Chávez aceptó su revés después de gritar y resistirse

Entretelones de 9 tensas horas en las elecciones de Venezuela.

Por Dolores Tereso

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CARACAS.– Fueron las horas más tensas de un día inusual para los venezolanos. El día en que Hugo Chávez, el presidente invencible, perdió. Y, más raro todavía, el día en que el líder de la revolución bolivariana se vio en la situación sin precedente de tener que aceptar una derrota.

Ya es un secreto a voces que un Chávez fuera de sí, muy diferente del demócrata que aparecería ante las cámaras más tarde, se negaba a aceptar su fracaso. “Me mintieron, me engañaron”, habría dicho, incrédulo, a sus colaboradores, que lo habían convencido de que su triunfo era seguro. Sólo una fuerte advertencia del alto mando militar logró que Chávez admitiera su primera derrota electoral en nueve años de gobierno.

Los venezolanos no se cansan de comentar todos los entretelones de la historia secreta detrás de las casi nueve horas que demoraron las autoridades electorales en divulgar los resultados del referéndum del domingo. Basado en la rapidez del voto electrónico, el consejo electoral había garantizado que, como mucho, demoraría dos horas en informar al país qué opción había ganado.

Citando fuentes anónimas del gobierno, el diario El Nacional , uno de los más influyentes del país, reveló ayer los detalles de esas horas de nerviosismo e incertidumbre.

Unas dos horas después del cierre de las urnas, a las 19.30, el mandatario se reunió con los jefes militares en el Fuerte Tiuna y les informó que no aceptaría los resultados, que le eran adversos, hasta que estuviera escrutado el 100 por ciento de las actas. Algo que podía demorarse hasta cuatro días. La tensión creció en el complejo militar caraqueño, donde se ordenó el cierre y acuartelamiento.

En el clima de nerviosismo que se vivía en Venezuela, por las advertencias previas sobre supuestos planes de golpe de Estado y acciones violentas, los militares sabían que el resultado debía divulgarse inmediatamente.

En respuesta, un general expresó su respeto a su comandante en jefe, pero advirtió que las fuerzas armadas no reprimirían si la gente salía a las calles a denunciar un fraude. Los cuatro días de incertidumbre, dijo, generarían un clima de zozobra y masivas protestas de la oposición. «Este país no aguantaría esos días de agitación», dijo.

Se hizo un silencio. Chávez miró a todos. «Me mintieron, me engañaron», dijo, incrédulo, a los asesores que lo acompañaban. El comando Zamora, que lideró la campaña por el sí, le había asegurado que ganaría, pese a que los servicios de inteligencia le advertían sobre un resultado adverso.

«No puede ser así. Esto es contrario a la lógica», decía Chávez, y caminaba de un lado a otro por la sala.

El mandatario exigió a sus asesores, con voz tronante, que le rindieran cuentas. Algunos se animaron a insinuar que sí le habían advertido sobre un posible resultado estrecho o incluso sobre una pequeña ventaja para la oposición. Y le dijeron que él había confiado más en su «ojo clínico» que en los informes que auguraban un fracaso. «Cuando a usted lo dejen solo, me encontrará a su lado», se atrevió a decir Diosdado Cabello, un incondicional de Chávez y actual gobernador del estado de Miranda.

La advertencia del general, sumada a otros mensajes similares que le hicieron llegar militares identificados con el general retirado Raúl Baduel, comenzaron a convencer al presidente de que no era conveniente postergar la agonía. Baduel, ministro de Defensa de Chávez hasta julio pasado, le dio la espalda al mandatario durante la campaña y denunció que el presidente estaba llevando a cabo un golpe de Estado.

La opinión de un experto

Durante una hora de discusión, los militares intentaron que Chávez entendiera que el resultado, aunque estaba peleado, favorecía al no. Para eso le llevaron a un experto en temas electorales, que explicó al mandatario que los resultados eran irreversibles.

«Estamos dispuestos a reconocerlo. Pero queríamos ver los resultados», dijo Cabello. Chávez solamente escuchaba. Sin hablar. Al final, se paró y se fue a una habitación que tiene asignada en el complejo militar. Se quedó encerrado ahí, solo, por un largo rato.

De golpe salió y partió al palacio presidencial de Miraflores, donde lo esperaban cientos de seguidores, para festejar una victoria que nunca llegó.

El mandatario decidió delegar en su vicepresidente, Jorge Rodríguez, la misión de preparar psicológicamente a los militantes chavistas. A las 21, Rodríguez apareció ante el público para admitir que los resultados estaban «reñidos».

«Chávez quería evitar que la noticia cayera de golpe y que los suyos salieran a las calles a volcar su desesperación. No quiere derramamiento de sangre en Venezuela», contó uno de sus asesores. La misma fuente dijo que el presidente había tenido que hacer un gran esfuerzo para resistir el impulso de imponer su proyecto como fuera.

Situación inadmisible

El propio mandatario reconoció después, ante las cámaras, que lo había pensado mucho y que aceptaba el resultado sólo para evitar que la situación se desbordara. Tenía motivos para temer un escenario de ese tipo. Ya habían pasado casi nueve horas desde el cierre de las mesas y nadie entendía qué pasaba. El consejo electoral había sido militarizado y los líderes opositores gritaban ante las cámaras de televisión que la situación era inadmisible.

El sorprendente discurso del Chávez derrotado apuntó a enviar al exterior una imagen de demócrata respetuoso de las leyes. Pero internamente buscó evitar que la violencia se apoderara de las calles. El «por ahora» con el que rememoró su frase tras el fallido golpe de 1992 dejó en claro que su proyecto revolucionario sigue en pie.

La admisión de su derrota, sin embargo, no espantó las críticas al gobierno por la tardanza en divulgar el resultado. «Como el resto del país, estuvimos muy preocupados por la demora, porque generó una situación de tensión innecesaria», dijo Luis Lander, uno de los directivos de la asociación civil Ojo Electoral, que supervisó el proceso. El experto cuestionó el hecho de que el consejo electoral, un ente supuestamente independiente, hubiera «conversado» con Chávez sobre los resultados antes de divulgarlos. Pero señaló que, en este caso, las autoridades electorales quisieron anticipar el resultado a Chávez para que lo «digiriera» y evitar así que los ánimos se «encresparan» más.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 5 de diciembre de 2007.

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