Economía: recaída y dolores de parto

Cuanto más profunda sea la crisis de los países desarrollados más sufriremos todos, pero también se acercará con mayor velocidad un mundo completamente distinto al que hemos vivido en los últimos siglos y cuya comprensión requerirá lecturas igualmente diferentes e innovadoras.

Por Juan J. Llach (Buenos Aires)

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Por Juan J. Llach.- Para combatir la desaceleración de las economías de los Estados Unidos y Europa es necesario aplicar una combinación de medidas que eviten la contracción y fortifiquen la confianza, sin desatender la solvencia fiscal.Nadie lo previó así. Los Estados Unidos amenazados por el default, emitiendo dinero para financiar su déficit y con su calificación crediticia degradada y puesta en perspectiva negativa por Standard & Poor’s. Europa resistiéndose a una emisión que de todos modos deberá hacer y con el euro asediado al menos en su alcance. Los PIIGS –Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España– sin poder resolver su insolvencia y amenazando contagiar a vecinos como Bélgica o aun Francia. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero criticando por su dureza a los alemanes pero pidiéndoles ayuda sin la desleída arrogancia española cimentada en gastar endeudándose. Países desarrollados con población en baja y graves amenazas a la seguridad social y a su estado de bienestar. Japón, el país con menos futuro. Revoluciones a su modo “democrático-burguesas” en países islámicos. Países modelo en lo suyo como Chile y Noruega, afectados respectivamente por protestas violentas y asesinatos en masa expresivos de conflictos sociales nacientes o irresueltos que también aparecen en Gran Bretaña e Israel. Los países emergentes aguantando todavía a pie firme y los commodities dando a sus productores los mejores términos del intercambio externo en más de un siglo pero también una riesgosa apreciación de sus monedas. La gente corriendo por doquier hacia el oro, la “reliquia bárbara” de Keynes, por si se cae todo. Como dijo Tocqueville de los monarcas y nobles franceses del Antiguo Régimen, los líderes globales de hoy no leyeron los “cuadernos de peticiones” de estos tiempos y siguieron jugando con fuego. En efecto, ni aquellos deberían haberse sorprendido de la revolución ni éstos de que el mundo esté en serio riesgo de volver a la Gran Recesión iniciada en 2008. Se diluyeron rápidamente el espíritu y la acción del encuentro del G20 en Londres (abril del 2009), cuando en los hechos se decidió coordinadamente evitar hasta nuevo aviso el default de los países y la quiebra de los bancos que comportaran riesgo sistémico. La crucial cuestión de los tipos de cambio se dejó librada a las fuerzas del mercado y de los bancos centrales, casi todos buscando devaluar o no revaluar; y la regulación del sistema financiero aun no se implementó. En Europa, la previsible insolvencia de los PIIGS asomó con fuerza hace ya más de un año y medio sin ser atacada como se debía y corriendo detrás de los acontecimientos, para colmo de males con el Banco Central Europeo jugando al duro con una política monetaria mucho menos expansiva de lo necesario. En los Estados Unidos, la patética actitud de la derecha del partido republicano, el Tea Party, dio como resultado un acuerdo bipartito que elevó los límites de endeudamiento al precio de un gran ajuste fiscal, contraproducente ante la debilidad de la economía norteamericana. Al finalizar la administración Clinton, hace diez años, se proyectó que se acumularía hasta 2011 un superávit de 2,3 billones de dólares. La realidad fue completamente distinta: terminarán este año con una deuda en poder del público estimada en 10,4 billones de dólares. La diferencia de 12,7 billones entre la proyección y la realidad se explica en el 55% por las políticas de la administración Bush (guerras y rebajas de impuestos a los ricos), sólo en el 11% por las políticas de Obama y el restante 33% por medidas tomadas para combatir una Gran Recesión debida en gran parte a erróneas decisiones implementadas durante el gobierno de George W. Bush. ¿Hay alguna solución no demasiado traumática que evite al menos la Gran Recesión II? Esta es la pregunta más relevante porque, si no la hubiera, podría volver hasta el fantasma de una crisis como la de 1929. Mi respuesta es positiva, pero también es probable que los desteñidos líderes globales demoren en encararla. Los problemas centrales a resolver son la desaceleración de las economías de los Estados Unidos y Europa y el altísimo endeudamiento público y privado de ambos. Solucionarlos requiere una delicada combinación de medidas que eviten la contracción de la economía y refuercen la alicaída confianza sin rifar la solvencia fiscal. El principal instrumento restante para evitar la recesión es otra vuelta de tuerca de la política monetaria, con más emisión para comprar bonos públicos y privados (quantitative easing) tanto en los Estados Unidos como en Europa, y con una baja de las tasas de interés en la zona euro. A esto parecieran estarse encaminando morosamente las autoridades. Por cierto, esta política acentuará luego las presiones inflacionarias, pero el costo económico, social y político de una deflación sería aun mayor. Además, debería adosarse una política fiscal al menos no contractiva en territorio norteamericano –políticamente improbable– y en los países pudientes de Europa. Otra política importante para reactivar es la cambiaria. Piense lo que piense el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, es necesario depreciar al euro y también hace falta cierta depreciación de las monedas no asiáticas respecto de las asiáticas, muy especialmente el yuan chino. Esto ayudaría a reactivar las economías y las exportaciones de Occidente y, por lo tanto, las importaciones de un Oriente que debe fomentar más el consumo. También moderaría tendencias proteccionistas ya operantes, como lo evidenció Brasil. En cuanto al endeudamiento público, la mejor solución económica sería que China, el país de porte más solvente del mundo, o los Emiratos Árabes, actuaran más decididamente como prestamistas de última instancia de Europa. Hoy parece obvio que la geopolítica y los sentimientos nacionalistas lo impedirán, pero quién lo sabe. Los caminos restantes son tres. El primero, menos costoso y menos probable, es que las políticas de reactivación sean tan contundentes como para devolver el buen humor a los mercados financieros, bajar los tipos de interés y licuar gradualmente las deudas. El segundo es permitir a algunos de los PIIGS salir “temporariamente” del euro, camino hoy prohibido. El tercero, el más complejo pero también el más probable cada día, es la reestructuración de las deudas, empezando por Grecia. Las dos últimas alternativas configurarían en conjunto un “camino argentino” más ordenado que aquí. En medio de tanto descalabro, la buena noticia es que el reciente derrumbe de los mercados crea condiciones más favorables para que los líderes mundiales se “pongan las pilas” y actúen coordinadamente, como en Londres hace casi dos años y medio. Esto seguramente ocurrirá, pero es crucial que sea rápido ya que de lo contrario seguirán cayendo, aunque menos que en 2008-2009, y llevarán a la recesión al mundo desarrollado. ¿Podrán los países emergentes “desengancharse” de la crisis tal como en medida variable lo lograron entonces? Sólo si la coordinación a nivel del G20 actúa ya mismo, podrán salir casi indemnes. En caso contrario desacelerarán su crecimiento o caerán en recesión en proporción directa a los desaciertos de los países desarrollados y a los suyos propios. Aun así, en el balance final se encuentran más evidencias favorables a interpretar que lo que ocurre en la economía global son principalmente los dolores del parto de un nuevo ordenamiento en el que los países emergentes, y de más en más los pobres del mundo, serán protagonistas. Cuanto más profunda sea la crisis de los países desarrollados más sufriremos todos, pero también se acercará con mayor velocidad un mundo completamente distinto al que hemos vivido en los últimos siglos y cuya comprensión requerirá lecturas igualmente diferentes e innovadoras.

Fuente: revista Criterio, Buenos Aires, Nº 2374, setiembre 2011.

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