Argentina y Tolkien

La realidad argentina es tan difícil de comprender que sólo algunas metáforas nos ayudan. Si Néstor Kirchner es Golum ¿nosotros quién?

Por el Dr. Enrique J. Marchiaro (Rafaela)

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Se vienen tiempos difíciles. El autismo del matrimonio presidencial (término que tomo de J. Morales Solá) es como un caldero en el que un genio desbocado prepara un brebaje espeso a partir de hechos objetivos. El conflicto del campo puede ser un banco de prueba de los años por venir. No todo es blanco o negro ni hay buenos ni malos: hay procesos económicos, políticos, institucionales, culturales que de acuerdo a como se manejen desde el Estado y también desde la Sociedad Civil iremos para un lado u otro. Todos seremos co-responsables, claro que en grados, porque quien tiene mayor poder (político o económico) tiene más chances de incidir que el resto de los mortales (es bueno recordar el comienzo de nuestro Himno nacional). Todos debemos pensar muy bien antes de hablar porque la velocidad de los hechos y el encrispamiento objetivo (no sólo del Gobierno) son la constante. Lograr un mínimo de serenidad es el aire que necesitamos para ver dónde estamos parados. Luego sí decidir y hacernos cargo cada uno de lo que pensamos, decimos y actuamos. Más cuando podamos equivocarnos. ¿O acaso un sector “del pueblo” no se equivocó votando a Patti? Y aclaro que Patti -a quien detesto en lo político- debería haber asumido su banca porque el derecho se lo permite, guste o no. Zaffaroni ha dicho: la revisión del pasado es necesaria pero no debe envenenar el presente. Y el presente está envenenado con la vieja historia de que la Historia se repite y que ahora puede haber una especie de golpe de Estado en marcha. Hay generaciones de compatriotas que no zafan de este trauma del S. XX y por derecha y por izquierda ven que los fantasmas vuelven. Y están equivocados por tres razones: primero, porque no hay datos objetivos. Claro, si dicen como Brissot en la revolución francesa “¡Pruebas! ¿Por qué pruebas? Las conspiraciones no se escriben”, estamos muy mal. Segundo, porque la experiencia histórica mundial aconseja serenarse en momentos de crisis, lo mismo que la experiencia económica aconseja enfriar la economía ante una inflación… ya sé, dirán que ambos consejos son liberales y si es así -no lo es pero digamos que sí- cuál es el pecado? Tercero, y es lo más claro: si todos decimos que este gobierno no durará y que hay una conspiración crearemos la profecía auto cumplida: habremos creado la condición objetiva para que alguien se monte. Y con nuestra estupidez convocamos a los demonios. Sé que nuestra corta historia como país fue así (es todo un dato que falten 2 años para el bicentenario y sigamos como entonces enfrascados en luchas intestinas). Sólo que soñé con la apertura democrática -mi generación es hija de este período, tuve esa suerte y hoy tenemos esta responsabilidad- con que los tiempos mundiales y locales permitirían el paso a otro estado de cosas. Como España, que tanto sufrió en su historia y llegó al colapso en el S. XX pero logró superarlo. Estamos como el resto de América Latina: con las mejores condiciones para dar el paso y no nos ponemos de acuerdo. Viene entonces la metáfora de Tolkien: en las elecciones de 2003 las opciones eran muy pocas. ¿Hay que recordar que aquí y en el país ganó Menem en primera vuelta? En ese momento era un suceso la trilogía de películas sobre Tolkien, a partir de lo cual se terminó de popularizar su obra. Entonces imaginé que un candidato a presidente era Sauron (el malo en serio, el que tenía en claro que los hombres eran un objeto para su concentración de poder total) y el otro era Golum (el tonto monstruo que quiere el anillo de poder para sí y vanamente enfrenta al mismo Sauron, arrastrando en buena parte a los hombres, los elfos, los enanos y los hobbits). El primero podría ser Menem, el segundo Kirchner. En la obra de Tolkien, Golum es un ser tan despreciable como querible. Es un producto de su tiempo, un personaje clave en el que debemos espejarnos, porque antes fue un hobbit, no un monstruo. Y los hobbits – pequeños hombres con gran corazón- también se equivocan. Los enanos y los hombres se equivocan mucho más a diferencia de los elfos, seres casi perfectos. Pero ya no es su tiempo, está por comenzar la era del hombre, que ante todo quiere el poder. Es un tiempo histórico muy largo que termina y lo nuevo no se sabe adónde irá ni hay garantías que sea: no hay determinación ni fatalismo alguno y el margen de libertad y de acción es mínimo. Como la misma historia humana. En el 2003 intuí que Kirchner era como Golum y que teníamos que tomarlo de la mano para atravesar determinados lugares (salir más o menos de la crisis) pero que una vez que la superábamos cada uno debía seguir su camino. En el 2008 quise creer que el ex Presidente colaboraría desde otro lugar y la actual Presidenta iniciaría una etapa institucional, con diálogo, planteando algunas prioridades como país. Me equivoqué pero no por ello digo que el pueblo que la votó mayoritariamente se haya equivocado, era lo único en pie y sigue siéndolo. Es lo mejor de lo peor que tenemos y “somos”. Es lo que como sociedad construímos. El problema es que como pueblo no sabemos adónde queremos ir. Este es un dato objetivo y preocupante. Y cuando no tenemos en claro nuestro camino cualquier mediocre o peor aún, cualquier delirante, nos lleva de las narices por la sencilla razón de que en política no hay vacíos. Por eso debemos serenarnos. Estamos bien solos ante el mundo y nadie nos va a decir lo que tenemos que hacer, que no es más que trabajar para que este gobierno termine su mandato en los cuatro largos años que quedan y que medianamente permita que el país se desarrolle o no retroceda. Si un grupo -incluso importante- no está de acuerdo con este rumbo está muy bien protestar, plantear otro modelo y acudir a la Justicia cuando determinadas políticas lesionen determinados derechos básicos. Es muy sano proponer otro curso y es fundamental que desde el poder se escuchen otras voces y se rectifiquen cursos erróneos, como se hizo con la reelección indefinida con el caso Misiones. Pero el problema es que cuatro años pasan rápido… y si de nuevo no tenemos en claro qué queremos como país, allí sí podré darle la razón a mis amigos más entrados en años. Por ahora no se las puedo dar, quiero creer que hay espacio para el diálogo, la racionalidad y la esperanza. Es el tiempo que nos ha tocado, no lloremos ni hagamos una tragedia. Hubo tiempos objetivamente mucho peores. Este puede remontarse y tenemos la responsabilidad de no equivocarnos. Estamos a tiempo, aunque demore más, aunque cueste más, aunque duela más. Es nuestro tiempo.

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