Dos amigos, un destino en común: la batalla de Salta en perspectiva

Por Adán Costa.- Manuel Belgrano y Juan Pío Tristán eran entrañables amigos. Ambos nacieron en suelo americano. Manuel en Buenos Aires y Pío Tristán en Arequipa, Perú. Sus historias de vida los encontraron en España a finales del siglo dieciocho y los desunieron a principio del siglo diecinueve en América. Habían estudiado juntos Derecho y Economía en la universidad pública española de Salamanca entre los años 1786 y 1793. Se supo también que se habían enamorado de la misma mujer. Manuel y Pío se respetaban, se admiraban en el cariño recíproco. Eso nunca estuvo en duda, ni aún en sus peores circunstancias.
La Batalla de Salta, ocurrida hace doscientos seis años, un 20 de febrero de 1813 terminó enfrentando militarmente a estos dos entrañables amigos. Manuel Belgrano al mando de las tropas patriotas y Pío Tristán al servicio de los realistas. Cuenta la efeméride escolar lo que más o menos todos recordamos. Una resonante victoria para el ejército de la revolución de Mayo que termina fijando la frontera norte de Argentina tal cual la conocemos hoy los argentinos. Y que esa decisión corrió enteramente a riesgo de Belgrano, porque las autoridades porteñas le habían ordenado tajantemente bajar a Córdoba o a la misma Buenos Aires para dar la batalla, cosa que desoyó. Como consecuencia de este triunfo los ejércitos realistas fueron detenidos en su avance hacia el sur y estas tierras nunca más pudieron ser recuperadas para los intereses realistas. Cuenta la crónica historiográfica que luego de la Batalla, Belgrano invitó a su amigo Pío Tristán a su tienda de campaña y se fundieron en un abrazo interminable.
Pero hay un hecho poco usual ocurrido en las contiendas bélicas de la época. Los prisioneros realistas, entre ellos el mismo Tristán, fueron puestos en libertad luego de jurar que no volverían a tomar las armas contra la revolución americana. En ese sentido enterró a todos los caídos en la batalla bajo suelo común, con el lema “Ni vencedores ni vencidos”. Belgrano en estas inéditas decisiones fue muy criticado, incluso por sus filas propias, entre quienes se destacaba un joven y brioso Manuel Dorrego, comandante de la reserva del ejército de Belgrano. Se supo que la intervención sorpresiva y temeraria en la batalla de Dorrego fue decisiva en la resolución favorable de la batalla.
¿Qué es lo que sabía Belgrano y que de alguna manera no tuvo la repercusión de los comentadores de su posteridad? Su pensamiento político. Belgrano sabía que la inmensa mayoría de las personas que hacían la guerra eran americanos, aunque peleasen de un lado y otro de las banderas. Así se lo hizo saber al enviado Tristán, apenas terminada la batalla “Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramada tanta sangre americana”.
Este pensamiento, que incluso hacía inútil sostener toda una empresa bélica para lograr independencias, partía de un razonamiento político y cultural adecuado. Ese pensamiento hubiese requerido una mayor comprensión de la que se le prestó entonces. Somos todos compatriotas que nacemos en un destino común. Podemos nacer en Santa Fe, en Tucumán, en Buenos Aires, en Potosí, en Arequipa, en Lima o en Caracas, pero es indistinto. Nos une una historia en común que se viene escribiendo ancestral y milenariamente. Los intereses de quienes se siempre se han opuesto han exacerbado diferencias que en lo profundo no son verdaderamente tales, se fomentó una idea en que los protagonismos son individuales y nunca colectivos.
Esa visión de Belgrano es la que nos demuestra que siempre las circunstancias, aún las más gloriosas, son provisorias y las victorias culturales siempre son definitivas.

El autor es santafesino, integrante del Instituto de Pensamiento Latinoamericano.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *