Cuestión seria es la filosofía

En recordación de Jean-Paul Sartre (1905-1980)

Por Jorge S. Muraro (Santa Fe)

Nota II

Compartir:

La “preocupación” y el “tedio” frente al enigma de la vida y la “angustia” y la “desesperación” ante el misterio de la muerte darían conciencia de una tristeza esencial –acaso por fallas en la constitución del hombre- de encontrarse arrojado (“de-yecto”) a un mundo discontinuo de inseguridad (“mundanidad” esencial del individuo: “Ser-ahí” –Dasein), azorado por la inestabilidad de su existencia irreductible, irrecuperable, irrepetible, cuando se busca -si es preciso aquí y ahora- lo inmutable, la incontingencia, lo necesariamente absoluto. Así, viéndose el existente humano fragmentado dentro de un mundo artificial (cada cual crearía su entorno en la libre elección de su destino: cada uno concibe su propia cosmovisión) acaba por escoger la íntima sensación consciente o experiencia interior (“vivencia”) como único criterio singular de certeza total, y se la convierte en categoría absoluta para lo absoluto (Panpsiquismo). Luego, inútil sería ir más allá de uno mismo de lo que se siente en sí para buscar valores abstractos o trascendentes. Lo inmediatamente cierto –existencialmente- es el fenómeno consciente de lo existentivo o existenciario (descripción científica de los hechos percibidos como datos de conciencia psíquica). Después, no habría otra alternativa que mantenernos fieles a esta “caída” en un mundo de “preocupación” y de “angustia” (die Sorge), en donde la única ciencia positiva y accesible a la mente humana consistiría en la introspección de las propias intimidades o de nuestra consciente interioridad pensante (Tiefenpsychologie). Así se llega de una fenomenología del espíritu a la tesis existencial en base a una “pasión” por los datos psíquicos de conciencia: supremacía de la a-logicidad del sentimiento –anti- intelectualismo del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) opuesto al racionalismo de la “Ilustración” (Aufklarung), o “Iluminismo” ufano de liberar al hombre de su incapacidad culpable (“Sapere aude”!. ¡Ten valor de servirte de tu propia razón!). El movimiento filosófico, que con el tiempo fue adquiriendo la denominación de “existencialismo”, representa –en términos precisos una reacción contra el idealismo alemán en donde la suerte del hombre fue un puro momento evolutivo de la idea absoluta. Concebido en el pensamiento del religioso (1813-1855), concreto por encima de cualquier subjetivismo idealista o idealismo des-realizante. El existente humano aparece carente de esencialidad, en cuanto es un modo de ser-en el mundo y la persona como ser “de yecto” es entendida en su “problemática existencia, es decir, en su situación determinada y determinante en términos de posibilidad existente, sólo en la cual el individuo logra encontrarse a sí mismo. (En Heidegger: “existencia” es la actualidad de lo posible. En Kant: es la actualidad que se da en la experiencia). Casi a partir de la década 1930-1940, a causa de ciertas circunstancias históricas (Europa dominada y sometida por el nazismo y las escuelas de un belicismo atroz), un conjunto de tendencias, de tentativas o direcciones filosóficas coinciden en un punto de partida: la reacción unánime en contra de cierto tipo de filosofía abstrusa, puramente dogmática, especulativa, teorética, que hacía depender la realidad de las concepciones abstractas y universales (esencias). De ahí en adelante, se acentuaría el primado de las “existencias”, y las diferentes expresiones de una filosofía existencial sustentarían distintos modos de afirmación de ese primado, provenientes del efecto provocado por tres grandes presiones comunes a todo resurgimiento: a) reacción contraria a las conclusiones de sistemas ideológicos anteriores, como una negación apostrafada al psicologismo, al vitalismo (Friedrich Nietzsche: 1844-1900), al historicismo (Wilhem Dilthey: 1833-1911) y, en general, contra la dialéctica evolucionista y des-realizante del idealismo absoluto (Geog Wilhem Friedrich Hegel: 1770-1831). b) La influencia inmediata de una corriente filosófica contemporánea a través de la escuela fenomenológica del filósofo Edmund Husserl (1859-1938). c) La inspiración precursora de Soren Kierkegaard, teólogo disidente por su personal interpretación heterodoxa de los dogmas religiosos y escritor polémico de notable influjo por su estilo sugestivo y profundidad de pensamiento (en España, Miguel de Unamuno reveló la personalidad de este filósofo dinamarqués). d) El espíritu del siglo (exaltaciones, tendencias, aspiraciones) captado y hecho sistema con objetivismo ontológico por el profesor de la Universidad de Friburgo, Martín Heidegger (1889-1976), filósofo alemán de singular penetración metafísica.

El autor vive en la ciudad de Santa Fe y envió este artículo especialmente a la página www.sabado100.com.ar.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *