“Para salir de la crisis, la Argentina debe dejar de mirar hacia atrás”

Enrique Rojas, psiquiatra español, aconseja eliminar la queja permanente.

Por Mariano de Vedia (Buenos Aires)

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A pesar de sus recurrentes crisis, la Argentina puede salir adelante. “Y el camino es, justamente, mirar hacia adelante y no hacia atrás”, aconseja el psiquiatra y escritor español Enrique Rojas, autor del exitoso libro El hombre light, cuya experiencia en la investigación clínica lo convierte en una voz autorizada para recomendar cómo salir de situaciones traumáticas.

Hace seis años, cuando el país intentaba superar la crisis de 2001, Rojas había dicho que la Argentina sufría un severo trastorno de identidad: parecía no estar en la realidad.

“Hoy ya no es así. La Argentina sabe lo que quiere”, comentó a La Nacion el autor madrileño, que lleva vendidos casi un millón de ejemplares de sus libros, entre los que se destacan El amor inteligente, Remedios para el desamor, La conquista de la voluntad y Adiós depresión, una guía destinada a reconocer y afrontar el problema y alcanzar una felicidad razonable.

Rojas piensa que el país está mejor que en 2001. Pero percibe grandes problemas éticos –“No se premia al mejor ni se castiga al peor”, dijo– y aconseja eliminar la cultura de la queja permanente.

Al profundizar el diagnóstico, se animó a ensayar un tratamiento: si la Argentina fuera su paciente, sostuvo, le inyectaría, primero, un sedante. “Le haría una psicoterapia, con unas pautas de conducta concretas, para mirar hacia adelante, más que hacia atrás», precisó.

Con su vasta experiencia profesional y libros traducidos al francés, italiano, portugués, ruso y turco, con los que su pensamiento ha llegado a países y sociedades bien disímiles, Rojas es consciente de que los esquemas psicológicos pueden trasladarse a poblaciones enteras para intentar descifrar realidades ocultas.

A los 59 años, acaba de presentar en Moscú la traducción al ruso de Remedios para el desamor , cuya edición original lleva 40 ediciones y 210.000 ejemplares vendidos. En la capital rusa pudo observar que en estos momentos hay una «epidemia de rupturas conyugales».

-¿A qué lo atribuye?

-Al incorporarse al mundo capitalista, en 1989, se produjo en Rusia un cambio tremendo. Ahora hay dos pasiones que antes no se veían: la religión y la libertad. Se pasó del control férreo impuesto en 1917 por la Revolución Bolchevique a un reclamo de libertad. Y vi, por ejemplo, cómo la gente hacía cuatro horas de cola para entrar en una iglesia y poner velas a la Virgen.

-Si la Argentina fuera su paciente, ¿qué diagnóstico haría y cuáles serían sus recomendaciones?

-Le inyectaría primero un sedante. Le haría ver cuáles son las cosas negativas y positivas. Y también le haría una psicoterapia, con unas pautas de conducta concretas para mirar hacia adelante, más que hacia atrás. Seguiría el principio de Ortega, que dijo, en la calle Quintana, «argentinos, a las cosas», evitando la dispersión. Promovería el hábito de ser fiel en lo pequeño, que cada uno se aplique en su tarea. Alemania salió adelante porque la gente se puso a funcionar cada uno en lo suyo. Y evitar una cosa muy argentina: la queja permanente.

-¿La Argentina sigue padeciendo ese trastorno de identidad que una vez usted diagnosticó?

-Ya no. El país sabe lo que quiere. Hay que poner manos a la obra, aunque los gobernantes siempre tienen muchas limitaciones de recursos. El mundo se ha vuelto un laboratorio psicológico, con dramas servidos en bandeja. La Argentina, por ejemplo, es estable en lo económico, pero tiene un problema de fondo ético muy grande: no se premia al mejor ni se castiga al peor, sino lo contrario. Ha habido un gran desconcierto con los sistemas políticos, hubo una esperanza y ahora parece que la gente está contenta con la Presidenta.

-¿Hay cosas por hacer?

-Mientras hay gente que hace cosas por el arte, como Ignacio Gutiérrez Zaldívar, hay otros problemas reales, de educación, sanidad, los jóvenes en la calle. La Argentina es un país con mucho talento, con mucha gente muy implicada en los fenómenos sociales, pero unos se quejan de una cosa, otros se quejan de otras y la casa sigue sin barrer.

-¿Crece en las sociedades el problema de la violencia, incluso en la escuela?

-Han pasado varios fenómenos. La familia se ha democratizado, lo cual es bueno. Y hemos pasado del patriarcado al filiarcado. En las familias antes mandaban los padres. Hoy mandan los hijos. Se ha perdido, además, el concepto de autoridad. El profesor, por ejemplo, tiene potestas , la facultad de calificar. Pero el maestro tiene autoritas , que significa «el que te hace crecer». Hay muy poca autoridad, porque los modelos de identidad se han roto.

-¿Cuál es hoy el modelo de identidad?

-El que predomina en la televisión. La sociedad tiene hoy modelos rotos. Hay muchos profesores, pocos padres que eduquen, muy pocos maestros, que son los que enseñan lecciones que no están en los libros, y escasos testigos, aquellos que con sus vidas son una enseñanza abierta.

-Así como hace 18 años usted describió al hombre light, ¿cómo describiría hoy al tipo humano predominante en la sociedad?

-El hombre light sigue existiendo y teniendo fuerza, aunque algunas coordenadas se han modificado y otras siguen vigentes. Hombre light es aquel que vive fundamentalmente de la apariencia, de cara al exterior y no a sí mismo. Muestra lo mejor de sí fuera de su casa y lo peor dentro del hogar, desarrolla la sexualidad de usar y tirar, su eje fundamental es dinero y poder, tiene dificultad para tener relaciones duraderas. Cambia de mujer al menos tres veces en la vida. No cambia más porque es muy caro. Y tolera la permisividad.

-¿Esos rasgos se han acentuado en la sociedad?

-Permanecen estables, con algunas oscilaciones. Hoy se percibe un modelo juvenil roto: pantalones rotos, aritos, vida fragmentada, permisividad, relativismo. No hay referentes ni hay remitentes. Es una cosa giratoria sobre las cuestiones del momento. Ello lleva a una persona muy informada y muy poco formada, con mucha noticia acumulada, pero sin profundidad.

-¿En este mundo convulsionado, hay más casos de depresión?

-La depresión se ha convertido en la principal causa de baja laboral en el mundo, después de las enfermedades gripales. Hace 40 años era algo impensado hoy la depresión ya no es inconfesable. Las mujeres son tres veces más depresivas que los hombres y asistimos ahora a muchas depresiones en los niños.

Por Mariano de Vedia

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 19 de mayo de 2008.

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