Cómo repensar la vida cuando pase esta peste

Por Emilio Grande (h.).– La sociedad mundial está viviendo momentos de zozobra en los últimos meses a partir del maldito Coronavirus, que lamentablemente vino para quedarse, haciendo estragos por la velocidad de contagios con más de 1,5 millón de confirmados y más de 85.000 muertos, especialmente en China, Italia, España, Estados Unidos, entre otros, mientras que por ahora en los países periféricos se presentan menos cantidad de casos.
«¿El virus es un mal o una señal de que andábamos mal? ¿Curar el problema del virus o las causas que nos hacían andar mal?»» pregunta en voz alta el rafaelino Holger Zenklussen (docente, consultor de empresas y gobiernos).
Cuando parecía que nada ni nadie serían impedimentos para seguir avanzando con los proyectos personales, grupales y comunitarios, de repente emergió con virulencia esta nueva realidad planetaria que produjo de menor a mayor medida un «parate» de casi todas las actividades, a excepción de las indispensables para sobrevivir como la alimentación, la medicina y los servicios esenciales que debe brindar el Estado. ¿No será el momento de pensar en que se puede vivir lo mismo sin tanto materialismo y consumismo desenfrenados que terminan produciendo insatisfacciones individualistas y egoístas sobre el verdadero sentido de la vida?
«Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista: la acumulación ilimitada, la competición, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wall street: greed is good (la avaricia es buena)», opinó el teólogo brasileño Leonardo Boff en su columna «Coronavirus: el perfecto desastre para el capitalismo del desastre».
En este contexto, vivimos en una sociedad con situaciones muy contradictorias: países desarrollados versus países empobrecidos; gobiernos corruptos con complicidad de actores sociales; el cuestionado crecimiento sin límites de la economía; la contaminación de la naturaleza que genera cambios climáticos, donde los países centrales no respetan los acuerdos; famosos de la política, la economía, el deporte, el espectáculo ganan fortunas millonarias mientras la mayoría de la población tiene ingresos limitados y en muchos casos viven en la indigencia con changas y en condiciones inhumanas al no tener agua, cloacas ni pavimento.
Ante la consulta de este cronista si el Coronavirus tiene relación con la contaminación ambiental y el crecimiento sin límites, el docente Carlos Galano de la UNR (especialista en medio ambiente) destacó que «en principio sí por la extinción de la diversidad que vulnera y debilita la salud de los ecosistemas naturales y humanos. Por la hipertecnologización de la cultura y la vida. Y por la mercadización de la salud y corporeidad en experiencias controlables en laboratorios multinacionales para transgenizar lo viviente en aras de la ganancia. Y me remito también a Laudato Si (Francisco, 2015)».
Si nos quedáramos con una mirada meramente humana y temporal sobre esta compleja realidad podríamos caer en un pesimismo pernicioso que puede desencadenar en problemas psicológicos: temores, miedos, pánicos, nervios, ansiedades, depresiones… Pero para los que somos creyentes nunca está dicha la última palabra y hay que tener una mirada trascendente de la vida.
«El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere», señaló Bergoglio el 27 de marzo pasado durante una oración especial por el fin de la pandemia en una vacía plaza San Pedro del Vaticano, quien dio la bendición Urbi et Orbi y otorgó la indulgencia plenaria.
A decir verdad, esta terrible pandemia con consecuencias impredecibles afecta a gran parte de la humanidad con la paralización de casi todas las actividades sociales, comerciales, industriales, servicios, deportivas, culturales, poniéndonos a todos (ricos y pobres, ancianos y jóvenes, buenos y malos) en la misma coyuntura de vulnerabilidad y expuestos a contraer la enfermedad del COVID-19.
No se puede soslayar que una de las mayores preocupaciones es el rubro económico porque se ha ralentizado la producción industrial, las transacciones comerciales y de servicios. ¿Cómo volverá a funcionar la «maquinaria» capitalista cuando se levante la cuarentena? ¿Se vendrá un cambio de paradigma para crear las condiciones de un nuevo orden mundial?
Otra de las enseñanzas de esta epidemia pestosa es la importancia de la comunicación en el aislamiento social y cuarentena al disponer de los medios tradicionales (prensa, radio, TV) y las nuevas plataformas digitales (web y redes sociales), que han trastocado la forma de vivir y relacionarnos social y culturalmente. Pero también hay que aprender a discernir los signos de los tiempos porque hay una excesiva información tóxica, que recibimos en los mensajes de los celulares.
En el plano nacional, el ministro de Salud Ginés González García minimizó esta enfermedad, pero luego el Gobierno reaccionó en forma rápida de reflejos cuando empezó este fenómeno pandémico en el país, que venía haciendo estragos con la cantidad de enfermos y muertes en los países mencionados, decretando primero la suspensión de las clases y las actividades públicas, para seguir con la cuarentena desde el 20 de marzo hasta el 31 de marzo, renovada hasta el 12 de abril.
El presidente Fernández hizo hincapié en preservar la vida de la gente por encima de la producción y del trabajo, pero sería bueno que utilice el mismo criterio con la vida por nacer en la mujer embarazada. Alberto pidió a los empresarios que ganen menos, ¿cuál es el gesto de la clase política? Toda la sociedad tiene que hacer el esfuerzo, en especial los que más pueden económicamente. Una parte de los legisladores y funcionarios judiciales de los tres niveles anunciaron que donarán parte de sus dietas para destinarlas a combatir esta pandemia.
La gran mayoría de los argentinos viene acatando las acertadas decisiones gubernamentales y en esta oportunidad se priorizó el bien común, dejando de lado los enfrentamientos ideológicos, políticos y culturales de los últimos años, que tanto daño nos han hecho. En algún momento se levantará la cuarentena parcial y total, y podría ser el puntapié de un gran acuerdo nacional con la búsqueda de consensos sobre los problemas de fondo que arrastra el país: inflación, corrupción, inseguridad, infraestructura, trabajo, entre otros.
Finalmente, en estos días de confinamiento se escucharon muchas voces sobre nuestra fragilidad humana, pidiendo la invocación a Dios en este momento crucial. Estamos en Semana Santa y puede ser una buena ocasión para escuchar la voz del Señor, quien venció a la muerte y viene a salvarnos del pecado humano.

Fuente: diario Castellanos, Rafaela, 9 de abril de 2020.

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