“Con la ordenación, tu pertenencia estará con Jesucristo y la Iglesia”

Así expresó obispo Fernández durante la ordenación presbiteral de Alexis Cardo esta tarde en la Catedral San Rafael.

Compartir:

El obispo diocesano Luis Fernández presidió la ordenación presbiteral de Alexis Cardo en la tarde de ayer en la Catedral San Rafael de Rafaela, concelebrada por la mayoría del presbiterio. A continuación se comparte la homilía:
Al celebrar hoy la Iglesia el nacimiento de san Juan Bautista, el “precursor de nuestro Salvador”, el “más grande entre los nacidos de mujer” dijo Jesús, con inmensa alegría en esta solemnidad queremos celebrar en nuestra Diócesis la ordenación sacerdotal de Alexis Cardo, a quien podemos llamarlo: alguien de “corazón humilde y paciente en la confianza que reposa serena en Dios” a la espera del sacerdocio de su Hijo, por las idas y venidas de las restricciones por el coronavirus.
Por eso hermanos agradecemos a la querida familia de Alexis, siempre presentes acompañando su vocación; a la comunidad de la parroquia “Santa Margarita Reina” de Humberto Primo, que tantas vocaciones va dando a la Iglesia diocesana y agradecidos a Dios que en este estado de asamblea diocesana al celebrar los 60 años de la Diócesis nos concede esta gracia de la ordenación sacerdotal.
El sacerdocio ministerial es inmensamente “significativo”, como lo acabamos de escuchar en la palabra de Dios en la primera lectura, que si bien se refiere a la vocación del profeta Jeremías, es elegida por la liturgia de hoy para expresar también el llamado al Bautista, ya que nos pone en el encuentro de la creatura humana vulnerable, con el misterio trascendente del Dios infinito y viviente, que se “acerca, elige y llama”, a Jeremías, al Bautista y hoy a Alexis.
Por esto querido Alexis, con la ordenación sacerdotal, desde hoy, tu sentido de pertenencia y de relación, no estará desde ahora solo vinculado a tu familia, a tus amigos y sociedad, sino fundamentalmente, al sacerdocio de Jesucristo y a su esposa la Iglesia.
El llamado que te ha hecho el Señor desde toda la eternidad es para que seas profeta: “…antes de formarte en el vientre materno yo te conocía, antes que salieras del seno materno yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones”.
El orden sacerdotal que hoy recibís al constituirte en “otro Cristo” es lo que te llevará a sentir cada día más el ir en búsqueda de los hermanos. El ministerio sacerdotal no puede ni aún en tiempos de “distanciamiento y cuarentenas” como el que estamos viviendo, replegarse en el aislamiento o ensimismamiento que anestesia y adormece apagando la misión.
El sacerdocio ministerial se vive para “acompañar, compartir y dar vida”. Y aunque puedas vos también como Jeremías y san Juan Bautista parecer demasiado joven y vulnerable, no dudes que contarás con la ayuda de Dios, como proclamó recién la Sagrada Escritura: “Irás donde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene”.
Estás llamado a mantener viva la esperanza en tiempos difíciles de angustia y tristeza que desanima. Has de “contagiar la esperanza” que se nutre y se fortalece en el encuentro con los demás. Cuando a veces, se cierran los horizontes y las respuestas humanas no alcanzan, se pueden perder los caminos y la desorientación llevarnos a la angustia sin salida.
Recuerda que el ministerio sacerdotal de Cristo aparece con la sencilla humildad y claridad de quien posee el “poder” no de este mundo, sino el que tiene su origen en la sabiduría y bondad del Padre.
Decía recién el apóstol san Pedro presbítero él también, a sus hermanos presbíteros: “Apacienten el rebaño de Dios que nos ha sido confiado; velen por él, no forzada sino espontáneamente, como lo quiere Dios, no por un interés mezquino, sino con abnegación, no pretendiendo dominar a quienes les han sido encomendados sino, siendo de corazón ejemplo para el rebaño”.
Es decir, como lo expresó el Concilio Vaticano II: “Que el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos”; sean también tus gozos y esperanzas, tristezas y angustias tuyas, que vivas en tu ministerio unido al sacerdocio de Cristo, para quien nada de lo verdaderamente humano le fue indiferente, sino que por el contrario, resonó profundamente en su corazón de Buen Pastor, como proclamaba el evangelio: “Yo soy el Buen Pastor conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí y yo conozco al Padre y doy mi vida por las ovejas”.

Por eso Alexis, como Jesús, “escuchá y mirá” mucho a la gente, palpá con tu disponibilidad y cercanía el dolor del pueblo y que el distanciamiento que nos toca vivir hoy, nos ayude también a expresar la presencia de Dios, invisible pero más nuestro que nunca, que a través de tu ministerio seguirá dando la vida y ofreciéndose por los hermanos, animando y compartiendo.
Tu ordenación llega en un instante único de la humanidad que te pide “todo”, no lo que a vos te parece o más te gusta, o lo que solo aprendiste pastoralmente para un determinado tiempo, sino el desafío de esta “nueva época de la historia”, que reclama la totalidad de nuestra entrega, para que el Señor salve también este tiempo nuevo que ha traído la pandemia.
Estamos como sumergidos en medio de una tormenta que golpea fuerte, como nos recordaba el evangelio del domingo pasado, con Jesús durmiendo en la barca y hay que ingeniárselas para seguir estando presentes en medio de las comunidades, reconociendo en que no es nuestra persona el “centro y la solución” somos simples “instrumentos” que tenemos en cada jornada que confiarnos totalmente al Señor para ser verdaderamente “presencia viviente del Dios de la historia caminando junto a su pueblo”, “escuchando y bendiciendo”.
Comienzas tu ministerio, con un hecho significativo de nuestra Iglesia Diocesana, que ha expresado, que en medio de una “humanidad dolorida y enferma”, se presenta ante el mundo como un “hospital de campaña”.
Es mucho lo que nos toca vivir y por momentos nos desborda y hasta puede atemorizarnos, pero una mirada fecunda a nuestro alrededor nos ayuda a reconocer, antes que nada la presencia del Espíritu llegado en pentecostés, que se derramó y provoca suscitando el “alma de nuestro pueblo creyente”, en la experiencia del compartir, rezando con las familias que han perdido a seres queridos, vecinos y amigos, viendo rostros desconsolados de quienes ni pudieron despedir a sus muertos. Acompañar, el cansancio y la impotencia a veces de los trabajadores de la salud, que extenuados se desgastan en interminables jornadas de trabajo, pero todos tratando de permanecer de pie.
Sentir compadeciéndonos, ante la inseguridad y el miedo de tantos trabajadores esenciales y nos da mucha pena la soledad de los ancianos que no pueden acariciar un nieto, y una niñez y juventud desconcertada y desamparada muchas veces.
Alexis, el mundo de hoy no aceptará palabras casuísticas ni de manual, por más que parezcan discursos edificantes, pero incapaces de llegar al corazón de la gente, bloqueados en idealismos y espiritualismos intimistas, que son como “fuga puritana”. Tenemos que aprender y saber reconocernos vulnerables y derramar lágrimas como Jesús, asumir la “hora del llanto” del Señor como en la noche oscura de Getsemaní, por la cual también pasa el sacerdote ante el misterio de la cruz.
Por tanto Alexis no temas, si de poco te sirve lo que aprendiste hasta ahora en los modos de relacionarnos, organizar, celebrar, rezar, convocar e incluso afrontar los conflictos, es lo que llama el papa Francisco: “cotidianeidad en desdicha”.
Valioso será tu ministerio en tu ejemplar manera de ser recibida la vida en la familia, con la alegría de vivir austera y sencillamente ayudarás a confrontar a una sociedad que le cuesta desarraigarse del individualismo egoísta y cerrado, sujeto a la narrativa de una sociedad profiláctica, imperturbable y siempre dispuesta al consumo indefinido, develando la falta de inmunidad cultural y espiritual ante los conflictos.
Seguí proponiendo, ahora desde el ministerio sacerdotal, la relevancia de una “escucha atenta pero siempre esperanzadora y alegre”, serena pero tenaz, constante pero no ansiosa, que pueda preparar y allanar caminos de diálogo y comprensión entre los hermanos. Sé cómo el Buen Pastor que se preocupa por el rebaño, que está atento porque no es asalariado, que no anda detrás de recompensas; por eso ante las situaciones graves que nos tocan vivir, no te repliegues, ni te quedes mordisqueando la desolación que la pandemia nos presenta, trata de frente las heridas profundas que hoy vive la humanidad, si bien ya nada será lo mismo, comienza tu Ministerio haciendo soñar y planteando a otros, elaborar nuevos caminos y estilos de vida, como nos decía recién el apóstol: “Siendo de corazón ejemplo para el rebaño”.
No estás llamado para cerrar puertas o posibilidades, para poner limitaciones o quedarte murmurando y entristecido como aquellos discípulos de Emaús que andaban desilusionados y caídos, porque esperaban otra cosa y Dios te cambia los planes y proyectos y te llama para darle un nuevo sentido a la historia en los acontecimientos que nos tocan vivir cada día. Recuerda que ninguna circunstancia está privada de su gracia, que vos ahora pastorearás como sacerdote.
Estás como Cristo para anunciar a las mujeres y los hombres de hoy un nuevo día capaz de cuestionar la quietud y la resignación, movilizando los dones que Dios pone en medio de las pruebas, y que son los más fecundos para la construcción de nuevas comunidades.
Decía san Pablo VI que el “escenario del mundo” es el gran desafío y oportunidad para dejar obrar la gracia de Dios. Al contemplar cada día tu propia vida en los ojos del resucitado no dejes de admirarte por cuánto reconforta sentir la presencia de Jesús que sigue vivo en medio de su pueblo, asumiendo y abrazando la vida y las personas tal como se presentan.
Alexis, ahora vos también como Juan el Bautista y los profetas, evangeliza como “centinela de la aurora” de este nuevo milenio (como le gustaba decir a san Juan Pablo II), ayuda a los jóvenes para que vivan este nuevo tiempo con ánimo y corazón grande, porque anhelan salir de “siempre lo mismo” para no ser una simple “fotocopia” como decía el joven beato Carlo Acutis, que entregó su vida alegre y comprometida con solo 15 años de edad.
Llevas en tu corazón la fuerza y vida nueva del resucitado, es el futuro que resuena e irrumpe en el hoy de nuestra historia; serás su instrumento, su portavoz, su presencia, realista y creativa imaginación capaz de abandonar la lógica de la “repetición, sustitución o conservación”. La Iglesia te invita a instaurar un tiempo nuevo, el “tiempo del Señor”.
Si hoy pareciera que nos invade una presencia invisible, silenciosa, expansiva y viral, que nos cuestiona y trastorna, tu “servicio” pueda ser esa presencia de Cristo: discreta, respetuosa y no invasiva, la que te ha llamado y enseñado a no tener miedo de enfrentar la realidad, presencia del resucitado, que es camino que abre horizontes y nos da coraje para vivir este momento histórico y singular.
Acompaña, cuida y sigue vendando heridas de nuestro pueblo, al que reconoces y amas en los más olvidados y pobres. Ofrece siempre desde tu ministerio el perdón que se hace misericordia, consuelo y alivio verdadero para la sufriente humanidad. No pierdas la capacidad de sorprenderte del pueblo sencillo que ha de seguir templando y formando tu corazón de Buen Pastor, para dar vida plena.
La resurrección es el anuncio de que las cosas pueden cambiar, es el acontecimiento vivo y presente que no se acomoda ni se estanca, desenmascarando todo escepticismo y fatalidad.
La resurrección de Cristo que vivís y anunciarás, no conoce fronteras, como dice el papa Francisco: “Es la resurrección la que nos lleva y nos hace creativos para meternos en la realidad, donde la esperanza y la vida están en lucha, donde el sufrimiento y el dolor se vuelven espacio propicio para la corrupción y la especulación, donde la agresión y la violencia parecen ser la única salida.”
El Señor hoy te entrega el orden sagrado del sacerdocio, que transformará tu vida, te hará eucaristía, el pan que se parte y comparte y nos entrega a su pueblo. Que el ministerio sacerdotal que recibes de Cristo sea ese óleo perfumado con el que serás consagrado, que pueda propagarse por toda la Diócesis y en comunión con el presbiterio, salgas a compartir al cruce de los caminos por los que Dios te lleve a lo largo de tu vida.
Querido padre Alexis, el Señor Jesús te bendiga colmándote del coraje de san Juan Bautista, y a ustedes todos queridos hermanos, que san José Obrero y la Virgen de Guadalupe, Madre de los sacerdotes los cuide siempre. Amén.

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *