Convertirnos para ser discípulos y misioneros

Se trata de la Carta Pastoral de Cuaresma 2009 que escribió monseñor Carlos Franzini. El trabajo de conversión personal y comunitaria debería disponernos a llevar la luz del Evangelio a esta realidad que hemos reconocido, encarando una pastoral que responda a los desafíos que nos presenta dicha realidad. El 20 de abril el obispo diocesano viaja a Roma con motivo de la visita ad limina al papa Benedicto XVI.

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Queridos hermanos:

  1. “Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15) Esta concisa y comprometedora invitación del Señor al inicio de su ministerio público es retomada por la Iglesia en la liturgia del miércoles de cenizas, para ayudarnos a captar el espíritu con el que iniciamos todos los años la Cuaresma, tiempo de gracia y conversión con el que nos disponemos a celebrar anualmente la Pascua. Conversión que ha de marcar toda nuestra vida personal y comunitaria; que ha de manifestarse en un estilo nuevo de vida y convivencia; que ha de incidir en nuestras familias y ambientes; que ha de manifestarse en una práctica pastoral renovada, más incisiva y misionera.

  2. Como todos los años, al comenzar esta Cuaresma el Señor vuelve a llamarnos a la conversión, para que podamos responder así a nuestra vocación primera y fundamental, recibida en el bautismo, que es la de ser “santos e irreprochables en su presencia, por el amor” (Ef 1,4). Esta llamada es una constante de la vida cristiana. Sin embargo hay tiempos, circunstancias y acontecimientos que la hacen particularmente actual.

  3. Como Iglesia diocesana vivimos la Cuaresma de 2009 en el marco de nuestro camino pastoral hacia la próxima Asamblea Pastoral que celebraremos, Dios mediante, el 12 de octubre de este año. Y este camino queremos hacerlo iluminados por el acontecimiento de gracia que fue la Vª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Aparecida (Brasil). Por ello quiero invitarlos a vivir este tiempo con este horizonte comunitario. Nuestra fe es siempre hecho eclesial y ha de ser vivida en relación a lo que vive la comunidad en la que estamos insertos . Nunca deberíamos separar nuestro proceso espiritual personal y su relación con la vida de toda la Iglesia. En la Cuaresma de este año les propongo acoger de manera especial la invitación de Aparecida: convertirnos para ser mejores discípulos y misioneros de Jesucristo.

  4. Los obispos latinoamericanos han señalado la estrecha relación que existe entre conversión personal y conversión pastoral y han desarrollado ampliamente este tema en los números 365 y siguientes del Documento Conclusivo de la Vª Conferencia. Los invito, por tanto, a tomar estos números del Documento de Aparecida como guía y orientación en el trabajo espiritual que de manera personal y comunitaria todos debemos realizar durante este tiempo. La conversión personal es indispensable para toda auténtica conversión pastoral; a su vez, sin ésta, faltaría la expresión comunitaria y palpable de una actitud personal nueva y más genuinamente evangélica.

  5. Recorriendo este itinerario avanzamos en el proceso iniciado el año pasado con la evaluación de lo hecho desde la última Asamblea Diocesana, realizada en 2005. El humilde reconocimiento de logros y fracasos, de metas conseguidas, de temas pendientes, de objetivos no alcanzados, nos dispone mejor al próximo paso que será una mirada atenta y creyente de nuestra realidad que nos permita acertar en las respuestas pastorales que hemos de buscar para responder a dicha realidad . Si queremos responder a la llamada que el Señor nos hace a través de Aparecida a ser sus discípulos y misioneros, no podemos separar nuestra conversión personal del proceso comunitario de toda la Iglesia diocesana y por ello los invito a revisarnos “dentro” de este proceso pastoral.

  6. La mirada a la realidad que juntos realizaremos en este tiempo, con espíritu de fe y deseo de conversión, también nos ayudará a descubrir cómo han incidido e inciden en nuestra vida cristiana y en la de nuestras comunidades las distintas circunstancias que marcan nuestra vida personal y social. Por citar sólo los hechos más notables menciono la crisis financiera global y sus repercusiones en nuestro país y en nuestra región, que generan inestabilidad laboral y recesión productiva; la crisis del campo y la sequía que se han vivido en el país y -tan intensamente- en el territorio diocesano; el deterioro progresivo de la convivencia social y política; el relativismo moral y cultural; la inseguridad; la creciente inequidad social, que se manifiesta de varias formas en nuestro medio; la presencia entre nosotros de distintas formas de adicciones; etc. En medio de tantas situaciones que nos preocupan tendremos que descubrir nuestra responsabilidad personal en ellas, ya que todos –en distinta medida- tenemos algo que ver con nuestro presente. Pero, además, ante tantos signos de muerte queremos volver a afirmar con los obispos latinoamericanos que creemos en Jesucristo, ya que sólo en Él nuestro pueblo tendrá vida, y por ello queremos ser sus discípulos y misioneros: “…Con la alegría de la fe, somos misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en Él, la buena nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con la creación…” (DA 103).

  7. El trabajo de conversión personal y comunitaria debería disponernos a llevar la luz del Evangelio a esta realidad que hemos reconocido, encarando una pastoral que responda a los desafíos que nos presenta dicha realidad. Para ello serán necesarios corazones abiertos y disponibles, capaces de cambio de actitudes y de mentalidad. Es lo que Aparecida llama la conversión pastoral. Cambio de actitud y mentalidad que llevará, cuando sea necesario, a opciones muy comprometedoras; por ello dicen los obispos: “ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorecen la transmisión de la fe…” (DA 365). El primer paso de esta conversión pastoral será asumir con entusiasmo y compromiso el camino que venimos realizando en la diócesis. Nadie debería sentirse dispensado de este compromiso. La Cuaresma es una buena oportunidad para evaluar nuestra real “sintonía” con el camino diocesano de pastoral orgánica.

  8. La mayor intensidad en la oración, a la que nos convoca la Cuaresma, nos permitirá una experiencia más honda de encuentro con el Señor para reconocer mejor su voluntad y para purificarnos de estilos espirituales y pastorales individualistas o autosuficientes. El auténtico encuentro con el Señor nos lleva necesariamente a la creciente comunión eclesial, con esta Iglesia concreta en la que estamos insertos, con sus luces y sombras, con sus logros y sus “materias pendientes”…

  9. El ayuno cuaresmal nos permitirá crecer en austeridad evangélica para disponernos a un menor apego a los bienes materiales pero también a ideas, proyectos y personas, que nos quitan libertad y nos hacen menos capaces de comunión. Para trabajar en comunión orgánica hay que ser verdaderamente pobres…

  10. Así, ejercitados en la austeridad cuaresmal, podremos ser de verdad solidarios mediante una concreta limosna, fruto de nuestras privaciones. El gesto solidario que Caritas promueve en este tiempo es una hermosa manera de expresar nuestro compromiso permanente con quienes menos tienen y nuestro deseo de ser constructores de una sociedad más justa e inclusiva. Pero al mismo tiempo el gesto solidario nos invita a promover el trabajo comunitario en favor de los hermanos más pobres a través de Caritas parroquial u otros servicios solidarios que tenga la comunidad a la que pertenecemos.

  11. Los invito, por tanto, a vivir intensamente esta Cuaresma, en comunión con todos los hermanos y hermanas de esta Iglesia diocesana de Rafaela que esta caminando hacia su próxima Asamblea Pastoral. Para la Pascua, con la ayuda de Dios, espero poder ofrecerles una nueva Carta Pastoral que sirva de marco doctrinal para el camino que venimos recorriendo. Del intenso trabajo espiritual que cada uno de nosotros y cada comunidad hagan se seguirá una renovada vida cristiana para todos y una más fecunda labor pastoral. Sólo así podremos ser verdaderamente discípulos y misioneros del Señor Resucitado.

Los saludo y bendigo con afecto y los encomiendo al cuidado de nuestra Madre de Guadalupe y de San José,

  • Carlos María Franzini Obispo de Rafaela Pascua 2009
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