Aparecida en el horizonte de América Latina

Fuera de Cristo, andamos a la deriva, en felicidad engañosa que a la postre nos esclaviza; en cambio en Cristo Jesús todo encuentra su lugar y sentido, por que “Él es nuestra paz”, nos da gozo y libertad plena.

Por Rodrigo Aguilar Martínez (obispo de Tehuacán)

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TEHUACÁN, sábado, 9 junio 2007 (ZENIT.org-El Observador).- Publicamos la reflexión que ha escrito monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán, tras la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano con el título: «Aparecida en el horizonte de América Latina».


Después de las tres semanas de participación en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño que tuvo lugar en Aparecida, Brasil, me encuentro ya de regreso en México y, en concreto, en la Diócesis de Tehuacán.

La realización de dicha Conferencia ya se efectuó, queda como un pasado; pero su vivencia y celebración no puede permanecer sólo como un bonito e intenso recuerdo, sino que nos lanza hacia adelante. El hecho de esta Conferencia y el desarrollo de su temática –»Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida», me recuerda cuando Cristo Jesús en el evangelio de San Mateo, al hablar en parábolas acerca del Reino de los Cielos, dice que éste «es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre… por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo.» (Mateo 13, 44).

El Reino de los Cielos es Cristo mismo. La Conferencia en Aparecida nos ha hecho corroborar que América Latina ha encontrado este tesoro en Cristo Jesús. El Tesoro no es sencillamente algo, sino Alguien: el Don que Dios Padre nos ha hecho de su mismo Hijo, Quien se ha hecho hombre y se ha quedado con nosotros para ser nuestro Camino, Verdad y Vida y, de esta manera, llevarnos nuevamente al Padre con la fuerza de su Espíritu.

Cristo Jesús nos quiere no como a siervos, sino como amigos; nos llama para estar con Él, para seguirlo, para ser sus discípulos y para anunciarlo; de modo que unidos a Él demos fruto en abundancia.

Buen número de personas han hecho posible que usted y yo conozcamos a Jesús. Ahora nos toca darlo a conocer a otros. Desgraciadamente en la cultura que nos toca vivir, hay muchos tesoros aparentes que nos distraen y apartan del único Tesoro que es Cristo.

Fuera de Cristo, andamos a la deriva, en felicidad engañosa que a la postre nos esclaviza; en cambio en Cristo Jesús todo encuentra su lugar y sentido, por que «Él es nuestra paz», nos da gozo y libertad plena. Precisamente hoy es la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, lo celebramos en este gesto audaz de su amor: en que si inmola al Padre por nosotros, en que se nos entrega como Alimento para que tengamos vida.

Hay que volver a Jesús, dejarnos fascinar y seducir por Él. Que san Pablo y tantos santos nos digan el modo: «Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí».

Especialmente María, Madre de Jesús, se convierte en la mejor discípula, la que más fielmente lo sigue, avanzando en su fe, hasta la cumbre del Calvario, para gozarlo luego Resucitado. Esta Conferencia en Aparecida nos ha reafirmado en que junto a la fe en Jesús también está muy viva e intensa la fe en su Madre y nuestra Madre, con títulos como Nuestra Señora de Guadalupe o Aparecida, u otros muchos con los que se la invoca a lo largo y ancho del continente.

La fe de América Latina es profundamente cristológica y nariana: Es nuestro tesoro, nuestro patrimonio, nuestra heredad. Usted y yo, con nuestro testimonio de vida limpia y noble, de una fe ejercitada en obras concretas de servicio solidario, especialmente a quienes están más necesitados, serán el camino para que este Tesoro se incremente, como discípulos y misioneros positivos, propositivos, dando razón de nuestra esperanza en un mundo mejor, que con Cristo Jesús y la Virgen María se puede lograr. Le invito a que a lo largo de este día tengamos oraciones y acciones concretas en ese sentido. Que actuemos como discípulos y misioneros convencidos y constantes de Cristo Jesús: como Él, profundamente unidos a Dios Padre, dejándonos conducir por su Espíritu, asumiendo las experiencias de cruz que puedan llegar, siendo amables, pacientes, comprensivos, perdonándonos unos a otros, tendiéndonos la mano; no dejándonos vencer por el mal, sino venciendo el mal con el bien, como nos invita san Pablo.

Al concluir la Conferencia de Aparecida, hemos entregado un Mensaje Final, que se ha hecho público, invito a usted a que se acerque a su parroquia o lo baje por internet para obtenerlo. Al mismo tiempo, ha quedado un borrador de documento conclusivo, el cual, tras ser afinado en su redacción por una comisión, será entregado al Papa Benedicto XVI para su aprobación; proceso que llevará unos cuantos meses; de modo que luego todos tengamos ese documento conclusivo e ilumine el camino pastoral de nuestra Diócesis y parroquia, de nuestra vida familiar y social.

Con mi afecto y bendición, tenga usted buen día.

  • Rodrigo Aguilar Martínez Obispo de Tehuacán
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