Benedicto XVI: El opositor de Hitler, el Sínodo y la misión

Palabras antes y después de rezar el Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 9 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI este domingo desde la ventana de su estudio al rezar la oración mariana del Ángelus, después de que el cardenal José Saraiva Martins presidiera en la basílica vaticana la beatificación del cardenal Clemens August Graf von Galen.


Queridos hermanos y hermanas: Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, tuvo lugar la beatificación de Clemens August von Galen, obispo de Münster, cardenal intrépido opositor del régimen nazi. Ordenado sacerdote en 1904, desempeñó durante mucho tiempo su ministerio en una parroquia de Berlín y en 1933 se convirtió en obispo de Münster. En nombre de Dios, denunció la ideología neopagana del nacionalsocialismo, defendiendo la libertad de la Iglesia y de los derechos humanos gravemente violados, protegiendo a los judíos y a las personas más débiles, que el régimen consideraba como despojos que había que eliminar. Son conocidas las tres famosas predicaciones que pronunció aquel intrépido pastor en 1941. El Papa Pío XII le creó cardenal en febrero de 1946 y, un mes después murió, rodeado de la veneración de los fieles, que reconocieron en él un modelo de valentía cristiana. Este es precisamente el mensaje siempre actual del beato von Galen: la fe no puede reducirse a un sentimiento privado, que se esconde quizá cuando se convierte en algo incómodo, sino que implica la coherencia y el testimonio en el ámbito público a favor del hombre, de la justicia, de la verdad. Expreso mi profunda felicitación a la comunidad diocesana de Münster y a la Iglesia en Alemania, invocando sobre todos, por intercesión del nuevo beato, abundantes gracias del Señor. En estos días, como sabéis, se está desarrollando en el Vaticano la asamblea del Sínodo de los obispos para profundizar en el tema de la Eucaristía en la vida y misión actuales de la Iglesia. He presidido las reuniones de la primera semana y también, en las dos que vendrán, el Sínodo se convertirá en mi principal compromiso. Os pido que sigáis rezando por el Sínodo para que pueda dar los frutos esperados. En particular, en este mes de octubre, en el que toda comunidad eclesial está llamada a renovar su propio compromiso misionero, invito a retomar lo que escribió Juan Pablo II en la cuarta parte de la carta apostólica «Mane nobiscum Domine», a propósito de la Eucaristía como «principio y proyecto de misión» (números 24-28): «El encuentro con Cristo, profundizado continuamente en la intimidad eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y dar testimonio» (n., 24). Lo subraya el saludo de despedida al final de la misa: «Ite, missa est», que recuerda la «misión», la tarea de quien ha participado en la celebración de llevar a todos los Buena Noticia recibida y de animar con ella a la sociedad. Encomendamos esta intención a la intercesión de María Santísima y de san Daniele Comboni, que mañana será recordado en la liturgia. Que él, insigne evangelizador y protector del continente africano, ayude a la Iglesia en nuestro tiempo a responder con fe y valentía al mandato del Señor resucitado, que la invita a anunciar a todos los pueblos el amor de Dios.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final del Ángelus el Papa saludo en varios idiomas a los peregrinos.]

[En inglés dijo:]

Con profunda tristeza recibí ayer la noticia del terremoto en el Sur de Asia, que causó ingentes daños y la pérdida de vidas en Pakistán, la India y Afganistán. Encomiendo a la misericordia amorosa de Dios a todos los que han fallecido y expreso mi profunda simpatía a los numerosos miles de personas heridas o damnificadas. Pido que la comunidad internacional responda rápida y generosamente al desastre y pido al Señor que dé valentía y fuerza a aquéllos que participan en las tareas de rescate y reconstrucción. A los visitantes de lengua inglesa presentes aquí hoy les ofrezco mi cálida bienvenida. Pido vuestras oraciones por las sesiones del Sínodo y por los obispos de todo el mundo que están reunidos aquí para este gran acontecimiento para la vida de la Iglesia. Os aseguro mis oraciones por vosotros, por vuestras familias y por vuestros seres queridos. Que Dios os bendiga a todos.

[En castellano] Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, principalmente a la delegación de Oficiales de la Marina Militar de Ecuador y a los fieles de Alzira, de Aledo y de Totana (España). En estos momentos, deseo recordar a las queridas Naciones de América Central y México – especialmente El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua -, las cuales están padeciendo los efectos de intensas lluvias e inundaciones, que han causado numerosas víctimas, así como cuantiosos daños materiales. Pido al Señor por el eterno descanso de los fallecidos y expreso mi cercanía espiritual y afecto a quienes se ven privados de sus viviendas e instrumentos de trabajo. Invito, además, a las instituciones y personas de buena voluntad a prestar una ayuda eficaz con espíritu de verdadera solidaridad fraterna.

[Tras hablar en francés, alemán, húngaro y polaco volvió a tomar la palabra en italiano]

Saludo a los peregrinos de lengua italiana, en particular a los profesores de religión católica procedentes de toda Italia, que en estos días han tenido su primer encuentro nacional. Queridos amigos, vuestro compromiso en la escuela es una preciosa contribución a la formación de las nuevas generaciones y a su maduración en el conocimiento de la tradición y de la cultura católica, en la conciencia de las responsabilidades personales y en la adhesión a los valores de la convivencia civil. Por este motivo os recuerdo en la oración y os deseo buen trabajo. Doy la bienvenida con alegría a los «Chicos por la unidad» del Movimiento de los Focolares que hoy realizarán aquí en Roma y en muchas ciudades del mundo un relevo deportivo por la unidad y la paz. Queridos chicos y chicas, permaneced siempre unidos a Cristo y seréis constructores de auténtica fraternidad.

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