Abrir un diálogo con la sociedad

Por José Ignacio López

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Al igual que la lúcida y autocrítica homilía del lunes, con la que monseñor Eduardo Mirás rubricó su ponderada gestión, la elección que ayer hizo la asamblea episcopal expresa una clara defensa del valor evangelizador que tiene el trabajo coordinado y conjunto de los obispos, un abierto estímulo a los esfuerzos por abrir espacios de diálogo al interior de la Iglesia y con la sociedad con el afán de incluir y ampliar la participación. La votación llegó después de que los obispos intercambiaron opiniones sobre la actualidad sin esquivar asuntos complejos como la tensa situación que se produjo con el vicario castrense, monseñor Antonio Baseotto, o con la renuncia del obispo de Santiago del Estero, Juan Carlos Maccarone, y puede leerse como un respaldo al criterio con el cual esos casos fueron manejados desde la Conferencia Episcopal. Lo proclamó Mirás (“no se deben subestimar la importancia del servicio episcopal colegiado ni el trabajo coordinado de las diócesis”) y lo subrayó el plenario de los obispos al elegir presidente al cardenal Bergoglio y a los monseñores Luis Villalba y Agustín Radrizzani como vicepresidentes y ratificar la labor desempeñada durante los últimos tres años por Sergio Fenoy como secretario general.


El cardenal Bergoglio, porque ha ganado prestigio entre sus pares del mundo por su reciente actuación en el Sínodo de Obispos, la estructura institucional que mejor expresa el sentido de la colegialidad. Si por un rasgo pastoral se distingue en la arquidiócesis de Buenos Aires es por su empeño en poner a la Iglesia en estado de asamblea e instar a sacerdotes y fieles a ir a las fronteras. El arzobispo Villalba, porque termina de presidir la comisión que dio origen al Congreso de Laicos 2005-2010, que deliberó sobre el tema “Hacia la Argentina del Bicentenario”, un punto de partida para un esfuerzo de diálogo al interior de la Iglesia. Previamente condujo y coordinó la actualización de las líneas pastorales que derivaron en “Navega mar adentro”, una suerte de carta de navegación para la acción coordinada de la Iglesia en el país. En agosto último, el Papa le encomendó la difícil misión de asumir temporariamente la diócesis de Santiago del Estero, que dejó vacante Maccarone. Y el obispo Radrizzani, de Lomas de Zamora, es un salesiano de espíritu abierto y cordial, que asumió tiempo atrás en Neuquén la difícil tarea de sustituir al recordado Jaime de Nevares. Desde mediados de 2002, ya en el Gran Buenos Aires, ofreció su estímulo y compañía a los laicos católicos, miembros de otras iglesias cristianas, de las comunidades judía y musulmana y representantes de organizaciones sociales que se esforzaron por dar continuidad al Diálogo Argentino.


Con la nueva conducción, no es difícil inferir, entonces, que se acentuarán los rasgos pastorales que buscan que el servicio episcopal se identifique con el diálogo con una sociedad abierta y plural y que concibe su relación con los poderes constituidos en términos de autonomía y cooperación.

La elección de Radrizzani, además, parece dar crédito a las versiones que lo ubican a la cabeza entre los candidatos por ser designados por el Papa futuro arzobispo de Rosario. Será difícil encontrar antecedentes de un obispo del conurbano en una vicepresidencia del Episcopado, más aun cuando el presidente es el arzobispo de Buenos Aires. Por otra parte, es tradicional que los titulares de la arquidiócesis rosarina ocupen un sillón en la comisión ejecutiva.

José Ignacio López

Fuente: diario La Nación, 9 de noviembre de 2005.

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