Día del Padre: “La paternidad pide Dios para el que contrae matrimonio”

Es la reflexión de Romeo Monay a los 77 años. Tiene 10 hijos y 26 nietos. Trabajó en el frigorífico Rafaela (hoy Rafaela Alimentos), tuvo participación en organismos de la escuela Belgrano y fue candidato a concejal por el Partido Demócrata Cristiano. Hace casi 19 años es diácono permanente y es activo colaborador de la parroquia Sagrado Corazón.

Por Emilio Grande (h.)

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“El Día del Padre es un valor sublime y la paternidad es lo que pide Dios para el que contrae matrimonio”, afirma Romeo Pascual Monay, nacido en Rafaela hace 77 años, en una entrevista con este cronista. Se casó con Zulma Rita Fornasiero el 23 de mayo de 1957, de cuyo matrimonio nacieron: Néstor Daniel, Enrique Atilio, Mónica Susana, José María, Roberto Carlos, María Inés, Miguel Angel, Viviana Leonor, Claudia Cecilia y Martín Alejandro. La familia se agrandó con la llegada de 26 nietos. Sobre la cantidad de hijos, Romeo hizo una confidencia: “a mi señora le habían hecho una prueba familiar y le pronosticaron 10, pero también perdimos dos”, para agregar que “nunca nos cuidamos para que ella quedara embarazada y los hijos vinieron cuando Dios los mandaba y los aceptamos a todos”. A la hora de hablar sobre la “economía familiar”, aclaró que “no fue fácil el mantenimiento de la familia y me pasaba buena parte del día fuera de casa, buscando el sustento”. Antes de casarse trabajó cuatro años en la entonces farmacia Borella (donde está ahora la agencia del PAMI) y a partir del 1 de marzo de 1950 ingresó al Frigorífico Fasoli (ahora Rafaela Alimentos) y permaneció durante 43 años hasta el 31 de diciembre de 1992, trabajando en la sala de máquinas y el taller de autos y camiones. Con la llegada de los hijos empezó a realizar tareas particulares fuera de hora en mecánica de automóviles, electricidad de autos y casas, y en albañilería. Además, no descuidó lo comunitario, integrando la comisión de ex alumnos de la Escuela Belgrano durante 10 años y luego la cooperadora de la escuela (15 años). También tuvo una pequeña militancia política en el Partido Demócrata Cristiano y fue candidato a concejal. Como creyente no rehuyó su participación religiosa en el Movimiento Familiar Cristiano, la Renovación Carismática, Misiones Rurales, mientras fue estudiando para el diaconado permanente. “El 10 de noviembre próximo cumplo 19 años de diácono”, recuerda con una memoria envidiable. A excepción de confesar y oficiar misa, sus tareas son realizar bautismos, casamientos, sepelios, proclamación del Evangelio, comuniones y bendiciones. Siempre colaboró con la parroquia Sagrado Corazón de Jesús (vive en el barrio en calle Pellegrini 1314) desde sus inicios en 1959 cuando se formó la comisión pro-templo y en 1961 se colocó la piedra fundamental y empezó a funcionar en la capilla del Hospital con sacerdotes de la congregación del Verbo Divino. Volviendo a su paternidad, Monay siempre tuvo el deseo que “los hijos sean buenos y una familia unida, vivamos en la amistad que surge del amor de Dios. Hubo distintos tiempos en la vida de cada hijo y duros momentos de carestía porque a veces no alcanzaba para vivir, pero todos colaboraban en la casa; ahora nos quedamos solos porque se casaron nueve hijos y uno se hizo sacerdote”. Respecto a la educación de los hijos, sostiene que “antes era más reprimida y ahora se demanda más libertad, pero se puede educar en el amor y sin tanta permisividad; hay que tener las «riendas» para ser padre porque los chicos de hoy son incontenibles y rebeldes, incidiendo la televisión con tanta violencia. Antes en la escuela el maestro le daba una penitencia a los chicos y ahora van los padres a golpear a los maestros, perdiéndose la moral y los valores porque antes el padre era aceptado por sus hijos y ahora lo retrucan e insultan”. Y continúa con sus reflexiones: “Siempre estuvimos luchando porque la vida es así, es bueno tener un trabajo estable, hay un refrán que dice que «el trabajo es salud»; no puedo estar parado y ocioso y siempre estoy en movimiento porque me canso cuando estoy sentado”. Desde que se jubiló se dedica de lleno a la vida parroquial. “Estoy en la parte espiritual y humana de la comunidad, y en el mantenimiento general de la parroquia (electricidad, pintura, cortar el césped, albañilería)”, destaca. Ya se solucionaron los problemas de desagües en el techo y las filtraciones; en el interior del templo se pintaron algunas paredes y falta completar en otras.

Emilio Grande (h.)

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