Carta pastoral de Cuaresma

Se titula “La herencia del Año Jubilar: una fe vigorosa que plenifica y contagia”, escrita por monseñor Carlos María Franzini, obispo de Rafaela.

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La “herencia” del Año Jubilar: una fe vigorosa que plenifica y contagia

“…«Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»…”1 Queridos hermanos: 1. En los mismos días en que en la diócesis clausurábamos solemnemente nuestro Año Jubilar, el Papa Benedicto XVI nos regaló una nueva Carta Apostólica convocando a la celebración de un Año de la Fe, desde octubre de 2012 hasta noviembre de 2013. Esta providencial coincidencia nos indica el camino que hemos de recorrer una vez finalizado este tiempo de gracia y renovación vivido durante el Año Jubilar. 2. En efecto, la “herencia” más rica y fecunda que nos deja este año es una fe más vigorosa y el deseo de compartir con otros la alegría del encuentro con Jesucristo. El Año Jubilar ha concluido pero no la llamada a la misión; nuestro camino pastoral sigue su curso con el impulso de la renovación espiritual que hemos vivido. Nos enseña el Papa: “… Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo…”2 Sin un constante y cada vez más profundo encuentro con Jesucristo no puede vivirse una fe madura y contagiosa que lanza a la misión. Por eso les había propuesto como fruto de 1 Benedicto XVI: Porta fidei. Carta Apostólica en forma de motu proprio. Vaticano, 11 de octubre de 2011, nº 7. 2 Ibid., nº 2. nuestra última Asamblea Diocesana afianzar el encuentro con Jesucristo para ser de verdad sus discípulos-misioneros3. 3. Han sido muchas las acciones, gestos y propuestas pastorales que se han desarrollado en toda la diócesis para celebrar el Año Jubilar en clave de misión. Baste recordar algunas de las más significativas: la visita de la imagen de la Virgen de Guadalupe a todas las comunidades y las misiones que las precedieron y acompañaron; diversos gestos solidarios y misioneros en las parroquias y en alguna escuela católica; como los encuentros de impacto para adolescentes “Ven y verás”, la puesta en marcha del Equipo Pastoral de Adicciones y los primeros pasos de GRÁVIDA, a nivel diocesano. De modo especial quiero recordar el Encuentro Diocesano de Jóvenes, en sus dos momentos, que ha vuelto a manifestar la seriedad de su trabajo y el compromiso de la pastoral juvenil diocesana con nuestro camino pastoral. Una vez más los jóvenes nos han dado ejemplo y nos estimulan a los adultos en la manera de construir la comunión y servir a la misión. 4. Hay que tener presente que éstas son realizaciones que se pueden constatar empíricamente. Pero sólo Dios sabe todo lo que ha obrado en el corazón de muchas personas y en nuestras comunidades a lo largo de este año de gracia. Como todas las cosas de Dios, lo más importante ha sucedido de forma discreta y escondida, sólo conocida por el Señor y por los que son “pequeños” y tienen alma de pobre. Como Jesús, al regresar los discípulos después de la misión (cfr. Lc 10,21-24), también nosotros alabamos al Padre y le damos gracias por todo el bien que ha hecho en medio nuestro. 5. Nuestro Año Jubilar ha sido tiempo de siembra; quiera Dios que en primer lugar en nuestros propios corazones. La semilla se ha encontrado con distintos terrenos; el Señor dará el crecimiento y a nosotros nos toca seguir disponiendo la tierra para que esté en condiciones de rendir “el ciento por uno”. Nos ayudará volver a tomar la Palabra de Dios, que en el Evangelio nos habla del sembrador que repartió generosamente la semilla (Mt 13, Mc 4 y Lc 8). Así iluminados podremos evaluar adecuadamente, alabar agradecidos y renovar nuestro empeño misionero. Dios siempre quiere “más” de nosotros: más “calidad” de vida cristiana, más hondura espiritual y coherencia, en definitiva, más santidad. No necesariamente más actividades o nuevos proyectos pastorales. 6. Para que la semilla produzca fruto abundante en nosotros el Papa vuelve a recordarnos el camino: “…Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: « ¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La 3 Cfr. Franzini, Carlos María: Cincuenta años de vida diocesana en clave de misión. Carta Pastoral de Cuaresma 2010, nº 4. obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación…”4 7. La fe nace y crece con la predicación de la Palabra y su fructuosa asimilación en el corazón de quienes la reciben. De allí la necesidad de favorecer en el orden personal y comunitario una mayor familiaridad con la Palabra de Dios, leída en la Iglesia y transmitida por ella. Sólo así nuestra fe se hará vigorosa, llenará de sentido nuestra vida y se hará contagiosa y provocativa para los hermanos. Y para conocer mejor la Palabra, según la ha transmitido la Iglesia, necesitamos formar nuestra fe. Por eso el Papa nos propone: “… Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable… En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe…A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia…” 5 8. A todo el empeño puesto en la diócesis por desarrollar una pastoral bíblica más incisiva, que favorezca el mayor contacto de los fieles con la Palabra de Dios, habrá que acompañarlo con un empeño semejante para difundir y aprovechar la enorme riqueza que nos ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica en orden a la maduración de la fe. Sea en su versión completa, como en el Compendio o la más reciente versión preparada para los jóvenes (Youcat) -que puede ser aprovechada también por los adultos- invito y ruego a todos los sacerdotes, diáconos y catequistas, como así también a la Junta Diocesana de Catequesis a conocer, aprovechar y difundir el Catecismo que –como señala el Papa- “…es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II …”6 9. Pero una fe más sólida y arraigada necesita también del encuentro íntimo, sacramental y frecuente con el Señor Eucarístico, como nos recuerda el Papa al proponernos “intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza…”7 A lo largo del Año Jubilar hemos vivido intensas celebraciones litúrgicas y la adoración eucarística se ha ido haciendo cada vez más frecuente entre nosotros. ¡Cómo no recordar con gratitud la intensa experiencia espiritual compartida con los jóvenes durante el Encuentro Diocesano en el momento de la adoración eucarística del domingo por la tarde! Hemos de sentir una nueva llamada a profundizar este 4 Benedicto XVI: ibid., nº 3. 5 Benedicto XVI: ibid., nº 11. 6 Ibid. 7 Benedicto XVI: ibid., nº 9. camino indispensable para el afianzamiento de nuestra fe que nos permita saborear qué bueno es estar con Él y reconocer que sólo en Él encontramos palabras de Vida Eterna. Por ello sigue como meta de nuestro camino pastoral el llegar a tener la adoración permanente de la Eucaristía en la diócesis. ¿Será muy pretensioso lograr que a toda hora, los 365 días del año, haya algún lugar en la diócesis donde el Señor sea adorado en nombre de todos nosotros? ¡Cuántos frutos de fe y caridad se seguirán de este gesto tan sencillo y escondido pero –al mismo tiempo- tan expresivo y comprometedor! 10. Las distintas experiencias misioneras que tuvimos a lo largo del Año Jubilar nos han confirmado que la fe se fortalece dándola. ¿Acaso no han sido movilizadoras para muchos de nosotros las visitas de la Virgen de Guadalupe a nuestras comunidades? ¿El testimonio de los jóvenes anunciando alegremente por las calles la alegría de ser discípulos de Jesús no ha tocado el corazón de muchos adultos con años de vida eclesial? Y podríamos seguir poniendo ejemplos… Por eso el Papa afirma: “El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él… La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso…”8 11. El testimonio y la misión son componentes esenciales de una fe adulta y comprometida. La expresión más concreta y eficaz de nuestra gratitud por todos los dones recibidos a lo largo del Año Jubilar será precisamente el renovado compromiso misionero y solidario de todos y cada uno de nosotros y de nuestras comunidades. Precisamente este vínculo esencial entre una fe madura y la responsabilidad misionera es lo que ha llevado al Papa a ligar el Año de la Fe que nos propone con la próxima Asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos cuyo tema es precisamente La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Ya Juan Pablo II nos había invitado a los latinoamericanos a una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión.9 Ahora el Papa Benedicto amplia esta propuesta a todo el mundo, especialmente a los países de antigua tradición cristiana, allí donde la fe aparece a menudo muy tenue o en extinción. También nosotros hemos de sentirnos desafiados por esta invitación del Papa y dispuestos a responder generosamente poniendo lo mejor de nosotros y de nuestras comunidades al servicio de la nueva evangelización de nuestro territorio diocesano. 12. La invitación del Papa y el Año Jubilar que hemos compartido son motivos suficientes para asumir con seriedad y perseverancia nuestra vocación de testigos y servidores de la misión. “… La fe sin la caridad no da fruto, y la 8 Benedicto XVI: ibid., nº 10. 9 Juan Pablo II: Homilía en Santo Domingo (11/10/84), nº 6. caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia »…”10 13. Para el Año Jubilar nos habíamos propuesto mostrar con mayor nitidez el rostro solidario de la Iglesia11. Gracias a Dios hemos dado algunos pasos en este sentido, tanto a nivel diocesano como parroquial. La Asamblea Diocesana de Caritas ha sido un signo fuerte del camino que estamos recorriendo, sin embargo, es mucho lo que todavía podemos hacer para manifestar con creciente convicción que la fe sin obras está muerta. En este mismo sentido el Papa nos recuerda que el Año de la Fe debería fructificar en un renovado compromiso solidario: “…El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: « ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18)…”12 Nuestro tiempo, tan cerrado en muchos sentidos al discurso sobre Dios, sin embargo es capaz de entender el lenguaje del amor concreto. Como ya lo he señalado en otra oportunidad, el testimonio de la Beata Teresa de Calcuta ha sido más elocuente y misionero para nuestro tiempo que muchas palabras pronunciadas sin el respaldo del testimonio solidario. 10 Benedicto XVI: ibid., nº 14. 11 Franzini, Carlos María: Cincuenta años de vida diocesana en clave de misión. Carta Pastoral de Cuaresma 2010, nº 21. 12 Benedicto XVI: ibid., nº 14. 14. Al comenzar una vez más el tiempo de la Cuaresma nuestra Iglesia diocesana se dispone espiritualmente para retomar su camino pastoral con renovado impulso. Los objetivos que les propusiera al concluir nuestra última Asamblea Diocesana siguen marcando los cauces de nuestra marcha pastoral en comunión orgánica. La misión familiar, la misión joven y la misión solidaria estimularán la vida de nuestras comunidades para responder generosamente al llamado que el Papa nos hace a la nueva evangelización. En comunión con las Iglesias de América Latina, plasmamos así entre nosotros la Misión Continental propuesta por Aparecida. De esta forma queremos dar pasos decididos que favorezcan el encuentro de todos los hombres con Jesucristo Resucitado, para que en Él tengan vida plena. La Virgen de Guadalupe y San José nos acompañan en nuestra marcha. Los saludo y bendigo con afecto y les deseo un tiempo de Cuaresma intenso y fecundo, con mucha docilidad a lo que el Espíritu les proponga en este tiempo de gracia y conversión.

  • Carlos María Franzini Obispo de Rafaela Cuaresma 2012
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