Como pan caliente…

Por Luciana Mazzei de Gino.- Me encanta cocinar, y por lo general aprovecho los fines de semana o las vacaciones para despacharme con alguna receta novedosa o alguna de esas comidas que llevan mil horas de preparación y cinco minutos para desaparecer en las fauces de los comensales.

Este verano, particularmente lluvioso y gris, puso en jaque todas las ideas creativas para entretener a los niños, y la cocina no fue la excepción. Lo que más les atrae preparar son las recetas a base de masa, por la posibilidad de manosear, estirar, hacer bolitas, formas… creatividad en su máximo esplendor.

Uno de esos días, intentando por enésima vez que el pan  quedara esponjoso por dentro y crocante por fuera, me imaginé que al pan con la levadura y la cocción le ocurre lo mismo que a las personas con la educación. Y les voy a contar por qué…

Recetas para hacer pan hay miles, podemos encontrarlas en los paquetes de harina, de levadura, en internet y en todos los libros de cocina habidos y por haber. Pero… a pesar de seguir las indicaciones al pie de la letra muchas veces el pan no sale como esperamos, queda crudo, muy duro, muy blando… Mezclamos los ingredientes, dejamos leudar y en el momento justo ponemos la masa en el horno para sacar ese pan calentito y tierno. Pero… para cada receta van unos ingredientes determinados, para cada horno un tiempo de cocción diferente, y para cada familia… un pan especial.

Con las personas, me parece, pasa lo mismo.

En el momento de la concepción se “mezclan” los ingredientes que van a formar a la nueva personita. Hasta el momento del nacimiento cada uno es un misterio. Los futuros padres pueden “leer” muchas recetas sobre cómo educar a este hijo que esperan, pero, la mejor receta es la que les vaya mostrando “ese” hijo en particular.

Aunque, como ocurre con el pan, en la educación de las personas es necesario entender que cada persona tiene un tiempo de maduración particular, así como cada pan un tiempo de leudar. Y una vez que empezamos a educar cada persona necesita un tiempo dentro de la familia para salir al mundo con autonomía e independencia, como el tiempo que el pan necesita adentro del horno.

La educación de la sexualidad es una parte importante, importantísima de la educación integral de las personas, ya que no se trata solamente de informar sobre algunas cuestiones que tienen que ver con la prevención y que se pueden encontrar fácilmente a la vuelta de la esquina.

Según su etimología, Educación viene del latín educere que significa ‘sacar’, ‘extraer’, y educare que significa ‘formar’, ‘instruir’; entonces educación significa “ayudar”, “promover”, “extraer”, hacer crecer lo mejor de una persona en sus cinco dimensiones: física, social, emocional, racional y trascendente; “educar es sacar lo mejor de la persona, acompañarlo en el camino”, dijo el Papa Francisco en la rueda de prensa a su regreso de la JMJ en Panamá.

Y, según el diccionario, la sexualidad es el conjunto de las condiciones anatómicas, fisiológicas y psicológicas que caracterizan a cada sexo.

Entonces, atendiendo a ambas definiciones, cuando hablamos de educación sexual, no podemos tener una visión reducida de la sexualidad, limitándola a la dimensión física y tampoco podemos limitarnos a dar un poco de información al respecto. Y con  la educación de la sexualidad exige por parte de quien educa la capacidad de “sacar” a flote en el educando la mejor versión de sí mismo. Ayudar a encontrar la felicidad en la propia, auténtica y única forma de ser mujer o ser varón en el mundo. La educación de la sexualidad tiene que atravesar las cinco dimensiones de la persona, ayudándola a crecer en su ser mujer o ser varón.

El Papa Francisco dijo que “es interesante cómo la sexualidad es el punto más bello de la creación, en el sentido que el hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios.” Por esta razón ambos representan el amor eterno y misericordioso del Padre y ambos aportan a la vida en sociedad una cara de Dios. Así es como varón y mujer no son cada uno la mitad del otro sino el complemento perfecto.

La sexualidad es ser hombre o ser mujer, con un cuerpo que tiene unas características peculiares; existe una psicología masculina y una psicología femenina y por estas características se han calificado y determinado algunos roles o trabajos que son propios de cada sexo, aunque esto no sea determinante, ya que los roles y trabajos en la sociedad se van construyendo a medida que la persona crece. Hay algunas actividades que son sexuadas, porque tienen que ver con las características físicas de cada sexo, como amamantar o parir. Y otras son asexuadas, estudiar, trabajar, pasear, conducir un auto, cocinar, etc.; en ellas actúa la persona entera y, aunque las actividades son asexuadas, cada uno le imprime su impronta según quien las realice sea un hombre o una mujer.

Para sentirse y saberse hombre o mujer, la persona debe aceptarse tal y como es, no sólo con respecto a su sexo, y en este proceso se entrelazan 3 aspectos:

Sexo biológico: describe lo corporal o genético y está determinado por los cromosomas XX en la mujer y XY en el varón. Esto se define en el momento de la fecundación.

Sexo psicológico: tiene que ver con la vivencia que la persona tiene de pertenecer a un determinado sexo, comienza a partir de los 2 o 3 años y se va construyendo a lo largo de la vida en cuanto la persona se relaciona con sus padres, suele coincidir con el sexo biológico.

Sexo social: es el resultado de procesos históricos, dando lugar a funciones y roles que en cada sociedad se asignan a los grupos, estos roles pueden cambiar y, como dijimos antes, no determinan que actividades realice cada uno.

Gracias a la sexualidad somos capaces de vivenciar muchísimas experiencias: Nos da la posibilidad de sentir, expresar y vivir el amor humano, posibilidad de relacionarnos con los demás y mostrar las emociones, sentimientos, pasiones y motivaciones, posibilidad de tener relaciones sexuales, cuyo fin, no simplemente es la unión de dos cuerpos que se dejan llevar por el impulso sexual del momento, sino la donación y entrega de sí mismo, cuando ya se ha entregado todo el ser interior lo que queda es entregar los cuerpos en esta unión íntima y personalísima; y como resultado de esta unión existe la posibilidad de ser padres, la posibilidad de engendra un nuevo ser. (Protege tu corazón, Módulo quien soy yo? Sexualidad?).

Ahora bien, lo que todos los padres nos preguntamos en algún momento es ¿cuándo hablar de sexualidad? Y ¿quién debe educar en la sexualidad?

La Convención sobre los Derechos del Niño, tratado que, con jerarquía constitucional, integra el ordenamiento jurídico argentino, establece: “Los Estados respetarán las responsabilidades, los derechos y los deberes de los padres […] de impartirle, en consonancia con la evolución de sus facultades, dirección y orientación apropiadas para que el niño ejerza los derechos reconocidos en la presente Convención” (Convención sobre los derechos del niño, a. 5).

En Familiaris Consortio, el Papa Juan Pablo II nos decía “Tal es la grandeza y el esplendor del ministerio educativo de los padres que Santo Tomás no duda en compararlo con el ministerio de los sacerdotes: … y esto se realiza con el sacramento del matrimonio, en el que el hombre y la mujer se unen para engendrar la prole y educarla en el culto a Dios.

La conciencia viva y vigilante de la misión recibida con el sacramento del matrimonio ayudará a los padres cristianos a ponerse con gran serenidad y confianza al servicio educativo de los hijos…” (Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 39, 1981).

En Amoris Laetitia, el Papa Francisco retoma este tema: “Los padres tienen el deber de cumplir con seriedad su misión educadora, como enseñan a menudo los sabios bíblicos (cf. Pr 3,11-12; 6,20- 22; 13,1; 22,15; 23,13-14; 29,17).”, más adelante afirma “me parece muy importante recordar que la educación integral de los hijos es « obligación gravísima », a la vez que « derecho primario » de los padres. No es sólo una carga o un peso, sino también un derecho esencial e insustituible que están llamados a defender y que nadie debería pretender quitarles. El Estado ofrece un servicio educativo de manera subsidiaria, acompañando la función indelegable de los padres, que tienen derecho a poder elegir con libertad el tipo de educación -accesible y de calidad- que quieran dar a sus hijos según sus convicciones. (Papa Francisco, Amoris Laetitia, 80-84, 2016).

Por tanto, teniendo en cuenta estos criterios, si la familia, especialmente los padres, son los primeros educadores de los hijos, entonces podemos concluir que quienes deben educar en la sexualidad a los hijos son los padres, ayudados y acompañados por la escuela y otras instituciones capaces de transmitir estas enseñanzas.

Y a la pregunta sobre cuándo hablar de sexualidad, podemos responder que siempre hablamos de sexualidad, cada vez que les enseñamos a ser hombres y mujeres de bien, responsables y respetuosos de la sociedad y de los otros, siempre que les enseñamos a amar y ser tolerantes. Porque dijimos antes que la sexualidad es un modo de ser persona en el mundo como hombre o mujer.

La información que les demos debe ser clara, veraz y exacta. Y siempre orientada al fin supremo de la sexualidad humana que es el amor. Y como la otra cara de la misma moneda, el amor es la clave para una sexualidad respetuosa, es decir, respetuosa de los tiempos del otro, de su historia, sus sueños y metas, y que asume todas las consecuencias potenciales del acto sexual. (Abel Albino, Gobernar es poblar, pág. 54, 2010).

Es importante ser prudentes sobre los temas que charlemos y respetar la etapa madurativa que cada niño y adolescente. No todos están listos para recibir la misma información a la misma edad. Especialmente cuando se trata de información sobre aspectos concretos que hacen a las relaciones sexuales.

Desde los talleres Protege tu Corazón aportamos a los padres y docentes, como así también a los adolescentes y jóvenes, herramientas y habilidades que los ayuden a vivir de manera inteligente la sexualidad, ayudando a desarrollar un carácter fuerte, que capacite a las nuevas generaciones a ser personas íntegras, seguras, capaces de controlar sus emociones y llevar adelante sus sueños.

Qué cada uno sea capaz de brillar con luz propia y sea la mejor versión de sí mismo!

La autora es coordinadora de “Protege tu corazón” sede Rafaela.

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