8 de marzo: Día Internacional de la Mujer

En Argentina y en el mundo se habla del rol social de la mujer, de las diferencias de género, de los logros que éstas están alcanzando en diversos sectores culturales. Me pregunto cómo éste cambio en el discurso se traduce en los actos cotidianos.

Por María Florencia Forni

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“Los derechos humanos de la mujer y de la niña son parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos humanos universales. La plena participación, en condiciones de igualdad, de la mujer en la vida política, civil, económica, social y cultural en los planos nacional, regional e internacional y la erradicación de todas las formas de discriminación basadas en el sexo son objetivos prioritarios de la comunidad internacional.” (Declaración y Programa de Acción de Viena, parte I, párrafo 18)

El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, una excusa más que válida para recordar a alguna persona cuánto la estimamos. Y aunque es sólo desde 1977 que el día de la mujer es reconocido oficialmente por las Naciones Unidas, su historia se remonta a mitad del siglo pasado, cuando en las fábricas trabajaban miles de mujeres en situación de explotación.

Por un lado, en 1908 Nueva York fue testigo de la ocupación de una fábrica por parte de mujeres que demandaban la reducción de las 16 horas de trabajo diario a las que estaban sometidas. El dueño de la fábrica no sólo no aceptó la huelga sino que también cerró las puertas del local tomado y lo prendió fuego, muriendo 129 trabajadoras que había dentro.

Dos años más tarde, en 1910, en una Conferencia Internacional de Mujeres en Dinamarca la alemana Clara Zetkin, integrante del Sindicato Internacional de Obreras de la Confección, propuso instituir el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer para reclamar los derechos políticos, civiles y económicos. Esta propuesta llegó al comienzo de un período de gran transformación social y política en el mundo. Europa estaba al borde de la Guerra Mundial, los imperios coloniales de Asia y África estaban sufriendo las primeras conmociones de la revuelta nacionalista, y en Norteamérica, el movimiento por el sufragio femenino estaba cuestionando algunas de las presunciones de las relaciones humanas. Cuando se conmemoró el primer Día Internacional de la Mujer en 1911 más de un millón de mujeres participó públicamente en él. Además del derecho a voto y a ocupar cargos públicos, demandaban el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y el fin de la discriminación en el trabajo.

En 1917, miles de mujeres rusas se levantaron en contra de la guerra que había causado la muerte de dos millones de soldados de su país. El 8 de marzo, cuatro días después de la manifestación masiva “Por pan y paz”, el zar fue obligado a renunciar, y con la instauración del gobierno provisional las mujeres consiguieron el derecho a votar.

Desde que en 1977 la organización de las Naciones Unidas (ONU) adopta el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer esta fecha ha ido adquiriendo una connotación distinta, convirtiéndose en el nexo entre los esfuerzos de los países por ampliar los derechos de participación política, social, cultural y económica a las mujeres.

8 de marzo de 2008. En Argentina y en el mundo se habla del rol social de la mujer, de las diferencias de género, de los logros que éstas están alcanzando en diversos sectores culturales. Me pregunto cómo éste cambio en el discurso se traduce en los actos cotidianos.

Repudiadas por algunos, amadas por otros, hay mujeres que difícilmente puedan pasar desapercibidas. Un 8 de marzo es lícito recordar a personas como Juana Azurduy, primer mujer argentina con cargo militar, otorgado por el General Manuel Belgrano, Madre Teresa de Calcuta, fundadora de la Congregación Hermanos Misioneros de la Caridad, Eva Duarte, Madres de Plaza de Mayo, símbolo de lucha y defensa de los derechos humanos. Cada lector puede tal vez agregar a esta escueta lista el nombre de una mujer, quizás el de su madre, o el de la madre de sus hijos, quizás el nombre de una abuela o el de la maestra de primer grado.

A aquellas mujeres que dan la vida por un hijo, a aquellas que luchan por ideales e incluso aquellas mujeres que no se animan a luchar debemos alentar, demostrar que la sociedad no necesita mujeres perfectas, no necesita íconos de mujer, porque son los valores lo que mantienen unidas a las familias y comunidades.

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