Bergoglio y el documento de Aparecida en la muestra “Gestos y palabras”

El párroco de Frontera y Josefina expuso en la Catedral de Rafaela el 17 de marzo de 2019.

Por Antonio Grande.- Quiero ayudar (1) a acercarnos a la persona y el ministerio episcopal de monseñor Jorge Bergoglio y a su aporte en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida; (2) contemplar la proyección y actualización en la enseñanza del Papa Francisco sobre el tema; (3) motivar a participar en  la propuesta diocesana de renovación pastoral que asume las orientaciones papales desde la experiencia latinoamericana.

Mis encuentros personales con el cardenal Jorge Bergoglio en Buenos Aires, y, luego, con el Papa Francisco en Roma, no fueron numerosos, pero me impactaron profundamente por su cálido trato y las luces que pude recoger. Ahora, comunico mi propia comprensión que guía la presentación de este trabajo, desde una actitud contemplativa y reflexiva  complementada por la participación en algunos encuentros y celebraciones que él presidió en Roma.

Podemos preguntarnos: ¿qué justifica el esfuerzo, este domingo por la mañana, de reunirnos para retomar el tema “Bergoglio y Aparecida”, la actuación del Santo Padre siendo obispo de Buenos Aires,  en el encuentro de obispos latinoamericanos y del Caribe desde el 13 al 31 de mayo de 2007 en esa ciudad de Brasil? Luego, de más de 10 años y de tantas cosas que sucedieron en la Iglesia y en el mundo. ¿Qué podemos recoger para nuestro hoy?

Tomo como punto de referencia orientadora dos textos del papa argentino. La Carta que el Papa Francisco envió a la primera Asamblea Plenaria del episcopado argentino posterior a su elección como sucesor de Pedro, el 25 de marzo de 2013.[1]

“Les expreso un deseo: me gustaría que los trabajos de la Asamblea tengan como marco referencial el Documento de Aparecida y Navega mar adentro. Allí están las orientaciones que necesitamos para este momento de la historia. Sobre todo les pido que tengan una especial preocupación por crecer en la misión continental en sus dos aspectos: misión programática y misión paradigmática… Que toda la pastoral sea en clave misionera. Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresia. Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga se enferma en la atmósfera viciada de su encierro… La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial… Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar «la dulce y confortadora alegría de evangelizar». Les deseo a todos ustedes esta alegría, que tantas veces va unida a la Cruz, pero que nos salva del resentimiento, de la tristeza y de la soltería clerical. Esta alegría nos ayuda a ser cada día más fecundos, gastándonos y deshilachándonos en el servicio al santo pueblo fiel de Dios; esta alegría crecerá más y más en la medida en que tomemos en serio la conversión pastoral que nos pide la Iglesia”.

Allí los alienta a continuar su servicio evangelizador en el horizonte de los documentos Navega Mar Adentro (NMA), 2003, del episcopado argentino,  y, Aparecida (DA), 2007, de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, con su compromiso de la misión continental. Los dos textos episcopales son referencias destacadas en el inicio del tercer milenio, del camino de actualización de la enseñanza episcopal acompañada por los escritos de teólogos y pastoralistas del llamado de Pablo VI en 1975, a animar “un programa de acción pastoral, del que la evangelización, es el aspecto fundamental” (EN 81), asumido por Juan Pablo II con  “la nueva evangelización en su ardor, en sus métodos y en su expresión” iniciada en América Latina en 1983/1984,[2] y, luego promovida para toda la Iglesia, particularmente, con el documento posjubilar Novo millennio ineunte (NMI), en 2001.[3]

Y, la  entrevista al diario El País de España, publicada el 20/1/2017. Francisco responde a una pregunta sobre su valoración del servicio evangelizador de Pablo VI:

Evangelii gaudium, que es el marco de la pastoralidad que yo quiero dar a la Iglesia ahora, es una actualización de la Evangelii nuntiandi de Pablo VI. Es un hombre que se adelantó a la historia. Y sufrió, sufrió mucho. Fue un mártir. Y muchas cosas no las pudo hacer, porque como era realista sabía que no podía y sufría, pero ofrecía ese sufrimiento. Y lo que pudo hacer lo hizo. Y qué es lo que mejor hizo Pablo VI: sembrar. Sembró cosas que después la historia fue recogiendo. Evangelii gaudium es una mezcla de Evangelii nuntiandi y el documento de Aparecida. Cosas que se fueron trabajando desde abajo. El Evangelii nuntiandi es el mejor documento pastoral postconciliar y no ha perdido actualidad”.[4]

Su modo de pensar y de presentar los temas, es una puesta al día de las enseñanzas del Papa Montini, y del espíritu de conversión pastoral y de impulso misionero que propuso el episcopado latinoamericano en Aparecida.

  1. Bergoglio y Aparecida.

Jorge Mario Bergoglio, nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. La experiencia personal de la misericordia de Jesús, de su mirada amiga y de su llamado a seguirle en aquel 21 de septiembre de 1953, significó en la vida del joven estudiante Jorge Mario, un antes y un después. Como lo interpreta personalmente, vivió una experiencia fundante de encuentro con Jesús y de llamada a su seguimiento, en el estilo de la que vivió san Mateo. Él la expone según la presentación de san Beda el Venerable: Miserando atque eligendo “lo miró con amor misericordioso y lo llamó”. Estas palabras lo acompañan e iluminan de tal modo que luego las eligió como lema de su ministerio episcopal en Buenos Aires, y de su servicio en la sede de Pedro.[5]

Respondió  a esa vocación ingresando en la Compañía de Jesús en 1958, donde es ordenado sacerdote en 1969, y elegido provincial  de los Jesuitas en Argentina en 1973. En 1992 san Juan Pablo II lo nombra obispo auxiliar de Buenos Aires, arzobispo en 1998, y es nombrado cardenal en 2001. Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina desde 2005 a 2011. Finalmente, es elegido sucesor de Pedro el 13 de marzo de 2013, y asume su ministerio el 19 de marzo.

Jorge Mario Bergoglio, siendo rector del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús (1979-1985), pone de manifiesto su experiencia de profesor de teología pastoral transmitiendo la eclesiología conciliar desde la presentación del testamento espiritual y pastoral de Pablo VI en la universidad de San Miguel en Argentina, y, de animador misionero y primer párroco de la parroquia San José que acompañó en su fundación y sus primeros pasos en ese territorio.[6] Va madurando así un rasgo típico de su estilo, la relación dinámica entre la teología, la espiritualidad y la pastoral, que continuó desarrollando como arzobispo cardenal en Buenos Aires, y, Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica Argentina  desde  1998 hasta su elección para la sede de Pedro. Este estilo sigue animando su pontificado, se expresa en EG y su enseñanza papal.[7]

J. C. Scannone muestra que la misericordia identifica el servicio pastoral del papa Bergoglio como su carisma, la luz inspiradora de sus actitudes y de su comportamiento.

“Cuando el padre jesuita Jorge Mario Bergoglio fue nombrado obispo, eligió como su lema la frase de san Beda el Venerable “miserando atque eligendo”, referida a que “Jesús miró a Mateo con amor misericordioso y lo eligió” (MV, n. 8). De ella dice Francisco: “siempre me ha cautivado esa expresión” (ibid.), en la que se siente personalmente implicado, de modo que la conservó como lema de su pontificado. Más que sólo de un enunciado, se trata (según creo) de un carisma, un temple de ánimo existencial, una doctrina viva, un modo de gobierno. Pues, reconociéndose pecador, se acepta como elegido por pura y gratuita misericordia y, por ello, llamado a la misión de vivirla, practicarla y enseñarla: “pecador, pero ministro de la misericordia” (MeM, n. 10)”.[8]

1.1. ¿De dónde parte nuestra reflexión? Conviene hacer memoria: el Concilio Vaticano II después de más de medio siglo sigue siendo el acontecimiento y la fuente inspiradora de una reforma misionera de la Iglesia en nuestro tiempo. Ello no ha sido uniforme en la conciencia y el ejercicio de la teología, la espiritualidad y la acción pastoral a lo largo de este espacio de tiempo. Junto a expresiones que generaron coherencia y avances en la comprensión de los documentos y del espíritu conciliar, otras manifestaciones expresaron retrocesos y temor, porque confundieron ideas personales o de un grupo con el camino iniciado. La nueva autoconciencia de la Iglesia como un pueblo de Dios reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (LG 4) que peregrina en la historia de los pueblos y sus culturas, animada por las luces del Espíritu Santo se va afianzando. L. Gera expresó en el 2000:

“Si en este año 2000, después de haber vivido la mayor parte de mi vida durante el siglo XX, se me preguntara cuáles han sido los acontecimientos históricos que más me han impactado e influido, no dudaría en nombrar, en primer lugar, el Concilio Vaticano II… Además, la formación de la conciencia eclesial latinoamericana, iniciada antes del Concilio, pero confirmada y establecida bajo la inspiración conciliar… la creatividad pastoral surgida en nuestra propia Iglesia argentina en los años inmediatamente posteriores al Concilio”.[9]

Un gesto de su valoración: el cardenal Bergoglio lo hizo sepultar en el subsuelo de la catedral de Buenos Aires cuando él falleció en 2012. La Iglesia en Latinoamérica recibió la eclesiología conciliar del Pueblo de Dios creativamente reinterpretándola desde su presencia y actuación en  la vida de nuestros pueblos necesitados de realizar un proyecto propio de liberación y dignificación integrales.

“El Concilio Vaticano II y toda una eclesiología que vemos volcada hacia la categoría de Pueblo de Dios, que en nosotros no jugó solo como emergencia del laicado dentro de la Iglesia, sino en la inserción de la Iglesia en el transcurrir histórico de los pueblos. Nosotros captamos de Lumen gentium más el Pueblo de Dios como el que se insertó en la historia y caminó con los pueblos en la historia, que no solamente el resurgir del laicado”.[10]

1.2. Un aspecto valioso de la identidad de la Iglesia en América Latina es el servicio episcopal de comunión y enseñanza, que integra con sello propio la fidelidad al magisterio papal y la iluminación evangélica del caminar histórico del Pueblo de Dios. Lo acompaña críticamente una teología latinoamericana que se va gestando, que se configura como teología de la liberación, y requiere un hondo y delicado discernimiento.[11]  

Como gracia de Dios original está  la realización de las cinco Conferencias Generales del Episcopado con sus documentos conclusivos. Esta acción se desarrolló entre luces y sombras, en medio de grandes tensiones y celebraciones gozosas. Se inició en 1955 con la Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano  en Río de Janeiro, antes del Concilio Vaticano II. Desde él se relanzó con una nueva impronta. Con la presencia del Santo Padre en algunos días de su realización, y, luego,  con la aprobación de su documento conclusivo, se afianzó mediante una reflexión teológico-pastoral que se renueva y se enriquece jalonada por la realización de las siguientes Conferencias Episcopales: Medellín en 1968, Puebla en 1979, Santo Domingo en 1992, y, recientemente, la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil, en 2007.

Desde el Concilio, nuestra Iglesia en las periódicas Conferencias Generales de su episcopado, con el aporte crítico de la reflexión teológica y en diálogo con las manifestaciones de fe del Pueblo de Dios, no sólo se ha planteado el “qué” y el “para qué” sino que también ha pensado y actuado varios “cómo” de la nueva evangelización.

1.3. La Iglesia en la Argentina, dentro del espacio compartido por diversos vínculos con las Iglesias hermanas de América Latina y El Caribe, vino realizando una recepción creativa del Concilio Pastoral desde su episcopado en diálogo de colaboración crítica con los teólogos.  

En el primer posconcilio, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) inició con entusiasmo la recepción fiel y creativa del acontecimiento, del espíritu y los textos del Vaticano II, alentada por la recomendación que Pablo VI hizo el 24 de noviembre de 1965 a todo el Episcopado Latinoamericano, para que el nuevo tiempo eclesial sea aprovechado para poner en marcha una pastoral de conjunto más organizada. En la primera Asamblea que realizaron en 1966, asumieron esa iniciativa papal, dieron pasos para la elaboración de un Plan Nacional de Pastoral, y crearon la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL) para dar forma y llevar adelante su objetivo.  Esa comisión la integraban los obispos acompañados por sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, expresando en su estructura y en su funcionamiento la concepción conciliar de la Iglesia como Pueblo de Dios. Todos sus miembros tenían voz y voto.  

Dentro de este espacio de acción y reflexión, va surgiendo una teología pastoral original, en muy estrecha relación con el servicio pastoral y la enseñanza magisterial del Episcopado, y con el Pueblo de Dios en América Latina y en nuestro país. Será llamada por algunos Teología de la pastoral popular, cuyo principal representante es Lucio Gera.[12] Esa rica maduración teológico pastoral se expresa en el Documento de San Miguel, 1969, en el que los obispos argentinos orientan inicialmente la renovación conciliar con la mediación de la experiencia de Medellín el año anterior.  Hoy, se la conoce más como la Teología del Pueblo y de la Cultura.

En un segundo momento destacado, se inicia un proceso de recepción fiel y creativa del testamentos espiritual y pastoral de Pablo VI, quien animó a realizar un programa pastoral que impulse un renovado dinamismo evangelizador del mundo, en la perspectiva del final de siglo y la cercanía del tercer milenio de cristianismo.

“Que la luz del Año Santo… pueda difundirse igualmente después del Jubileo mediante un programa de acción pastoral, del que la evangelización sea el aspecto fundamental, y se prolongue a lo largo de estos años que preanuncian la vigilia de un nuevo siglo, y la vigilia del tercer milenio de cristianismo” (EN 81).

Es de notar la importante repercusión de este documento en la Iglesia en América Latina, que se continuó cultivando con el programa de nueva evangelización del papa polaco, y, particularmente, en el magisterio, la teología y la pastoral argentinas, en la que creció Francisco. En palabras de Galli, “el papa Francisco es un testimonio lúcido y cordial de esa extendida e intensa recepción argentina”.[13] Y, establece un aspecto de relación entre ese documento del papa Montini y el texto programático de  Bergoglio, quien retoma su mensaje, lo profundiza y actualiza.

“La exhortación de Pablo VI es un documento pastoral único, muy articulado teológica y pedagógicamente. En su texto, Francisco prefiere concentrarse en el anuncio del Evangelio. Su exhortación no sigue linealmente aquella articulación, pero la supone, profundiza, amplía y actualiza. Señalo tres ejemplos. El capítulo primero profundiza en la concepción de la Iglesia evangelizada y evangelizadora, llamada a la conversión y la renovación permanente (EN 13-24; EG 24). El capítulo cuarto desarrolla la dimensión social de la evangelización expuesta en el famoso capítulo tercero del texto del Papa Montini (EN 29-39) y seguido en documentos posteriores. El capítulo quinto contempla a los evangelizadores animados por el Espíritu en línea con el último capítulo de Pablo VI (EN 74-80).[14]

2. Para ubicarnos en el texto del DA, su contexto histórico es presentado como un nuevo período que contiene el “desafío” histórico de “renovar” la fe y la evangelización. Desde la fe se descubre un desconcierto generalizado que se manifiesta en nuevos desencuentros en la vida social y política; en la expansión de una cultura diversa y hostil a la tradición cristiana de nuestros pueblos, que pretende prescindir de Dios y absolutiza el poder, la riqueza y el placer; en la promoción de ofertas religiosas carentes que impactan en el camino de fe de nuestros pueblos (cf. DA 10,13).

“… nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo. Èl se ha manifestado como novedad de vida y misión en todas las dimensiones de la existencia personal y social. Esto requiere, desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho más misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres” (A 13).

El Episcopado, en continuidad con sus anteriores Conferencias Generales, animan “un nuevo impulso a la evangelización” (DA 16) de nuestros pueblos y sus culturas.

2.1. La finalidad del documento es repensar la misión evangelizadora en el nuevo contexto latinoamericano y caribeño, y renovar la novedad del anuncio del Evangelio ya presente en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros que promuevan una vida digna, plena y feliz “en Cristo” (cf. DA 11,13, 14, 550). La Iglesia ha de ponerse en un estado permanente de misión, desde una espiritualidad que anime una conversión continua personal y comunitaria que revise las estructuras (dejar las caducas) y las formas de evangelización.  Proceso que llegue a expresarse en una Misión Continental animada por las Conferencias Episcopales y por todas las diócesis (cf. DA 551). Para ello, se debe reanimar el fervor espiritual, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas (DA 552 integrando párrafos de EN 80).[15]  

El contenido desarrolla el tema general de la V Conferencia: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida”, que es la clave de lectura para entender y explicar el documento.[16] Su presentación y su desarrollo tienen esta estructura: el Documento Conclusivo está acompañado por varios escritos de S.S. Benedicto XVI: lo precede la Carta a los hermanos en el Episcopado de América Latina y del Caribe, y lo suceden su Discurso Inaugural, la Homilía en la Misa de Inauguración, el Discurso al final del rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida. También por el Mensaje de la V Conferencia General a los pueblos de América Latina y el Caribe.

El Documento Conclusivo consta de una “Introducción” ns. 1-18; la “Primera Parte: La vida de nuestros pueblos hoy” ns. 19-100: con el Capítulo 1, “Los discípulos misioneros”, ns. 20-32; y el Capítulo 2, “Mirada de los discípulos misioneros sobre la realidad”, ns. 33-100; la “Segunda Parte: La vida de Jesucristo en los discípulos misioneros”, ns. 101-346; con el Capítulo 3, “La alegría de ser discípulos misioneros para anunciar el Evangelio de Jesucristo”, ns. 101-128; el Capítulo 4, “La vocación de los discípulos misioneros a la santidad”, ns. 129-153; el Capítulo5, “La comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia”, ns. 154-239; y el Capítulo 6, “El itinerario formativo de los discípulos misioneros”, ns. 240-346; la “Tercera Parte: La vida de Jesucristo para nuestros pueblos”, ns. 347-546; con el Capítulo 7, “La misión de los discípulos al servicio de la vida plena”, ns. 347-379; el Capítulo 8, “Reino de Dios y promoción de la dignidad humana”, ns. 380-430; el Capítulo 9, “Familia, personas y vida”, ns. 431-475; y el Capítulo 10, “Nuestros pueblos y la cultura”, ns. 476-546; más una “Conclusión”, ns. 547-574.

El método de reflexión que guió los trabajos integró el método ver, juzgar, actuar (DA 19), con el discernimiento evangélico: “Pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros…” (Hc 15,28).La experiencia de la comunidad apostólica de los comienzos muestra la naturaleza misma de la Iglesia en cuanto misterio de comunión con Cristo en el Espíritu Santo  (DA 547)

2.2. Aparecida en el inicio realizó una lectura evangélica de los signos de los tiempos en la nueva situación de cambio histórico cultural, y asumió el reto de anunciar del Evangelio ya presente en nuestra historia desde la novedad de un encuentro personal y comunitario con Jesucristo. Con la esperanza que esta experiencia suscite discípulos misioneros que sean instrumentos del Espíritu Santo para comunicar por desborde de alegría y gratitud, el don del encuentro con Jesucristo, y destaca: “este el mejor servicio -¡su servicio” que la  Iglesia puede ofrecer a las personas y a las naciones” (DA 14 cita en nota EN 1).

La enseñanza episcopal orienta el proceso de una conversión personal y pastoral que llegue a las estructuras eclesiales abriéndolas a una salida misionera (DA 365-373).

La Iglesia se coloca en un estado permanente de misión que llegue a expresarse en una Misión Continental animada por las Conferencias Episcopales de cada país y por todas sus diócesis (cf. DA 551). Este gran desafío de todo el Pueblo de Dios pide recobrar el fervor espiritual, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas, recobrar el valor y la audacia apostólica (DA 552 integra párrafos de EN 80).  

Con posterioridad a la V Conferencia, Benedicto XVI se preguntó si Aparecida realizó un discernimiento correcto de los nuevos desafíos de la Iglesia en América Latina y el Caribe, y respondió en la forma  oportuna.

“… hemos vuelto a la pregunta que nos planteamos al inicio: ¿Hizo bien Aparecida, buscando la vida para el mundo, en dar prioridad al discipulado de Jesucristo y a la evangelización? ¿Era una retirada equivocada hacia la interioridad? No. Aparecida decidió lo correcto, precisamente porque mediante el nuevo encuentro con Jesucristo y su Evangelio, y solo así, se suscitan las fuerzas que nos capacitan para dar la respuesta adecuada a los desafíos de nuestro tiempo”.[17]

Conviene explicar que en Buenos Aires desde 2008, Bergoglio se refirió a la misión en sentido paradigmático y programático. El primero, asume la misión continental permanente para transformar las estructuras de la pastoral ordinaria en clave misionera. El segundo, abarca los gestos simbólicos, los planes concretos y los eventos puntuales de carácter directamente misionero que generan nuevos signos evangelizadores.[18] En julio de 2013, cuando Francisco visitó Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud, explicó que ese patrimonio latinoamericano heredado y relanzado en Aparecida fue “bautizado como Misión Continental”, y su comprensión incluye la dimensión programática y la paradigmática. 

“La Misión Continental se proyecta en dos dimensiones: programática y paradigmática. La misión programática, como su nombre lo indica, consiste en la realización de actos de índole misionera. La misión paradigmática, en cambio, implica poner en clave misionera la actividad habitual de las Iglesias particulares… La Misión Continental, sea programática, sea paradigmática, exige generar la conciencia de una Iglesia que se organiza para servir a todos los bautizados y hombres de buena voluntad. El discípulo de Cristo no es una persona aislada en una espiritualidad intimista, sino una persona en comunidad, para darse a los demás. Misión Continental, por tanto, implica pertenencia eclesial”.[19]

Este estilo misionero se alimenta y contribuye a seguir conformando el cristianismo católico popular estrechamente ligado a la opción preferencial por los pobres, que expresan el alma de los pueblos latinoamericanos. Es un estilo que anima una espiritualidad o mística popular como modalidad cultural de vivir el encuentro con Cristo, guiados por su Espíritu, que anima gestos fraternos y solidarios en la experiencia de vida cotidiana del laicado, muchos de los cuales son pobres, pero ricos en vida cristiana. 

“Esta manera de expresar la fe está presente de diversas formas en todos los sectores sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y cariño, porque su piedad «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden reconocer» (EN 48). La «religión del pueblo latinoamericano es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular» (DP 444), profundamente inculturado, que contiene la dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana” (DA 258).

Esta valoración de las expresiones de la fe de nuestro pueblo cristiano necesita que ellas sean acompañadas hacia su maduración constituyendo nuevos discípulos misioneros. La piedad popular tiene que ser tomada como punto de partida de la reflexión y de la acción pastoral.

“… eso sólo puede suceder si valoramos positivamente lo que el Espíritu Santo ya ha sembrado. La piedad popular es un «imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda». Por eso, el discípulo misionero tiene que ser «sensible a ella, percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables» (EN 48)” (DA 262).

Aparecida recogió el testimonio mariano y la enseñanza del Papa Benedicto XVI que  considera la dimensión integradora de la presencia y del servicio de María: Ella nos enseña a conocer y amar a Jesús, a iniciar y progresar en el discipulado del Señor.

“Hoy cuando en nuestro continente latinoamericano y caribeño se quiere enfatizar el discipulado y la misión, es ella (María) quien brilla ante nuestros ojos como imagen acabada y fidelísima del seguimiento de Cristo. Ésta es la hora de la seguidora más radical de Cristo, de su magisterio discipular y misionero, al que nos envía el Papa Benedicto XVI: `María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela de fe destinada a guiarnos y fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el Creador del cielo y de la tierra. El Papa (emérito) vino a Aparecida con viva alegría para decirles en primer lugar: Permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro del corazón las luces que ella por mandato divino, le envía desde lo alto” (A 270).

2. Francisco y Aparecida.

En su visita a Brasil con motivo de la Jornada Mundial de los jóvenes en 2013, a los obispos del país  les decía: “Benedicto XVI eligió Aparecida para celebrar la V Asamblea General del CELAM, y esto ha dejado una huella profunda en la Iglesia de todo el continente… Hoy nos encontramos en un nuevo momento. Como ha expresado bien el Documento de Aparecida, no es una época de cambios, sino un cambio de época. Entonces, también hoy es urgente preguntarse: ¿Qué nos pide Dios?”.[20]

Y, en el encuentro con el Comité de Coordinación del  Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), llamó Misión Continental, a esta respuesta renovadora de la vida de nuestras iglesias y de nuestros pueblos:

“Como Ustedes, también yo soy testigo del fuerte impulso del Espíritu en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe en Aparecida, en mayo de 2007, que sigue animando los trabajos del CELAM para la anhelada renovación de las iglesias particulares. Esta renovación, en buena parte de ellas, se encuentra ya en marcha. Quisiera centrar esta conversación en el patrimonio heredado de aquel encuentro fraterno y que todos hemos bautizado como Misión Continental”.[21]

Y, explicó el sentido de la expresión misión, en sus dos aspectos: “La Misión Continental se proyecta en dos dimensiones: programática y paradigmática. La misión programática, como su nombre lo indica, consiste en la realización de actos de índole misionera. La misión paradigmática, en cambio, implica poner en clave misionera la actividad habitual de las Iglesias particulares… La Misión Continental, sea programática, sea paradigmática, exige generar la conciencia de una Iglesia que se organiza para servir a todos los bautizados y hombres de buena voluntad. El discípulo de Cristo no es una persona aislada en una espiritualidad intimista, sino una persona en comunidad, para darse a los demás. Misión Continental, por tanto, implica pertenencia eclesial”.[22]

El 29 de julio de 2013 va como peregrino al santuario de Nuestra Señora de Aparecida para encomendarle a los jóvenes y a los pueblos latinoamericanos. En la Misa presenta que con y de María aprendemos el discipulado misionero.

“Hoy he querido venir aquí para pedir a María, nuestra Madre, el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud, y poner a sus pies la vida del pueblo latinoamericano. Quisiera ante todo decirles una cosa. En este santuario, donde hace seis años se celebró la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, ha ocurrido algo muy hermoso, que he podido constatar personalmente: ver cómo los obispos (que trabajaban sobre el tema del encuentro con Cristo, el discipulado y la misión) se sentían alentados, acompañados y en cierto sentido inspirados por los miles de peregrinos que acudían cada día a confiar su vida a la Virgen: aquella Conferencia ha sido un gran momento de Iglesia. Y, en efecto, puede decirse que el Documento de Aparecida nació precisamente de esta urdimbre entre el trabajo de los Pastores y la fe sencilla de los peregrinos, bajo la protección materna de María. La Iglesia, cuando busca a Cristo, llama siempre a la casa de la Madre y le pide: «Muéstranos a Jesús». De ella se aprende el verdadero discipulado. He aquí por qué la Iglesia va en misión siguiendo siempre la estela de María”.[23]

Por su parte Carlos M. Galli presentará de modo original la relación del cardenal Jorge Mario Bergoglio con Aparecida, y de ésta con el Papa Francisco.

“El cardenal Bergoglio presidió la Comisión de Redacción del documento. Luego, ya siendo Papa, lo citó veinte veces en la Evangelii gaudium. Ayer Bergoglio contribuyó con Aparecida; hoy Aparecida ayuda a Francisco. El Papa relanza creativamente algunas de sus grandes líneas en su programa pastoral. Con su pontificado, la dinámica de la conversión misionera impulsada desde la perisferia latinoamericana está enriqueciendo a la Iglesia entera. Es evidente que la trascendencia histórica de la Conferencia, que impulsa una Iglesia más misionera, creció con Francisco”.[24]

Francisco en EG, su proyecto programático,  toma líneas de Aparecida y las relanza de forma estratégica y creativa al proponer “la reforma de la Iglesia en salida misionera” (EG 17). No quiere exportar un modelo latinoamericano, sino que desea que cada iglesia asuma la misión de una forma inculturada (EG 27, 30, 117).

En el horizonte humano histórico cultural de nuestra historia y nuestro tiempo, signados por el alejamiento de Dios, la injusticia, la superficialidad y el individualismo, (EG 2) la misión de la Iglesia necesita volver a la experiencia del encuentro con Dios por medio de Cristo y su Espíritu, fuente de una alegría que mueve a las personas a anunciar ese amor misericordioso a sus hermanos, preocupándose por una vida más digna y plena.

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son li­berados del pecado, de la tristeza, del vacío inte­rior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría…quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (EG 1).

Podemos decir que esta convocatoria papal significa para la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe una confirmación del  camino evangelizador de la Misión Continental, y, al mismo tiempo, es un llamado a enriquecer las reflexiones y actividades pastorales en marcha desde la propuesta de la exhortación apostólica del Santo Padre.

Para el papa argentino la alegría del Evangelio que se origina en quienes se encuentran con Jesús y su misericordia (EG 24)tiene la capacidad de animar una nueva etapa evangelizadora de su Iglesia (EG 1.17-18). Esta experiencia la hace ser una Iglesia  en salida misionera que anuncia con alegría el amor misericordioso de Dios:

“La Iglesia en salida es la comunidad de dis­cípulos misioneros que primerean… experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10)… Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fru­to de haber experimentado la infinita misericor­dia del Padre y su fuerza difusiva” (EG 24).

Francisco enseña que “la salida misionera es el paradigma de toda la Iglesia” (EG 15),  propone con expresiones del documento de Aparecida que examinemos nuestro modo de ser Iglesia.

“¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos» (DA 548) y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera» (DA 370)” (EG 15).

Y su firme convicción: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo” (EG 27).

Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede en­tenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordi­naria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la res­puesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (EG 27).

En el lenguaje de Bergoglio la palabra sueño es la forma de presentar un deseo profundo que lo mueve a imaginar y a actuar.[25] Se trata de un proyecto misionero de nueva evangelización que tiene un sentido programático (EG 25) en el que, comunicar con alegría la belleza del encuentro con el amor misericordioso de Dios que perdona y abre a una vida plena, ocupa un lugar determinante (EG 36-37). Convoca a todos los miembros del pueblo de Dios para que lo asuman como inspiración de la vida personal, de las estructuras de comunión y las formas de evangelización.

La subjetividad de las personas. En la introducción de su exhortación apostólica, se explica que la dulce y confortadora alegría de evangelizar parte de la experiencia humana original de encuentro con Jesús, del nuevo horizonte de vida que se genera. El número 10 integra la expresión del documento de Aparecida en el número 360, que se ubica dentro del capítulo 7 “La misión de los discípulos al servicio de la vida plena”.

“La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás» (A 360).Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión» (A 360)” (EG10).

La Iglesia es guiada por el Espíritu de Jesús, el primer y más grande evangelizador. Su acción evangelizadora es rica y compleja, la desarrollan los diversos miembros del Pueblo de Dios observando la realidad del pueblo civil en  que se inserta. Esta acción es un dinamismo que adquiere la forma de un camino evangelizador que acompaña la búsqueda de vida plena del Pueblo de Dios en su caminar peregrino. Acompaña toda  la vida de quienes responden, e inventa modos para acercarse a quienes en algún momento se alejaron de la Iglesia, o todavía no se encontraron con el Señor. Destaco cómo èl describe a la Iglesia en un renovado servicio para la venida  del Reino de Dios entre los hombres. Usa cinco verbos que mueven a la acción concreta.

“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos” (EG 24).

Animada por la actitud misericordiosa de su Maestro, la Iglesia se involucrará con espíritu solidario en el servicio de sus hermanos abajándose cuanto sea necesario. Así,  podrá acompañarlos en sus procesos de dignificación con renovada paciencia, por más duros que sean. Este estilo pastoral con “olor a oveja” permite ser reconocido y aceptado, podrá fructificar encontrando la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados.

Continúa enseñando el Papa: “Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo” (EG 24).

Afirma EG 111, que el sujeto responsable de la actividad evangelizadora, más que una institución orgánica y jerárquica, es el pueblo de los bautizados, todo el Pueblo de Dios que peregrina en la historiaevangelizando y acompañando la actividad de elaborar la propia cultura del pueblo en que se hace presente.

“Este Pueblo de Dios se encarna en los pueblos de la tierra, cada uno de los cuales tiene su cultura propia. La noción de cultura es una valiosa herramienta para entender las diversas expresiones de la vida cristiana que se dan en el Pueblo de Dios. Se trata del estilo de vida que tiene una sociedad determinada, del modo propio que tienen sus miembros de relacionarse entre sí, con las demás criaturas y con Dios. Así entendida, la cultura abarca la totalidad de la vida de un pueblo (Cf. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Puebla, 386-387)…La gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe”.

De un modo explícito, expresa su intención de exponer la comprensión totalizadora de la evangelización recibida de Pablo VI. Al iniciar la presentación de la dimensión social de la evangelización en el capítulo IV, aclara que:

“Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios. Pero « ninguna definición parcial o fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso muti­larla » (EN 17). Ahora quisiera compartir mis inquietu­des acerca de la dimensión social de la evange­lización precisamente porque, si esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténti­co e integral que tiene la misión evangelizadora” (EG 176).

Usando palabras de Aparecida, anima a todos a ser discípulos misioneros con alegría en la experiencia que la Iglesia viene desarrollando en el caminar  de cada país y continente. Enseña en el número 122 de La alegría del Evangelio:

“Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización entendida como inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes. Puede decirse que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo». (III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Puebla, 450; cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida, 264). Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal”.

Es de destacar que el Papa Francisco recoge explícitamente, la experiencia histórica de la piedad o mística popular latinoamericana y caribeña en su documento La alegría del Evangelio. En el número 124 presenta la riqueza del don del Espíritu Santo en la vida de un gran número de personas cristianas que, de modo sencillo en su vida cotidiana, integran sus actitudes, gestos y palabras orientados por  la fe en Dios y se ocupan de transmitirla a otros.

“En el Documento de Aparecida se describen las riquezas que el Espíritu Santo despliega en la piedad popular con su iniciativa gratuita. En ese amado continente, donde gran cantidad de cristianos expresan su fe a través de la piedad popular, los Obispos la llaman también «espiritualidad popular» o «mística popular» (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida, 262). Se trata de una verdadera «espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos» (ibid, 263) No está vacía de contenidos, sino que los descubre y expresa más por la vía simbólica que por el uso de la razón instrumental, y en el acto de fe se acentúa más el credere in Deum que el credere Deum. Es «una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros» (ib, 264); conlleva la gracia de la misionariedad, del salir de sí y del peregrinar: «El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador» (ib, 265). ¡No coartemos ni pretendamos controlar esa fuerza misionera!”.

En EG 181, tomando palabras de Aparecida, expresa con belleza que Jesús sigue enviando a su Iglesia a anunciar el Evangelio a toda la creación, vinculando a todos los hombres  en las diversas realidades de sus pueblos y sus culturas.

“El mandato es: «Id por todo el mundo, anunciad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), porque «toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos de la vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño» (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida, 380).La verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia”.

En EG 198 reafirma su deseo de ser una Iglesia pobre para los pobres. Presenta con fuerza la actitud del Señor Jesús, que por nosotros se hizo pobre y servidor de los hermanos alejados y excluidos.

“Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia».Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia».Esta opción (enseñaba Benedicto XVI) «está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza»(Discurso en la Sesión inaugural de la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 13 mayo 2007, 3). Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres”.

El Papa Francisco, dedica el último capítulo de su exhortación La alegría del Evangelio, a presentar a los “Evangelizadores con espíritu”. Esboza el estilo de los evangelizadores, contemplativo de las mociones del Espíritu Santo y atento de las necesidades de sus hermanos para servirles en medio de la vida de su pueblo.

“Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él «viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8,26). Pero esa confianza generosa tiene que alimentarse y para eso necesitamos invocarlo constantemente. Él puede sanar todo lo que nos debilita en el empeño misionero. Es verdad que esta confianza en lo invisible puede producirnos cierto vértigo: es como sumergirse en un mar donde no sabemos qué vamos a encontrar. Yo mismo lo experimenté tantas veces. Pero no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos!” (EG 280).

“Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización” (EG 288).

3. Nuestra comunidad diocesana está recorriendo el camino de DA y de EG.

Aparecida, pidió que la Iglesia en América Latina y el Caribe guiada por el Espíritu Santo debía  avanzar por el camino de una pastoral orgánica guiada por los obispos y con el protagonismo destacado de su laicado (cf. DA 169). Es  un proceso de conversión como comunidad misionera, que le va a permitir encontrar las nuevas formas de presencia evangelizadora en los espacios culturales a los que no se llega y que los nuevos tiempos reclaman (cf. DA 365).

“El proyecto pastoral de la Diócesis, camino de pastoral orgánica, debe ser una respuesta consciente y eficaz para atender a las exigencias del mundo de hoy, con “indicaciones programáticas concretas, objetivos y métodos de trabajo, de formación y valoración de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios, que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura” (NMI 29). Los laicos deben participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución. Este proyecto diocesano exige un seguimiento constante por parte del obispo, los sacerdotes y los agentes pastorales, con una actitud flexible que les permita mantenerse atentos a los reclamos de la realidad siempre cambiante” (DA 371).

El Papa Francisco viene de esa experiencia eclesial latinoamericana. Con claridad promueve la conversión misionera de las Iglesias particulares guiadas por su obispo. Ellas atentas  a las mociones del Espíritu y a los signos de los tiempos, deben realizar un itinerario formativo y espiritual que prepare a los agentes pastorales y a las comunidades diocesanas para un renovado anuncio del Evangelio a sus conciudadanos.

“Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización, Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local. Su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado. En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma” (EG 30).

El camino de la Asamblea Diocesana por los 60 años de la comunidad diocesana.

El método ver/juzgar/actuar y del discernimiento evangélico.

El Papa Bergoglio participó de esa experiencia en el Espíritu de comunión y responsabilidad misionera. Ahora en EG 50 presenta a la acción evangelizadora guiada por la escucha personal y comunitaria de las mociones del Espíritu Santo, para interpretar y servir a las realidades humanas en nuestro tiempo y en nuestro mundo. “Lo que quiero ofrecer va más bien en la línea de un discernimiento evangélico. Es la mirada del discípulo misionero, que se «alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo»”. Y, en el número 51, alienta a todos los bautizados que son responsables de la evangelización junto con sus pastores, a ejercitar un discernimiento pastoral guiados por el Espíritu Santo, según sus propios dones y responsabilidades, para dejar lo que se opone y cultivar lo que favorece la siembra del Evangelio.

“No es función del Papa ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea, pero aliento a todas las comunidades a una «siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos»… Es preciso esclarecer aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios. Esto implica no sólo reconocer e interpretar las mociones del buen espíritu y del malo, sino –y aquí radica lo decisivo– elegir las del buen espíritu y rechazar las del malo.

Con la protección de N. S. de Guadalupe y San José Obrero, la invitación a renovar nuestra identidad y participar el camino de pastoral orgánica diocesana. Se está realizando una consulta a las instituciones y a los fieles en las misas dominicales.

Se trata de una exposición del párroco de Frontera y Josefina en la Catedral de Rafaela el 17 de marzo de 2019, en el marco de la muestra “Gestos y palabras. Jorge Mario Bergoglio, una presencia original”.


[1]Francisco, “Carta del Papa Francisco a los participantes en la 105 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina”, 25 de marzo de 2013. Asumido por la CEA en Orientaciones pastorales para el trienio 2015-2017, 3.

[2]Los llamo mensajes para la nueva evangelización, y los estudio en Aportes argentinos, 367-378

[3]Presento el texto papal en Aportes argentinos, 864-876.

[4]Diario El Pais, Entrevista al Papa Francisco, 20 de enero de 2017.

[5] Cf. Francisco. El nombre de Dios es misericordia. Una conversación con Andrea Tornielli (en adelante El nombre de Dios es misericordia.) Barcelona, Planeta, 2016; Galli, … ;

[6]C. M. Galli, “Lectura teológica, espiritual y pastoral de la Exhortación Evangelii gaudium de Francisco”,

Gomez de Miei y otros, Instauremos el Reino del Padre y su justicia. Comentarios a Evangelii gaudium Buenos Aires, Docencia, 2014, 20.

[7]Cf. C. M. Galli, “Líneas teológicas”, 146.

[8]J. C. Scannone, La ética social del Papa Francisco. El evangelio de la misericordia en espíritu de discernimiento, Buenos Aires, Agape Libros, 2018, 19.

[9] L. Gera, “Concilio Ecuménico Vaticano II”, en V. Azcuy, J. Caamaño, C. Galli. Comité Teológico Editorial, Escritos Teológico-Pastorales de Lucio Gera. 2. De la Conferencia de Puebla a nuestros días (1982-2007), Fundación “Cardenal Antonio Quarracino” y Facultad de Teología – UCA y Agape Libros, Buenos Aires, 2007, 483-590.

[10] Gera, “San Miguel, una promesa escondida”, en Escritos TP 2 (1990) 289.

[11]Scannone, “La teología de la liberación. Caracterización, corrientes, etapas” Stromata 18 (1982) 39. “De ahí la necesidad de discernimiento no sólo práctico sino también teológico en relación con sus indudables aportes y sus riesgos. No se trata de diferenciar corrientes internas en la teología de la liberación o derivadas de ella, aceptando globalmente algunas y rechazando otras, sino de llevar la diferenciación, la crítica, la matización o puntualización a cada uno de los problemas teológicos de método y de contenido que la teología de la liberación aborda y contribuye a plantear y elaborar. Un tal discernimiento hay que hacerlo sin olvidar ni el dolor y la urgencia de la situación, ni las exigencias críticas de la fe y la teología, ni la caridad intelectual que busca comprender y no condenar, ni la responsabilidad del teólogo ante el Pueblo de Dios y sus pastores. Tal trabajo ya se está dando en la Iglesia, aunque en medio de dolorosas tensiones”.

[12]Cf. J. C. Scannone, “Interrelación de realidad social, pastoral y teología. El caso de «pueblo» y «popular» en la experiencia, la pastoral y la reflexión teológica del catolicismo popular en la Argentina”, Medellín 49 (1987) 3-17; lo cito según su reedición en  Evangelización, Cultura y Teología, Buenos Aires, Guadalupe, 1990, 254.   

[13]Galli, La alegría del Evangelio en América Latina. De la Conferencia de Medellín a la canonización de Pablo VI (en adelante La alegría del Evangelio en América Latina), Buenos Aires, Ágape libros, 2018, 108-109.

[14]  Galli, La alegría del Evangelio en América Latina, 110-111.

[15] Cf. Galli, “Aparecida ¿un nuevo Pentecostés en América Latina y El Caribe?”, Criterio 2328 (2007) 362-371.

[16] Cf. Fernández, Aparecida. Guía para leer el documento y crónica diaria, San Pablo, Buenos Aires, 2007, 19.

[17] Benedicto XVI, “Discurso del Papa Benedicto XVI a la Curia Romana”, en L´Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, 28/12/2007, 6.  

[18]Cf. J. M. Bergoglio, “Carta del Sr. Arzobispo con motivo del inicio de la Misión Bautismal en Buenos Aires”, Boletín Eclesiástico 524 (2010) 456-460; Íd., en: Comisión para América Latina, Reflexiones sobre la nueva evangelización en América Latina, Vaticano, Tipografía Vaticana, 2012, 101. Lo tomo de C. M. Galli, datos

[19] Papa Francisco, “Discurso al Comité de Coordinación del CELAM”, 29 de julio 2013.

[20]Papa Francisco, “Discurso a los obispos de Brasil”, 27 de julio 2013.

[21] Papa Francisco, “Discurso al Comité de Coordinación del CELAM”, 29 de julio 2013.

[22] Papa Francisco, “Discurso al Comité de Coordinación del CELAM”, 29 de julio 2013.

[23] Papa Francisco, “Homilía en el santuario de Aparecida”, 24 de julio 2013.

[24] C. M. Galli, La mariología del Papa Francisco. Cristo, María, la Iglesia y los Pueblos, Buenos Aires, Agape Libros, 2018,  46-47.

[25] Cf. E. Eguia, De Bergoglio a Francisco. El sueño de una Iglesia  en salida, Buenos Aires, Talitakum, 2018, 7-9.

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