Crisis Gobierno-Iglesia: el resultado de la falta de diálogo

Martínez salió en defensa de la Iglesia misionera y en particular del bien recordado monseñor Kemerer. Pero al hacerlo personalizó su crítica y subió otro peldaño en la escalada verbal que hizo más notorio el silencio del vocero oficial del Episcopado.

Por José Ignacio López

Compartir:

Si en lugar del diálogo franco y directo se opta por que prevalezcan los recelos y las suspicacias, la relación entre el Gobierno y la Iglesia no podía sino sumar otro episodio de tensión. Más aún si el vínculo es sólo concebido como una pulseada de poder que se desarrolla en el escenario mediático y todo se interpreta en clave política.

Esta vez la disputa subió de tono por el caso Misiones y por expresiones del director de la Oficina de Prensa del arzobispado, presbítero Guillermo Marcó. Que el hasta ahora obispo de Iguazú, monseñor Joaquín Piña, aceptara encabezar la lista opositora al intento del gobernador Carlos Rovira de su reelección indefinida consiguió algo difícil en los últimos tiempos: la coincidencia entre la curia vaticana y Kirchner.

Ese compromiso político pero no partidario -para algunos, salvando distancias, de raigambre similar al que llevó a los obispos a embarrarse en cuestiones temporales en tiempos de la crisis de 2001- molestó tanto en Roma como en la Casa Rosada.

Y ha vuelto a exhibir diferencias de criterio entre sectores de la curia vaticana y la Conferencia Episcopal que parecieron reiterarse con la elección del nuevo obispo de Iguazú, Marcelo Martorell, que alcanzó ahora un nombramiento para el cual fue propuesto en otros tiempos, cuando el timón de la jerarquía local estaba en manos del extinto cardenal Raúl Primatesta.

El actual arzobispo de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez, se sorprendió con el nombramiento al igual que otros obispos argentinos.

En ese cuadro, era previsible que desde el Gobierno se buscara presentar la aceptación de la renuncia de Piña -en trámite desde hace un año- casi como una sanción vaticana o cuanto menos como una clara muestra de aquel desagrado. Y en rigor, los pasos seguidos desde Roma parecieron seguir ese propósito. Más cuando la incursión proselitista del Presidente la semana pasada en Posadas con otra invectiva genérica contra la Iglesia por la actuación de los obispos en la dictadura provocó la reacción del obispo local, monseñor Juan Martínez. La cuestión se nacionalizó.

Martínez salió en defensa de la Iglesia misionera y en particular del bien recordado monseñor Kemerer. Pero al hacerlo personalizó su crítica y subió otro peldaño en la escalada verbal que hizo más notorio el silencio del vocero oficial del Episcopado, que procura reflejar con fidelidad el criterio de la comisión ejecutiva transmitido por monseñor Sergio Fenoy, laborioso gestor de una relación fundada en la autonomía y la cooperación.

Ese criterio es el mismo que traslucen las declaraciones del vicepresidente segundo, monseñor Agustín Radrizzani, y que motivaron la preocupación de muchos otros obispos, que aunque molestos por el estilo de confrontación del Presidente siguen confiando en el diálogo y no quieren prestarse a provocaciones o a una dialéctica mediática que las alienta.

En esa trampa tropezó Marcó. Tras precisar que la homilía del cardenal Bergoglio en Luján no contenía criticas al Presidente sino un llamado a la concordia, ayer terminó acuñando una frase contradictoria que, con razón, fue calificada como “una enormidad” por el ministro del Interior. Y que, seguramente, lo conducirá a recorrer el camino de las explicaciones.

Si el propósito es detener esta escalada y encauzar la relación de la jerarquía católica con el Gobierno, parecería que ha llegado el momento de que el Presidente y el cardenal dejen de jugar a las escondidas. En la agenda de Bergoglio figura un inminente viaje a Roma para participar de reuniones en los dicasterios de los que el purpurado es miembro. Una noticia que podrá ser empleada para atizar el fuego o para alentar el rumbo de colisión.

Por José Ignacio López

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 4 de setiembre de 2006.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *