Cuestiones sensibles en torno al aborto

En lugar de enfrentar esos graves problemas sociales optamos por atentar contra la vida por nacer, no hacemos más que agregarle muerte a ese panorama sombrío. Nosotros somos capaces de apuntar más alto y de sostener un profundo respeto por la dignidad de los más débiles.

Por Víctor Manuel Fernández (Buenos Aires)

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Por Víctor Manuel Fernández.- “Los argentinos podemos resolver los problemas sin arrancarle la vida a un inocente antes de que pueda defenderse”.¿Cómo resuelven un problema los sectores más autoritarios? Eliminando a los débiles. La política de violación de los derechos humanos que avergonzó a nuestro país, ha dejado profundas secuelas en la cultura argentina. Porque aun los sectores progresistas continúan con la misma lógica: resolver un problema de manera pragmática, aniquilando al molesto. El primer derecho de los humanos Aparentemente nuestra sociedad creció en el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales. Pero el derecho a la vida es el más elemental. Si se lo niega, se debilitan todos los demás. Si aparece alguna excusa para eliminar una vida humana inocente, siempre aparecerán razones para quitar del juego a un ser humano que molesta. Es decir, si afirmamos que no se puede matar a un ser humano cuando tiene más de tres meses, pero sí cuando tiene unas horas menos, entonces siempre habrá algún argumento para borrar una vida humana: porque tiene alguna discapacidad, porque es demente, porque es anciano, porque es deforme, porque no sirve al sistema, porque es peligroso… ¿Por qué no? ¿Qué razón de fondo nos quedaría para defender una vida humana, más allá de las conveniencias pragmáticas? Más allá de la apariencia Debido a la pequeñez del embrión, que ni siquiera se ve, uno corre el riesgo de ignorar su valor. Muchos se inclinan a creer que es un pedazo de la mujer, una especie de víscera prescindible. Sin embargo, hay una diferencia inmensa: un órgano de la mujer tiene su mismo código genético, pero el embrión no. Es otro ser, distinto de un óvulo, distinto de la madre. Su código genético ya tiene todas las características que tendrá ese humano adulto nuevo y original. Sólo le falta desarrollarse. Por eso no puede ser extirpado como quien se opera de un tumor. ¿No es evidente que se trata de algo más? Siendo así las cosas, el aborto no es una opción que se vuelva lícita en determinadas circunstancias. Mujeres que sufren Sin duda tenemos que crecer mucho en el respeto a los derechos de las mujeres. La violencia doméstica y la discriminación laboral, por ejemplo, son hechos intolerables. Pero ese ser indefenso que está tratando de nacer también puede ser una mujer. Más allá de su pequeñez tiene todos los derechos humanos, porque es una vida humana nueva. ¿Puede la mujer adulta decidir libremente sobre la vida de esa otra mujer frágil que lleva en su vientre? Si la razón es que no piensa o no habla, ¿qué haremos con esos niños de diez años que por diversas razones tienen muy reducida su capacidad de razonar? Una madre que dio a luz a un hijo discapacitado podrá sufrir mucho, pero sabe que no puede superar su dolor asesinándolo. Las respuestas siempre tendrán que buscarse en otra parte, no en la muerte. La mujer violada es una víctima que enfrenta una angustia a veces atroz. ¿Pero vamos a eliminar su dolor convirtiendo en víctima a esa vida nueva que crece dentro de ella? Esa angustia no se sana convirtiendo al más frágil en la variable de ajuste, y no hay argumentos para que ese pequeño, tan humano como su madre, deba pagarlos errores ajenos. Él es un ser único, llamado a la vida, más allá de la forma como haya sido engendrado. También hay lugar para él o para ella. No es humano resolver un mal con otro mal, favorecer a un débil en contra de otro. Las mujeres pobres Hay un argumento que no se puede tomar a la ligera: se dice que, mientras las mujeres ricas pueden encontrar y pagar lugares donde abortar sin riesgos, no sucede lo mismo con las pobres, que así se ven expuestas a los mayores riesgos sanitarios. En este, y en cualquier otro contexto, necesariamente uno vuelve a preguntar si eso se resuelve mutilando y destrozando la vida de ese niño pobre que crece en el seno de su madre. Es razonable y humano que nos preocupe si ochenta mujeres al año mueren por aborto, pero también es razonable tratar de impedir que mueran miles de niños abortados. Por otra parte, hay que agregar que esta argumentación suele provenir de sectores acomodados que desconocen la cultura de la mayoría de las mujeres pobres. Para ellas los hijos son el mayor o el único tesoro, y no algo más entre muchas posibilidades mundanas. Eso explica que tantas mujeres pobres se desvivan trabajando para poder criar a sus hijos. Para ellas es particularmente trágico abortar, y generalmente lo viven como una profunda humillación, como una negación de sus inclinaciones más íntimas. Proponerles un aborto “público”, “oficial”, “socialmente reconocido”, no es solución, y probablemente muchas de ellas preferirán hacerlo de modo “clandestino”. Lo que la mayoría de ellas necesita es más bien que se las ayude y acompañe para no tener que llegar al aborto, que se las auxilie para que se vuelva innecesario eliminar un hijo. En este sentido, la asignación universal para embarazadas es sin duda un aporte importante, aunque insuficiente, ya que el apoyo que necesitan muchas veces es más que económico. Cabe reconocer que en este punto hemos avanzado muy poco, tanto en el ámbito público como en el privado y eclesial. En este país tenemos recursos para todos. Si por diversos motivos una mujer no se siente en condiciones de criar al niño que ha engendrado, en nuestra patria hay familias dispuestas a brindarle apoyo y deseosas de hacerse cargo de esa nueva vida. ¿Por qué optar en la Argentina por la muerte cuando tenemos todo para apostar por la vida? Otros atentados contra la vida Es verdad que hay otras faltas de respeto a la vida. Por ejemplo, que los pobres no tengan planes privados de salud para acceder a una atención adecuada, o el estado de algunos hospitales, la violencia y la inseguridad, la mala alimentación de los niños indigentes, y tantas otras formas de desprecio a la vida humana. Pero si en lugar de enfrentar esos graves problemas sociales optamos por atentar contra la vida por nacer, no hacemos más que agregarle muerte a ese panorama sombrío. Nosotros somos capaces de apuntar más alto y de sostener un profundo respeto por la dignidad de los más débiles. Aunque no parezca la salida más pragmática, los argentinos podemos resolver los problemas sin arrancarle la vida a un inocente antes de que pueda defenderse. No es inofensivo abrir la puerta del aborto. Algunos lo festejan alegremente, pero una lógica de muerte sólo provocará más muerte y tristeza.

El autor es el rector de la Universidad Católica Argentina.

Fuente: revista Criterio, Buenos Aires, Nº 2377 » DICIEMBRE 2011.

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