Desafíos de la globalización

El encuentro de Davos suscita preocupaciones sobre el futuro

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DAVOS, Suiza, sábado, 4 febrero 2006 (ZENIT.org).- Hace dos semanas tuvo lugar en Suiza la ronda de conversaciones anual de más de dos mil hombres de negocios, políticos y celebridades, el así llamado Foro Económico Mundial. «El proceso de globalización crea amplias oportunidades para individuos, empresas y sociedades», observaba el Financial Times en la introducción de un suplemento publicado el 25 de enero. Martin Wolf, principal articulista económico del periódico, escribía que el volumen del comercio de mercancías mundial subió un 9% en el 2004, comparado con el crecimiento del solo 4% de la producción global total. Y, el pasado octubre, la Organización Mundial de Comercio pronosticaba un crecimiento del comercio mundial de mercancías del 6,5% en el 2005, un crecimiento más rápido que el de la economía mundial. Pero la globalización no ha beneficiado a todos por igual. «Muchos en Latinoamérica y el África sub-sahariana no han logrado prosperar», indicaba Wolf. Esto significa que países con una población de más de 1.500 millones de personas se están quedando cada vez más atrás. «En sí misma esta es una grave amenaza contra la sostenibilidad a largo plazo de la globalización», advertía. En la sesión de apertura se oyeron buenas noticias sobre el crecimiento económico de India y China, informaba el 25 de enero Associated Press. Y la canciller alemán Angela Merkel adelantó que la economía de su país se expandiría un 1,4% en el 2006, bastante rápidamente para reducir su alto desempleo. No obstante, una encuesta entre los participantes a la reunión, hecha pública por los organizadores el 20 de enero, encontró que, aunque la mayoría piensa que la próxima generación vivirá en un mundo económicamente más próspero, cerca de la mitad pensaban que será menos seguro. Entre los principales temas a discutir estaban la globalización, el surgimiento de India y China, el precio del petróleo. Asimismo, el comercio internacional ha sido un tema importante, con cerca de 30 ministros de comercio presentes en Davos. Otros temas tocados en las sesiones incluyeron el Sida, el nacionalismo, los derechos humanos, el terrorismo, los problemas medioambientales, y el derrumbamiento de la confianza en los políticos y las instituciones públicas. La protestas a gran escala en Davos por parte de los grupos antiglobalización son cosa del pasado. Esto ha ocurrido, en parte, porque sus esfuerzos se concentraron en un encuentro paralelo, el Foro Social Mundial, reunido en Caracas, Venezuela. La mayoría de los participantes se mostraron unidos por una fuerte oposición al gobierno de Estados Unidos y a la guerra de Irak, informaba el 23 de enero Associated Press. De hecho, el encuentro de Caracas ha atraído a cerca de 100.000 personas, según un reportaje de la BBC del 25 de enero. Los activistas han pedido medidas contra la pobreza, el fin de la guerra en Irak, y han criticado el libre comercio, informó Associated Press el 26 de enero. Un encuentro paralelo, más pequeño, ha tenido lugar también en Bamako, Mali, bajo la bandera del Foro Social Mundial. Otro tendrá lugar a finales de este año en Pakistán.

Oportunidades para todos

La Iglesia ha ofrecido frecuentemente su propia reflexión sobre los aspectos éticos de la globalización. Un ejemplo reciente es el folleto publicado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Contiene, en varias lenguas, dos discursos pronunciados en un encuentro que tuvo lugar en Roma, en la Universidad Lateranense, el 25 de febrero del año pasado. El evento tuvo lugar para presentar un informe preparador por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), «Una Globalización Justa: Crear Oportunidades para Todos». En el evento hablaron el director general de la OIT, Juan Somavia, y el cardenal Renato Martino, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Somavia afirmó que en un mundo más interconectado que nunca es esencial buscar soluciones basadas en el diálogo y los valores comunes. No necesitamos inventar nuevos valores para tratar los desafíos de la globalización, declaró. Para tratar los problemas de hoy se deben aplicar muchos valores ya existentes, como la dignidad del ser humano, y la necesidad de justicia social, añadió. Asegurar un trabajo digno tiene mucho en común con la enseñanza social de la Iglesia, observaba Somavia. El trabajo es una fuente de dignidad y es fundamental para la estabilidad familiar. También está ligado a la paz y a las sociedades estables. Con este fin, la globalización debe asegurar mejores puestos de trabajo en todos los países, no sólo productos más baratos, sostuvo. Asimismo, la globalización debe guiarse por principios como la justicia, la equidad y la dignidad. El cardenal Martino comenzó indicando lo acertado del título del informe. Crear oportunidades para todos es, de hecho, una línea de acción ideal, afirmó. Esta aspiración está de acuerdo con lo que el Papa Juan Pablo II ha dicho en muchas ocasiones, al referirse a la necesidad de una globalización en la solidaridad, evitando marginar a las personas. El representante vaticano elogió el trabajo de la OIT al promover la cooperación entre los gobiernos, los empresarios y los trabajadores. De esta manera, el mundo del trabajo se puede introducir en un marco de valores compartidos, aunque haya conflictos de intereses, afirmaba el cardenal. De hecho, el informe tiene una metodología subyacente del valor, es decir, que existe un bien común de toda la humanidad y que es correcto y razonable perseguirlo, observaba. Con demasiada frecuencia, el debate sobre la globalización se fragmenta en una multitud de posiciones ideológicas y de intereses especiales. En su lugar, recomendaba el cardenal, necesitamos recordar la dimensión social de la globalización, basada en valores universales, en el respeto de los derechos humanos, y en la dignidad individual. Una de las necesidades subrayadas en el informe de la OIT tiene que ver con el área de las comunidades locales y los mercados. La globalización se ha concentrado en la esfera internacional, pero se ha prestado relativamente poca atención a los problemas al nivel en que las personas trabajan y viven.

Un marco ético

En el debate sobre los aspectos éticos de la globalización, el cardenal Martino observaba que la Iglesia católica tiene una importante contribución que hacer, una perspectiva humanista plena. «La realidad de la globalización», afirmaba, «no se conoce con detalle sin una verdadera visión del hombre y sin un marco ético». La globalización, explicaba el cardenal, no es una suerte de fenómeno incontrolable y natural. Más bien, es un fenómeno humano, ligado al ejercicio de la libertad y la responsabilidad. Para hacer frente a estos desafíos, afirmaba, necesitamos un código común ético, un código basado en la común humanidad de todas las personas. La Iglesia, continuó, anuncia que toda la humanidad está llamada por Dios a formar una única familia en la que se reconozcan los derechos y responsabilidades de todos. Como consecuencia, las comunidades políticas están llamadas al servicio de todas las personas. Resulta vital, en este contexto, que la globalización no pierda de vista el tema del trabajo humano y su dignidad, añadía el cardenal. La posibilidad de trabajar transforma a una persona pobre, que necesita ganarse la vida, en una fuente capaz de proveer a las necesidades personales y comunitarias. Asegurar el suficiente trabajo para todos es parte de lo que implica el concepto de globalización en la solidaridad, observaba el cardenal. Por eso, la llamada a la solidaridad no es sólo un sentimentalismo vago. Es una política de responsabilidad compartida, y un estímulo a coordinar los recursos para el bien común. La globalización que interesa a la Iglesia, comentaba el cardenal Martino, es la que implica la asistencia recíproca. En dicho sistema, todos colaboran para alcanzar lo que es bueno para cada ser humano. Una globalización que no deja tras de sí a nadie.

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