Claudio Badino fue ordenado sacerdote en la parroquia San Cayetano de Rafaela

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La ceremonia fue presidida por el obispo Luis Fernández el 29 de marzo en la parroquia San Cayetano.

Por Emilio Grande (h.).- Muy emotiva fue la ceremonia sacerdotal de Claudio Badino en la noche del viernes 29 de marzo en el frente de la parroquia San Cayetano del barrio Amancay de Rafaela, presidida por el obispo Luis Fernández con una profunda homilía, concelebrada por el obispo de Santo Tomé Gustavo Montini (oriundo de Humberto I) y los sacerdotes de la diócesis de Rafaela, ante una multitud de fieles de nuestra ciudad, de Pilar (lugar de nacimiento de Claudio), Suardi (localidad actual del apostolado de Badino) y de distintos lugares del territorio diocesano.

Al término de la misa, el flamante sacerdote hizo un raconto de su vida y su vocación que se fue gestando con el paso de los años en sus distintos servicios pastorales…

Para destacar, a pocos metros del templo parroquial hay un gimnasio, pero sus responsables decidieron cerrar esa tarde-noche para no obstaculizar la ceremonia religiosa.

A continuación la homilía pronunciada por el el obispo diocesano:

En este tiempo fuerte, bello y  hermoso de la Liturgia de la  Cuaresma, que nos conduce a la Plenitud de la Vida del Señor, con Su Pascua de Muerte y Resurrección, nos reunimos, aquí en la Parroquia de San Cayetano, como Pueblo de Dios, para Celebrar la Ordenación Sacerdotal de Claudio Badino, quien desde la infancia, venidos de Pilar, junto a su familia, sus padres y hermanos recorren el camino de la vida y fundamentalmente también de la fe cristiana.

Claudio un vecino más de Rafaela, que pasó por los barrios Güemes, Villa Dominga y aquí en barrio Amancay, pasó su niñez por  aulas de escuela “Ángela de la Casa”, hizo su primera comunión en  la Capilla San Miguel, vivió en el campo que se iba transformando en esta futura Ciudad de progreso industrial, que trabajó para ganarse el pan de cada día y no vivir de <arriba>,  pero que también en su juventud, no le esquivó al compromiso que entrañaba el haber conocido a Jesús, y al haber sido impactado, no por una idea, una ideología, un libro,  una enseñanza o un acertijo, sino por la persona del mismo “Cristo”,  se “arremangó” y puso el hombro y el  corazón con su disponibilidad de tiempo y vida entregada,  participando,  acompañando y guiando desde responsabilidades que le pedían sacerdotes y dirigentes laicos, conformando la Dirigencia Juvenil de esos tiempos, Parroquial, Decanal y Diocesana.

Es en este camino que descubre el “llamado” del Señor y emprendiendo un seguimiento más profundo, capaz de dejarlo todo, se entrega y comienza  la formación inicial en el Seminario de Paraná donde tras 9 años, concluye hoy esta etapa,   donde Dios lo hace sacerdote para siempre, como Su Hijo, El Buen Pastor, para ser como El, queridos hermanos proclama su lema: “servidor de ustedes por amor a Jesús”.

Claudio, ha elegido para la Misa de su Ordenación Sacerdotal,  la Lectura Bíblica del Apóstol San Pablo, de la Segunda Carta a la Comunidad de Corinto en el capítulo cuarto.  Allí, el  apóstol es consciente,  que antes que nada su Ministerio nace en la “misericordia” de Dios. Es decir que no es algo nuestro, no es algo conquistado, algo que  nos merecemos, o que viene por herencia, ni se puede comprar, no es un poder alcanzado por las fuerzas humanas, ni de las sabidurías de este mundo, “nace”, su “fuente originante” es la ternura, el amor, la misericordia, es solo la iniciativa de Dios, el ministerio apostólico.

Dice  S.  Pablo: “Nosotros llevamos este tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario, no procede de nosotros sino de Dios”.

De la experiencia de este amor misericordioso que vive el apóstol, saca la conclusión,  que esta,  es la causa por la que no lo “desaniman los problemas” que vive en el ejercicio del Ministerio, más aún, tan fuerte y sentida es la misericordia de Dios, que se hace “fortaleza en la vida sacerdotal”, que lo llevan a no “callar”,  por vergüenza o timidez, a no  esconder por miedo, ni  achicarse o deprimirse ante la maldad, el odio, la difamación, o a veces por el mismo cansancio de una tarea, que es exigente,  ardua y comprometida, fortaleza de Dios que lo  ayudan a  librarse de  los tentáculos del enemigo del maligno. Así llevados por la misericordia, se vive en la verdad, en la  belleza y ternura, que conlleva la predicación, la preocupación por los hermanos, viviendo  plenamente de la alegría del evangelio.

En el sacerdocio de Cristo  no cuentan las avivadas de este mundo, ni la astucia humana, que descartan a tanta gente, robándole la dignidad y la inocencia, poniéndose por encima de los demás, queriendo captar conciencias, abusando de los niños o imponiendo el evangelio que es caridad y misericordia y no puede ser falsificado, ni hacerlo algo light. No vivimos de recomendaciones humanas, ni de privilegios, presentamos nuestra conciencia como dijo el Apóstol “pura y limpia solo ante Dios”, que conoce a fondo el corazón humano. Por eso vamos por el mundo manifestando abiertamente la  verdad.

Claudio hoy también como el apóstol, quiere expresar que quiere su vocación es Evangelizar, predicar a Cristo, Jesús El Señor, no  viene a contar anécdotas, ni a enseñar temas o publicar novedades de último momento, no viene a impresionar o a hablar de su vida, y como dice su lema solo quiere ser “servidor de ustedes por amor de Jesús”. Su entrega sacerdotal buscara que no sean las tinieblas del desencanto de la vida, de las venganzas  y odios, de peleas y desencuentros, la indiferencia o individualismo, sino que en los corazones de la gente, brille la luz, nazca la esperanza,  encuentre que es amada y es posible ser feliz y vivir en la paz y serenidad que trae el conocimiento de la Gloria de Dios, no bajada de internet, o de leyendas, magias y mitos, sino la que se refleja claramente en el rostro del Crucificado y Resucitado.

El evangelio proclamado de San Lucas, habla de la “Hora” de  Jesús, que en  esta noche también,  querido Claudio, se hace <tu hora>, al identificarte plenamente con El, hasta en los ritos que acompañan esta solemne liturgia de Ordenación están plagados de lo que se vivió aquella noche del jueves santo, la última cena de Jesús, la primera eucaristía, lectura  que vos  elegiste, porque sabes bien, que es la “fuente y cumbre” de la vida cristiana. Aquí en la eucaristía tiene su fuente, su comienzo, su origen nuestra fe, y aquí también, se llega a la  cumbre, no existe algo más grande y pleno que la Pascua del Señor, que se actualiza en cada misa, en cada eucaristía y que tu sacerdocio que hoy comienza, hará de aquí, en adelante a lo largo de toda tu vida,  la presencia de la “Hora” de Jesús, que es tu misma “hora”, la de la entrega ofrecida en sacrificio para la salvación de toda la humanidad, del mundo entero, de la misma creación, y que es lo central y más grande del sacerdote, dice el documento de la Lumen Gentium del concilio Vaticano II, su principal y central servicio al Pueblo de Dios.  

Misa de cada día que no debe quedar cosificada en ritos antiguos, sino que es la actualización de un Misterio de Salvación,  “Pascua Viva” siempre joven y que se prolonga a lo largo del día, en el ejercicio maravilloso de la pastoral cotidiana, en el servicio y caridad a los hermanos, en ponerle el cuerpo a la vida como Jesús, escuchando a la gente, ayudando a los pobres, promoviendo la dignidad humana, dejando comodidades para ir en busca de las periferias abandonadas, abierto y en diálogo con los que piensan distinto, dando oportunidad a todos y hasta perdonando al que te ha ofendido, es decir: “Pastor con olor a oveja”. Si hermano, así como Jesús partió el pan que es su cuerpo, partite vos en la vida como dice tu lema “sirviendo a los hermanos”. Como decía el padre San Hurtado: “Mi vida es mi misa y la Misa es mi vida”

Concluyendo le pedimos al Buen Pastor, que al recibir el Sacerdocio, te puedas seguir identificando con el Santo Cura Brochero, y también con estos nuevos mártires de la Iglesia,  en argentina: “Los mártires Riojanos”, Mons. Angelelli, los dos sacerdotes y el laico Wenceslao, que en mayo serán Beatificados, Vos también querido Claudio con un oído en Dios, y el otro oído en el clamor de los pobres,  tus hermanos.

La Virgen de Guadalupe y San Cayetano te acompañen. Amén

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