Adiós a La Candela

Boca venderá el predio de San Justo, que durante casi dos décadas albergó los sueños de sus planteles; reinvertirá el dinero y comprará un terreno frente a la Bombonera.

Por José Luis Domínguez

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La noticia, perdida en medio de las tantas novedades que surgen todos los días alrededor del universo Boca, dice que la comisión directiva aprobó la venta del predio de La Candela, ubicado en San Justo; con los ingresos obtenidos allí, la entidad xeneize se apresta a adquirir un terreno ubicado frente a la Bombonera. Definitivamente, el adiós a La Candela no es una noticia más. Boca recibirá unos 350.000 dólares por la venta de La Candela, el lugar que sirvió de concentración a los históricos equipos que dirigió Juan Carlos Toto Lorenzo a fines de los años setenta. El complejo será adquirido por el Centro de Entrenamiento para Futbolistas de Alto Rendimiento, Cefar, una entidad en la que practican, con el objetivo de reinsertarse en la actividad, cerca de 300 jugadores libres, sin club y sin contrato, y que hace ya un buen tiempo trabajaba en ese lugar, cedido a préstamo por la entidad de la Ribera. Boca invertirá el dinero por la venta en la adquisición de un terreno por un valor cercano a los 800.000 dólares, ubicado a la altura de la playa de estacionamiento del estadio, frente al complejo de Casa Amarilla, y en el que actualmente hay una fábrica abandonada. En principio, hay varias ideas para su utilización, incluida la construcción de un hotel de lujo -con la meta de recibir allí a los turistas que concurren a la cancha-, o un alojamiento para que se concentre el plantel de primera. Otro proyecto se refiere a la construcción de una gran playa de estacionamiento, con un centro comercial. El adiós de Boca a La Candela no deja de encender un soplo de melancolía, con esa sensación que se despierta toda vez que se desprende de algo caído en desuso -Boca dejó de utilizarla en 1991, más allá de algunos regresos intermitentes-, pero con el dulce recuerdo que genera el lugar en el que se forjaron decenas de ilusiones y equipos que entraron en la leyenda azul y oro. Alberto J. Armando, el visionario presidente de Boca durante casi un cuarto de siglo, compró ese terreno de 50.173 metros cuadrados, casi seis hectáreas, en 1963, en 13 millones de pesos. Allí se levantó la pintoresca casa y se arreglaron las canchas en las que, además de entrenarse el plantel profesional, desembarcaron las divisiones juveniles. Desfilaron, entre otros, Roberto Mouzo, Angel Clemente Rojas, Rubén Suñé, Osvaldo Potente; más acá en el tiempo, asoman los nombres de Oscar Ruggeri, Ricardo Gareca, Diego Latorre, Fabián Carrizo y Hugo Osmar Perotti. Incluso, hasta hubo hombres de River que pasaron por La Candela, como Adolfo Pedernera y Alfredo Distéfano, entrenadores de equipos campeones en los años sesenta. En este mismo lugar, hace casi 25 años, sobre esas canchas del oeste bonaerense, también transpiró Diego Maradona, en ese recordado 1981 en el que selló su romance con Boca, como pilar de aquel equipo campeón del Metropolitano, dirigido por Silvio Marzolini, y en el que también se destacaban el Loco Hugo Gatti, Miguel Brindisi, el Tano Pernía, Perotti, el Pichi Escudero… Después, durante varias temporadas, el predio fue alquilado a la municipalidad de La Matanza y a otros concesionarios; en el medio, creció el deterioro y algunos sectores acusaron el paso del tiempo y la desidia, aunque la frondosa arboleda siempre se mantuvo intacta. Pero, como aquellas pequeñas cosas que cantaba Joan Manuel Serrat, a La Candela no la pudo matar el tiempo ni la ausencia. La llegada del Cefar, en 1997, le renovó la cara. Para entonces, Boca ya se había mudado definitivamente a Casa Amarilla, con ilusiones más cercanas a la Bombonera; atrás quedó en el olvido aquella casita de San Justo; nunca, todo lo que allí se forjó.

José Luis Domínguez

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 30 de setiembre de 2005.

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