Por Adán Costa.- Si pongo a un empleado en la puerta de una fábrica de autos a contar patentes de autos que salen de esa automotriz voy a tener un dato. Pero si pongo dos o tres o diez empleados a contar las patentes de autos no significa que por ese solo hecho voy a garantizar que se decuplique la salida de autos. Eso va a depender necesariamente de la capacidad productiva de la automotriz. Pensar este sencillo ejemplo viene a desterrar la falacia de una información que circuló con fuerza por estos días de pandemia. Se dijo, cuando se descentralice el test de covid-19 vamos a tener el conocimiento de una mayor cantidad de personas contagiadas. Error. La curva de crecimiento del contagio no va a depender de un test sino de la circulación del virus y de las medidas que se tomen para contenerlo y la responsabilidad para cumplir con el aislamiento social. Esta explicación sencilla nos sirve para parar la pelota y escuchar mejor el conjunto de las evidencias científicas.

Jorge Aliaga es un científico que fuera decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, y probablemente sea quien viene demostrando con mayor pertinencia la evolución de la pandemia en la Argentina. Sus gráficos son de ineludible lectura para comprender cabalmente el fenómeno. Aliaga razona con la mente de un físico. Lo complejo de este virus es que los números que vemos hoy, corresponden a lo que sucedía unos 15 días atrás. Es el lapso que tarda el fenómeno en manifestarse: desde que tenemos los síntomas, llamamos a un médico, nos realizan el test, nos llegan los resultados del test y nos aislamos totalmente. El 25 de marzo Aliaga detectó un quiebre en la progresión de la curva. Ya habían transcurrido dos semanas desde que se habían comenzado a suspender las primeras actividades, es decir, el 11 de marzo se decidió la cuarentena a viajeros, el 12 suspensión de espectáculos públicos y el 16 el cierre de fronteras. Hasta el 25 de marzo la curva crecía a una tasa que multiplicaba por 10 los casos cada 10 días.

En ese momento teníamos 500 infectados, lo que significa que si continuábamos a ese ritmo, diez días después íbamos a tener 5 mil, otros diez días después ya serían 50 mil y 10 días después 500 mil. Esta situación es la que ocurrió con Nueva York porque no prestaron atención cuando había pocos contagiados. Y hoy están enterrando personas en fosas comunes en la isla de Hart, en el estado de Nueva York. Hay que pensar que en Argentina se tomaron las medidas cuando apenas teníamos 100 casos. Por eso, 10 días después no llegamos a tener mil.

Para la epidemia es fundamental tener la capacidad de leer el escenario 15 días para adelante o 15 días para atrás, dependiendo si el propósito es proyectar el escenario futuro o comprender cómo estamos hoy. Hoy la sociedad argentina y sus autoridades vienen escuchando muy bien la evidencia científica que nos va revelando el fenómeno, inesperado, letal y de escala mundial. Y tomando decisiones en ese sentido. A hoy, 10 de abril, la Argentina tiene solamente 1984 personas afectadas, infinitamente mucho más bajo si no se hubieran tomado las medidas de aislamiento social obligatorio, como ocurre en otros países denominados “centrales”, como Italia, Estados Unidos o Inglaterra. Y también, lamentable e inexplicablemente en países de la región, como el Brasil.

Hoy se está entendiendo un poco mejor cuando se escucha decir que este es un gobierno de científicos y no de “ceos”. En otros tiempos de la Argentina, se enviaban a lavar los platos a los científicos. Como toda historia encierra sus paradojas, hoy es el día del investigador científico, porque un 10 de abril de 1887 nacía en Buenos Aires Bernardo Houssay, quien por sus investigaciones sobre el papel que desempeñan las hormonas pituitarias en la regulación de la cantidad de azúcar en sangre, fue galardonado con el Premio Nobel en Medicina en 1947. Fue el primer latinoamericano meritoriamente reconocido en ciencias.

La sociedad argentina, su responsabilidad ante la cuarentena y su dirigencia son observadas por el mundo por el modo en que viene repeliendo este fenómeno sanitario. Seamos conscientes de ello para que podamos ver el bosque y no nos quedemos solamente con los árboles que aparecen por delante.

El autor es abogado de la ciudad de Santa Fe y docente universitario.

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