Casaretto pidió superar “los traumas del pasado”

Llamó a no caer en el resentimiento ni en las posiciones que promueven la impunidad.

Por Silvina Premat y Oliver Galak

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Jorge Casaretto, el hombre de la Iglesia para el diálogo político y social, no lo duda: “Algunas personas no han podido superar los traumas del pasado”.

El obispo de San Isidro y presidente de la Comisión de la Pastoral Social del Episcopado cree que ésa es la razón por la que todavía no se pudo lograr la reconciliación que la Iglesia viene proponiendo en la Argentina desde hace 25 años.

No saldrá de su boca palabra alguna que pueda ser interpretada como una alusión directa al gobierno nacional, pero sí dejará en claro que es tan necesario alejarse de las posiciones que niegan los crímenes de la dictadura militar y promueven la impunidad como de las que se encierran en el rencor y sólo buscan venganza.

A una semana de haber relanzado a nivel nacional la Pastoral Social como espacio de diálogo con el empresariado, los sindicatos, las organizaciones civiles y los distintos sectores políticos, el prelado recibió ayer a LA NACION en su diócesis.

–¿Qué se busca con el diálogo?

–Apuntamos a los consensos que los argentinos ya tienen elaborados y no tienen tan claros. Los argentinos a veces no nos damos cuenta de los logros que tenemos, por ejemplo que nadie dude de que la democracia es el mejor sistema y que tenemos que fortalecerla, así como tenemos que fortalecer las instituciones. Estos son consensos que ya están en la conciencia colectiva pero que tienen que ser mucho más explicitados.

–Sin embargo recientemente aparecieron sectores que defendieron el accionar de las Fuerzas Armadas durante la dictadura.

-Esos grupos son absolutamente aislados y siempre existirán. En todas las sociedades del mundo ha habido y habrá extremos, pero en la conciencia colectiva de los argentinos no hay dudas sobre la vigencia de la democracia.

-La semana pasada, en Mar del Plata, habló sobre la reconciliación y abrió una polémica.

-En ese momento me estaba dirigiendo a sindicalistas y empresarios que participaban de la Semana Social, evidentemente no estaba haciendo una alusión directa a los problemas de los militares. Sí creo que la reconciliación vale para todos los aspectos. Cuando hablamos de este tema a veces la gente piensa que nada más nos referimos a los hechos del pasado violento argentino. Pero también estamos en una sociedad muy fragmentada donde los intereses personales y grupales se antepusieron al bien común. Cómo hacemos para que los intereses de los sindicatos y empresarios conjuguen. Esto también es trabajar por la reconciliación. Me refería a esto.

-Hace 25 años que la Iglesia llama a la reconciliación. ¿Qué es lo que impide alcanzarla?

-A veces no favorece hacer demasiado hincapié en lo que nos pasó en los tiempos más violentos. Hay temas que directamente le atañen a la Justicia. Cuando hablamos de reconciliación lo hacemos en relación con la verdad, la justicia e, incluso, la misericordia. Decimos que hay que alejarse de dos actitudes que impiden la reconciliación: una es la impunidad, que los hechos delictivos queden sin castigo, y la otra es el resentimiento, el rencor o la idea de venganza

-¿Nota que alguno de esos ánimos prevalezcan en la sociedad?

-Puede darse esto en algunas personas que no han podido superar los traumas del pasado. En ese caso hay que tener mucha comprensión porque cualquier persona que fue muy afectada por esos hechos es evidente que su situación espiritual o interior ha quedado muy afectada por eso. O las personas que quieren ignorar el pasado, las que dicen “aquí no pasó nada”, también esto impide la reconciliación.

-Hay partidos que se quejan de la falta de diálogo político.

-El contexto natural del diálogo es el Poder Legislativo. Una de las cuestiones que tenemos que mejorar los argentinos es esa dimensión institucional, que los poderes funcionen bien y con autonomía. Este es uno de los objetivos que la sociedad tiene que plantearse. Y ahí me parece que hay una responsabilidad de la sociedad civil. Los ciudadanos tienen que ser más exigentes con sus representantes.

-¿Usted cree que los poderes no funcionan con autonomía?

-No voy a hacer un juicio. Cuando hablamos de fortalecer las instituciones, justamente estamos hablando de esta dimensión. Y uno de los aspectos fundamentales es que cada poder tenga un funcionamiento autónomo, real y eficaz.

-Varios candidatos ya se lanzaron para 2007. ¿Le parece oportuno?

-Me parece que no es bueno para un país estar con tanta anticipación hablando de elecciones. Me parecería ideal que el tiempo eleccionario fuera de tres o cuatro meses, nada más. Yo pienso que este año desde la Iglesia todavía podemos trabajar tranquilos, pero cuando se entre en una puja electoral para el año que viene seguramente entraremos en un cono de sombra y trabajaremos para evitar…

-¿Quedar pegados a algún partido?

-Claro, porque evidentemente las fuerzas políticas intentan que la opinión de la Iglesia se vuelque en su favor. Entonces habrá que cuidarse mucho más.

-¿Este temor de ser usado por la política puede interpretarse como una especie de cobardía?

-Todos los gestos pueden interpretarse de una manera o de otra. Tratamos de preservar la autonomía de la Iglesia para que nunca quede pegada a ninguna fuerza política. Cuando empieza la puja política nosotros tenemos que tomar muchos más recaudos para no quedar atrapados.

-Hace un año usted advertía sobre los riesgos del clientelismo. ¿Cambió algo?

-El clientelismo es difícil que desaparezca totalmente de la vida argentina. Existe clientelismo porque muchas veces a los políticos les gusta, pero también porque la sociedad civil no reacciona con la suficiente fuerza como para evitar esto. Todavía no tenemos una cultura política suficientemente desarrollada.

Crítica a los índices “alarmantes” de exclusión

Con dos períodos como titular de Caritas en su currículum, Jorge Casaretto sabe de qué habla cuando afirma que todavía son “alarmantes” los niveles de exclusión social.

Aun así, cree que los cortes de rutas no son métodos legítimos de protesta. El razonamiento vale, aclara, tanto para los piqueteros como para los asambleístas que protestan contra las papeleras uruguayas.

-¿Se nota el crecimiento económico en términos de reducción de la pobreza y la exclusión?

-No hay duda de que mejoró el ánimo de los argentinos. No es poco que la gente tenga más esperanza. Pero esta recuperación no nos puede dejar tranquilos porque todavía hay un 33% de pobreza y un 12% de exclusión. Estos son índices que para un país como la Argentina siguen siendo alarmantes y tienen que ser preocupación de toda la sociedad.

-¿Hay algo que se podría hacer y no se está haciendo?

-Una solución como los planes sociales, absolutamente necesarios en su momento y que todavía siguen siéndolo, cada vez más tenemos que darles una salida, una contraprestación de carácter laboral o educativo. Es lo que se está intentando al pasar del plan Jefes y Jefes al plan Familias. Hay que seguir trabajando muy fuertemente en esa línea.

-¿Está previsto buscar el diálogo con los piqueteros?

-Cuando tuvimos el diálogo institucional en 2002, los piqueteros vinieron al diálogo. Nosotros estamos dispuestos a dialogar con todos. Cuando hablamos con los sindicalistas, les decimos que ellos no representan en este momento a los más pobres. De alguna manera los piqueteros han asumido esta representación.

-¿Aún tiene validez el piquete como método de protesta?

-En general estamos en contra de las medidas de fuerza que no respondan a la Constitución nacional. Por ejemplo, la toma de una ruta no es una medida legítima porque viola el derecho que tenemos todos los ciudadanos de trasladarnos libremente dentro del país. En la doctrina de la Iglesia aparece que el derecho a protestar tiene que ser garantizado, pero expresado por medios legítimos.

-¿Esto es válido para el conflicto en Gualeguaychú?

-Por supuesto. Cuando hablo de los cortes de rutas también me refiero a eso. Es una situación extrema que habría que evitar, y me parece muy bien que lo hayan levantado.

-Hay quienes esperan que la Iglesia sea el canal de solución para el conflicto con Uruguay.

-En general siempre estamos dispuestos a colaborar en todo lo que sea la solución de un conflicto. Pero tenemos que ser convocados. Porque no queremos atribuirnos poderes que no nos corresponden. No tenemos que asumir poderes que no son los propios.

Fluido diálogo con el Gobierno

A los que se preguntan por qué los obispos se ocupan de promover el consenso social y no se dedican a lo estrictamente religioso o a las actividades del culto, Jorge Casaretto responde que “toda la acción de la pastoral social se inscribe en una acción evangélica”. Esto significa el desarrollo de la dignidad de la persona como hijo de Dios, en sus palabras.

Desde noviembre último, cuando monseñor Casaretto fue elegido titular de la comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), reactivó la comisión de Justicia y Paz y, a través de ella, el diálogo con los empresarios, sindicalistas y políticos. No con el Gobierno porque, aclara, esa relación es competencia de la comisión ejecutiva de la CEA, que preside el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires.

Ese diálogo aún no se dio entre los titulares de la Casa Rosada y de la Iglesia, pero sí “existe” en otras instancias, aseguró Casaretto,

“Con el Gobierno tenemos ya un diálogo montado”, dijo, y contó, como evidencia, que en la Semana Social -que terminó en Mar del Plata el domingo pasado- participaron el ministro de Educación, Daniel Filmus; el subsecretario de Políticas de Empleo del Ministerio de Trabajo, Daniel Hernández y el viceministro del Ministerio de Desarrollo Social, Daniel Arroyo. Agregó que también con el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, tienen “un muy buen diálogo”.

Casaretto explicó que la Iglesia no quiere suplir al Gobierno y aclaró: “Uno de los grandes peligros que tenemos como Iglesia es el clericalismo. Lo que tenemos que hacer es llevar adelante un trabajo de concientización de la sociedad, pero las medidas de gobierno no las podemos tomar nosotros”.

Misión

Desde Pastoral Social, los obispos se proponen “fortalecer la sociedad civil, construir ciudadanía e instaurar el diálogo como instrumento de construcción de la democracia”.

En esa tarea, aclaró Casaretto, están trabajando codo a codo con representantes de los credos judío, evangelista y musulmán y de organizaciones de la sociedad civil.

Durante las jornadas de discusión entre sindicalistas y empresarios, en Mar del Plata, el eje pasó por la capacitación y educación. “Se vio claramente que el orden educativo para trabajar es imprescindible”, dijo el obispo, y explicó que educación y trabajo “no son dos caminos separados, sino uno solo: al trabajo se entra por la educación”.

El titular de Pastoral Social, uno de los prelados con mayor experiencia política, recurre a todo su arsenal diplomático para evitar opinar sobre cuestiones de alta sensibilidad como la homilía del obispo castrense, monseñor Antonio Baseotto, la posible candidatura presidencial de Roberto Lavagna y el supuesto plan reeleccionista del presidente Néstor Kirchner, entre otros.

Lo que no rehúye es hablar sobre la propia Iglesia. “Creo que nosotros hemos evolucionado mucho en nuestro pensamiento y en nuestra acción”, dijo en relación con la actitud del Episcopado en las tres últimas décadas.

Contrariamente a la opinión de algunos observadores eclesiásticos, Casaretto afirmó: “Creo sinceramente que el Episcopado está pasando por su mejor momento. Hay mucha comunión entre los obispos, mucha unidad entre nosotros, hay criterios compartidos por la mayoría de los obispos”.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 19 de junio de 2006.

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