Carlos Rosenkrantz: “Vivimos en un país divisivo”

Egresado de la UBA y profesor de esa facultad, Carlos Rosenkrantz es hoy el nuevo rector de la Universidad de San Andrés. En esta entrevista, habla de la escasa incidencia y participación en la escena política que tiene la academia en la Argentina y explica por qué cree que la dicotomía educación pública o privada ya es cosa del pasado.

Por Laura Zommer (Buenos Aires)

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Hijo sobresaliente de la educación pública, Carlos Rosenkrantz es el flamante rector de San Andrés, una de las universidades consideradas de elite en la Argentina. Fue medalla de oro del Colegio Nacional Sarmiento y estudió abogacía en la Universidad de Buenos Aires, antes de convertirse en el profesor titular más joven de la historia de esa facultad y en doctor en Derecho en la Escuela de Leyes de Yale, una de las instituciones más prestigiosas del mundo. Sin embargo, para él, la dicotomía entre educación pública y educación privada está pasada de moda y el verdadero corte debe hacerse ahora entre los establecimientos que educan con lógica utilitaria y con la meta de que sus alumnos prosperen individualmente y aquellos que lo hacen con la mira puesta en lo colectivo y en la mejora del bienestar social. Como era esperable, argumenta por qué San Andrés integra este último grupo desde su creación 20 años atrás.

Rosenkrantz, que fue asesor del presidente Raúl Alfonsín y desarrolló una importante actividad académica tanto aquí como en el exterior (enseña Teoría del Derecho en la UBA, se desempeñó como profesor en la Escuela de Leyes de Yale y, desde 1996, es profesor de la Universidad de Nueva York), lamenta la escasa incidencia y participación en la escena política que tiene la academia en la Argentina. “Vivimos en un país divisivo, que mira hacia atrás y no hacia adelante, y donde hay extremos que buscan adeptos y no críticos”, se queja.

-¿Qué es enseñar para usted?

-Enseñar hoy no es obligar a memorizar, ni siquiera enseñar a distinguir sino mucho más generalmente enseñar a aprender. La velocidad de los cambios en la transmisión del conocimiento y de los mecanismos de acceso al conocimiento y el hecho de que el conocimiento es más fácil de almacenar que antes y mucho más fácil de sistematizar hacen que la habilidad más preciada no sea ni la memoria ni la capacidad de distinguir, sino la capacidad de aprender de otros.

-¿Cuál es el rol de las universidades de elite en un país como la Argentina?

-San Andrés no es una universidad de elite sino meritocrática. Debe de ser la institución más diversa de la Argentina. No tiene ninguna restricción extraacadémica para pertenecer a ninguno de sus claustros. Hay alumnos de todas las religiones, de casi todas las comunidades que viven en el país, de absolutamente todas las ideologías y de todos los sectores socioeconómicos.La única condición de ingreso es la calidad de los estudiantes. La universidad aspira a que todos aquellos que tengan la vocación y el compromiso con el esfuerzo necesario para hacer carreras intensivas y de alto nivel, puedan hacerlo.

-Entonces ¿Cuál es el rol de las llamadas universidades de elite en un país como la Argentina?

-Creo que la pregunta permite terciar en un debate partido entre educación pública y educación privada. Tradicionalmente, la educación pública fue concebida como una educación no necesariamente utilitaria, no meramente dirigida a potenciar las habilidades de los estudiantes sino también como destinada a contribuir, a través de sus estudiantes, al mejoramiento colectivo. En este sentido, San Andrés comparte objetivos con la educación pública. No es la nuestra una educación utilitaria. No queremos simplemente producir graduados que tengan más éxito en sus respectivas profesiones -aunque eso ocurre y, tal vez, por eso no nos preocupamos tanto-. Estamos convencidos de que la institución tiene que contribuir a la generación de bienes públicos y a la discusión pública argentina. Aspiramos a que nuestros graduados no solamente sean mejores profesionales sino que contribuyan a mejorar el país.

Hay otras razones en virtud de las cuales somos muy parecidos a la universidad pública: San Andrés es una institución que no tiene dueño, no tiene fines de lucro, no existe en virtud de un proyecto comercial sino para satisfacer la necesidad de mejorar el bienestar de la sociedad. Hay universidades que tienen objetivos comerciales, que son loables, pero no es ese nuestro caso. Esta Universidad se comprometió en la creación de una Escuela de Educación que es casi íntegramente subvencionada. Esa es una manera clarísima en que la institución contribuye al mejoramiento de la vida colectiva. Además, la agenda de investigación de nuestros profesores (que son algo menos de 100 con dedicación completa) está claramente orientada en el sentido de captar, diagnosticar y pensar los principales problemas argentinos.

-¿Pensar, únicamente diagnosticar, o proponer soluciones? ¿Cómo sería concretamente el aporte, porque no parece haber mucha tradición en la Argentina de consultas de actores políticos a la academia?

-La manera en la que estas instituciones pueden ayudar a la situación colectiva es muy indirecta. No pueden comprometerse como quizás esperan algunos, pero lo que sí pueden es formar un stock de información e ideas con el que el país encare los principales problemas públicos. Los profesores están para enseñar e investigar, no para terciar en debates colectivos. Pero lo que sí pueden hacer es formar el stock necesario para que otros lo tomen. El hecho de que el impacto de las universidades en la vida colectiva sea muy indirecto explica por qué la educación superior es descuidada.

-¿Coincide en que es bajo el impacto de la academia sobre la realidad argentina, o no lo es tanto?

-En relación con otros países en desarrollo sí lo es, porque la educación superior en la Argentina ha sido muy descuidada. Y, en parte, creo que lo ha sido porque nadie advierte que el hecho de que la contribución al bienestar colectivo sea indirecto no lo hace menos importante.

-Piensa que, como el aporte es indirecto, no hay nadie que lo tome como bandera.

-Como el impacto es indirecto y las consecuencias no son inmediatas, la gente posterga sus intereses. Por eso, el proyecto de hacer educación de alta calidad en la Argentina es un proyecto sofisticado.

-Usted se formó en la educación pública y manda a sus hijos a una escuela privada. ¿Por qué decidió eso?

-Mis hijos no van a una escuela privada sino a una escuela subvencionada por el Estado italiano, pero yo creo que la dicotomía público-privado es una dicotomía antigua.

-¿Por qué?

-Porque lo importante es si es una educación utilitaria y centrada en mejorar la calidad del estudiante o en contribuir al país. Si es una educación plural y ecuménica o religiosa. Uno puede encontrar hoy una escuela pública utilitaria y confesional, o una escuela privada no utilitaria y laica.

-¿Hay algunos asuntos específicos que San Andrés planea tener de cara al futuro en lo que usted denomina “stock de información”?

-Esta es una institución que tiene gente con agendas de investigación muy complejas. Mover una agenda de investigación es muy, muy difícil. Una investigación no se hace solo sino en red. Además, hace falta mucha infraestructura para poder investigar con éxito, de modo que a una universidad le resulta muy difícil establecer la agenda de investigación de lo que ocurre cada día. Si nosotros tenemos un Departamento de Economía que es el mejor del país, que produce con calidad internacional, hasta tal punto que nuestros profesores son invitados por casi todas las grandes universidades del mundo, diría que mucho de lo que la institución hace sería clave para resolver algunos de los problemas actuales del país.

-Conclusión de lo que dijo: tienen excelentes ideas, pero no tienen mucha incidencia.

-Creo que hay un problema de transmisión. Es un problema no causado necesariamente por las universidades sino debido a que los que participan más activamente en la vida política del país no recurren a ellas con la asiduidad deseable.

-¿Este es un fenómeno exclusivo de la Argentina o se repite en otros países?

-Es un fenómeno terriblemente agravado en la Argentina en relación no sólo con países de Europa sino también con Chile y Brasil, donde la academia tiene un rol mucho más estelar que en la Argentina.

-¿A qué lo atribuye?

-En parte, esto ha pasado porque la Argentina es un país muy divisivo, donde a la gente le cuesta pensar que haya lugares en el debate que no son necesariamente partidarios. Hay lugares que no presuponen ninguna facción en pugna.

-Se refiere al “estás conmigo o estás con el enemigo”.

-La explicación de por qué es un país divisivo sería causa de otra entrevista, pero creo que es un país que tuvo un pasado brillante y se enfrenta con un futuro complejo. Es por eso que miramos mucho más para atrás que para adelante y, cuando uno mira más para atrás, establece culpas y empieza a hacer divisiones. En países más optimistas, que miran más para adelante, las divisiones se morigeran; en la Argentina, se potencian. En ese contexto cultural, nuestro país no ha sabido preservar el lugar de las universidades como centros que no necesariamente tienen que estar comprometidos con alguien. Pueden ser lugares a los que todos pueden recurrir en busca del stock de saber.

-¿Le falta tolerancia al disenso a la mayoría de los argentinos?

-Sin duda, ese es un bien escaso en la Argentina.

El perfil

Alumno brillante: Carlos Fernando Rosenkrantz se recibió de abogado en la Facultad de Derecho de la UBA en 1983 con el honor de haber sido el primero de su promoción. Obtuvo su doctorado en leyes en la Universidad de Yale y ejerció la docencia aquí y en el mundo. Proyección internacional: Publicó numerosos artículos en libros y medios especializados. Asimismo, fue convocado como conferencista desde prestigiosas universidades de Estados Unidos, España, Italia, Chile, México, etc.

Fuente: suplemento Enfoques, diario La Nación, Buenos Aires, 6 de julio de 2008.

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