba este iluminado cuando se discutían estas cuestiones?

Granito de Noruega

Tenemos el privilegio como ciudad de poseer un patrimonio fuera de lo común. No se trata de un edificio: es el mejor «piano nóbile» que nos podría haber tocado en suerte (4.000 toneladas de granito de Suecia y Noruega) sobre el que cada día nos movemos para realizar nuestras actividades y vivir nuestras vidas. Tal vez su cotidianeidad nos impida valorarlo como si se tratase de un castillo, un palacio, etc., pero sin darnos cuenta tenemos la mejor justificación para conservarlo: después de ocho décadas sigue siendo tan útil como cuando fue concebido (¿podrá decirse lo mismo de este concejal sobre su utilidad, llevando la mitad de tiempo de existencia?) Invitamos a esta persona a la lectura del libro «El diseño invisible», de Norberto Chaves; de los documentos sobre «Paisajes Culturales» de Joaquín Sabaté, y a escuchar lo que los arquitectos reconocidos que visitaron la ciudad expresaron al respecto. Sepa también que a veces es sensato reconocer las propias limitaciones y escuchar a la gente que ha estudiado y se ha especializado en temas tan específicos.

Por último, instamos al Ejecutivo a que tome la decisión política de declarar al empedrado patrimonio de la ciudad de una vez por todas, para que no tengamos que lamentar otra pérdida, no nos acostumbremos a estas actitudes y estemos protegidos de las ideas de ciertos «improvisados» de turno. El patrimonio constituye un elemento referencial de la memoria y la cultura de un pueblo, y es indispensable para la proyección de su futuro. Los pueblos que son nuestros referentes de progreso tienen gran respeto por su historia y una lectura ajustada de la misma, la que es posibilitada, entre otras cosas, por estos «mojones tangibles».

No somos dueños

Deberíamos estar debatiendo sobre cómo potenciar lo bueno que heredamos, esto que ninguna ciudad ni pueblo de los alrededores posee en tal magnitud, en lugar de estar buscando excusas improvisadas para destruirlo. Tendríamos que discutir sobre cómo hacer el proyecto lo suficientemente flexible para posibilitar su concreción a partir de implementar mecanismos de financiamiento posibles y sustentables aún ante condiciones de prioridades diferentes.

Debemos tomar conciencia de que no somos dueños absolutos del patrimonio que heredamos. Tenemos una doble responsabilidad como pueblo en su instancia histórica: dar cuenta de lo que recibimos gracias al trabajo y visión de quienes nos precedieron y posibilitaron que hoy lo poseamos con orgullo, y preservarlo para que lo reciban y sigan poseyendo quienes nos sucederán.

A quien le interese intercambiar opiniones o profundizar el tema puede hacerlo a través de, http://salvemoselpatrimonio.blogspot.com

Compartir:

1 thought on “El adoquinado de Rafaela es una real «marca ciudad»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *