Candidatos con política ausente

El gobierno kirchnerista que acapara los símbolos de identidad partidaria no hace propia aquella definición del general Perón: “En la nueva Argentina, los únicos privilegiados son los niños…”.

Por María Herminia Grande (Rosario)

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Quienes tuvieron en sus manos la arquitectura política de las propuestas electorales para los recambios parlamentarios, le hicieron perder al país, una vez más, una gran oportunidad: la de privilegiar la política y fortalecer la democracia. Alguna vez un candidato dijo que su definición -para llegar a serlo- dependía de si con su aporte ayudaba a torcer la inercia de la caída en declive de la mediocridad de su partido… las listas presentadas hoy contienen un montón de intereses, menos una definición ideológica.

La economía mundial tocó fondo en su incapacidad para llegar masivamente con bienestar a la ciudadanía. Este esquema mundial no supo o no quiso producir los cambios necesarios para que la economía llegue a la gente como una herramienta de posibilidad, y no como hoy, de hundimiento. Y este fin de ciclo avizora el regreso a un Estado fuerte que tenga algunas condiciones de aquel que se conoció como de Bienestar, y un esquema en el cual se privilegien las políticas productivas a las especulativas. Para que esta concepción de cambio ocurra se necesita de Estados fuertes y democracias consolidadas. Argentina pierde la posibilidad de prepararse para este cambio. Sus listas de candidatos hablan de otra cosa. La política en Argentina sigue sin tener prestigio, entonces aparecen en algunos casos, la compra de prestigios ajenos, al arte, al deporte, al cine, al teatro; la política no tiene su prestigio porque no discute ideas. Y cuando no se discuten ideas se discuten intereses. Para discutir ideas hay que tener argumentos. Para tener argumentos hay que tener contenidos. Pareciese que la política en Argentina le tiene miedo a la inteligencia. Por estas horas, la pregunta ¿a quién voto? va a ir en aumento. Cuando ello ocurre a días de una definición política, es porque también se avizora un fin de ciclo. Hoy, los unos y los otros han perdido en mayor o menor medida la cordura. El grito o el insulto es sinónimo de la sin razón. En una democracia las razones se sustentan con proyectos, con contenidos, con inteligencia. Cuando se carece de esto se plantean guerras. Como dice el licenciado Julio Bárbaro: “Hay que volver a enamorarse de la inteligencia, si no es así nos vamos a seguir aburriendo con la mediocridad. Argentina es un país que no soportó a Perón por inteligente, entonces lo definen por López Rega. No soportó a Frondizi por inteligente, entonces decían que había tenido contactos con el Che Guevara. Donde hubo talento nos dio miedo…”. Lo lamentable es que hoy nos sigue dando miedo el talento, la inteligencia, la verdad, la honestidad. Si la ciudadanía no está dispuesta a producir el cambio deberemos soportar una vida demasiado gris. La pregunta que sigue es cómo hacer para producir ese cambio. Hay un trabajo también para la sociedad. Convencerse que ser ciudadano es algo más que una autovía que conduce a los derechos individuales. Los ciudadanos tienen derechos y obligaciones con la sociedad que integran. Hoy, en un efecto de encapsulamiento, la ciudadanía aumenta la reivindicación de sus derechos, dejando al margen la responsabilidad que tiene en los asuntos de la comunidad. La participación en los partidos políticos, llevaría a la exigencia de que los mismos necesariamente usen los mecanismos de elección y selección de hombres y mujeres que ideológicamente los representen. Si no se quiere que la decadencia política, institucional y democrática pase a ser un problema estructural, el ciudadano no puede dejar a su voluntad o a su ánimo la participación.

Lo dicho se enmarca en un agravante, las generaciones que aún tiene su intelecto intacto producto de una buena nutrición alimenticia y moral, provenientes de familias de los distintas estratos sociales que aún conservan el concepto de familia, son los encargados de producir el cambio, porque producto de las corrupciones que siempre terminan en inequidad, en estos últimos años nuestro país ha creado generaciones que tienen el estigma de daños graves. La pobreza, como tantas veces lo hemos dicho, no es sólo no tener dinero. Una persona pobre es pobre en ideas, es pobre en educación, es pobre en amigos, es pobre en introspección, es pobre en retrospección, es pobre en creatividad, es pobre en caricias y encima no tiene plata. La Universidad Católica Argentina ha elaborado un informe sobre la deuda social para con niños y adolescentes hasta 17 años. Algunos datos son absolutamente significativos. El 14 por ciento de los adolescentes comparten cama o colchón para poder dormir. El 33,6 por ciento vive en hogares que han dejado de atender su salud y no concurren a ningún lugar para ello. En el 25 por ciento de los hogares más pobres argentinos, el 50,5 por ciento de los adolescentes no reciben ni siquiera alimentación gratuita. El 50,8 por ciento de estos niños y adolescentes viven en hogares que han dejado de comprar vestimenta. Y a propósito de hogares, el 38 por ciento de los adolescentes viven en el 25 por ciento de los hogares más vulnerables económica y socialmente. Si a esto sumamos las repitencias y la deserción en lo educativo, de lo cual dábamos cuenta la semana pasada, advertiremos que si la ciudadanía que sí gozó de una escuela integradora y formativa en épocas en que nuestro país no diferenciaba escuelas para ricos y para pobres, no reacciona, no es justamente responsabilidad de estas generaciones impulsar el cambio. La transformación y el cambio que debió ser ayer, no debe demorarse hoy.

A criterio de quien escribe esta columna queda un último dato: tres de cada diez pibes no saben lo que es el día de su cumpleaños. El gobierno kirchnerista que acapara los símbolos de identidad partidaria no hace propia aquella definición del general Perón: “En la nueva Argentina, los únicos privilegiados son los niños…”.

Por María Herminia Grande

Fuente: diario La Capital de Rosario, 13 de mayo de 2009.

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