¡Qué sólo vivan los piratas de Espronceda!

A pesar del desespero, porque a estos piratas no los conoce nadie ni quieren que les conozca nadie, no como el Temido de Espronceda que en todo mar era conocido, pienso que la esperanza es lo último que se pierde.

Por Víctor Corcoba Herrero (España)

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En la mar se viven realidades opuestas como ley de vida. Por una parte la serenidad y por otra el riesgo natural. Ahora hay un añadido nuevo de inseguridad: junto al asombro de la belleza, el bochorno del asalto. Pasado el romanticismo de Espronceda, murieron los piratas que fueron de corazón noble, cuya antorcha era la libertad y la huida de los bienes materiales, y nacieron otros de corazón de piedra a los que sólo les mueve el apadrinado por Quevedo, como el poderoso caballero don dinero.

Aún con el corazón encogido por el secuestro en aguas de Somalia de los tripulantes del pesquero español, pienso que es el momento de ver soluciones frente al aluvión de inseguridades, causadas en buena medida por la piratería marítima, que viven día a día los hombres del mar. Un buen número de personas tienen en el mar su medio de buscarse la vida y, desde este duro lugar de trabajo, lo que menos quieren encontrarse estos obreros de mares es con tener que además librar batalla. Sin embargo, la realidad es la que es, y cada día son más los marineros que se hallan envueltos al chantaje de piratas, que si el de Espronceda era el Temido, los de ahora son apocalípticos, de dar diente con diente.

A pesar del desespero, porque a estos piratas no los conoce nadie ni quieren que les conozca nadie, no como el Temido de Espronceda que en todo mar era conocido, pienso que la esperanza es lo último que se pierde. Habrá que fumigar a estos aterradores corsarios con la unión hace la fuerza. De entrada, me parece una esperanzadora noticia que el Gobierno español haya encargado al Representante Permanente de España en Naciones Unidas que trabaje intensamente en el seno de la Organización para impulsar un potente y eficaz sistema colectivo de seguridad, mediante un mecanismo de disuasión y combate de la piratería en aguas del Océano Índico, donde fue secuestrado el pesquero “Playa de Bakio”. No podemos ni debemos quedar pasivos ante el fuego de los piratas. Hay que apagarles los humos, como sea. Somos un país eminentemente marítimo en el que, desde tiempos inmemoriales, los productos pesqueros, aparte de generar riqueza, son un aporte fundamental de proteínas a nuestra dieta mediterránea. La actividad pesquera ha sido, en consecuencia, una actividad que nos enraíza y hermana, nunca podrá dividirnos, que se ha desarrollado con el devenir de los tiempos, siendo actualmente una de las más importantes dentro de la Unión Europea, liderando la defensa de una pesca sostenible y responsable.

Para conseguir poner orden y concierto en el mar, aparte del puñetazo en la mesa, lo de hablando se entiende la gente puede ser rentable. Hablar con países especialmente interesados en la cuestión, como Francia y Estados Unidos, y otros socios europeos, africanos y asiáticos, con el fin de adoptar una Resolución, es tan justo como necesario. Hay que definir de manera concertada la línea de actuación más adecuada en el seno de la mayor organización internacional existente de gobiernos global que facilita la cooperación en asuntos como el derecho internacional, la paz y seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios y los derechos humanos. Dicho lo anterior, me parece acertado poner un dispositivo, con el aval de Naciones Unidas, que tenga una misión de vigilancia y control de las zonas marítimas donde se producen actos de piratería. Cuando menos tendría una función disuasoria de piratas. Un segundo paso podría ser una regulación que incluyese mecanismos de cooperación entre Estados para que se persiga y, en su caso, se extradite a las personas que incurran en actos de piratería.

Precisamente, el gobierno en el poder, a juzgar por lo que ha expresado en su programa electoral con el que ha de gobernar los próximos cuatro años, propone entre otras cuestiones, mejorar la seguridad, las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los trabajadores del mar, en respuesta justa al duro trabajo de los pescadores. Sabemos que la historia del mar y de los marineros está repleta de amotinamientos en aguas internacionales o en lugares no sometidos a la jurisdicción de ningún Estado, con el propósito de robar su carga, exigir rescate por los pasajeros, convertirlos en esclavos y muchas veces apoderarse de la nave misma; pero esto no es óbice para seguir ampliando la red de pactos y acuerdos, que destierren el pillaje tan continuo y descarado, el saqueo tan feroz, el robo tan brutal, el ataque tan sanguinario, el contrabando tan monstruoso, el abordaje o cualquier otra persecución ilícita. Estos sicarios son perversos. Hasta su patria estoy seguro que no es la mar.

En cualquier caso, pienso, que los piratas no pueden quedar inmunes. Aunque haya que ir a asaltarlos a sus escondrijos. Lo que es un problema localizado puede llegar a ser un problema de mafia universalizada, sino se corta de raíz. Desde luego, con una fuerza naval de carácter internacional, con todos los avales del mundo que eso significa, auspiciada por las Naciones Unidas para patrullar las zonas de peligro, puede ser una solución. La Unión Europea, que además posee la mayor superficie marítima del mundo, tampoco puede permanecer inactiva ante las acciones piratas de unas aguas sin ley. Cuando menos tiene que dar un golpe de justicia. La piratería marítima toma posiciones ascendentes, ya tiene bandera negra, provocó sólo en el año 2007 el ataque de 263 barcos en todo el mundo, 24 más que un año antes, según las cifras de la Oficina Marítima Internacional, lo que exige una solución internacional decisiva. No es un fantasma del pasado el pirata, viene pegando fuerte como es inherente a los distintos clanes mafiosos. La piratería en el mar –reconoce la vicepresidenta del gobierno español, Fernández de la Vega- puede ser evitada con más eficacia y debe ser perseguida con más vigor, y para ello es necesario el concurso de toda la comunidad internacional. Hay que poner fin a la piratería en el mar. Totalmente de acuerdo. Pues manos a la obra antes de que se nos olvide este mal trago. Y si ha de quedar algún bárbaro, que sólo vivan los piratas de Espronceda, aquellos que en las presas dividen lo cogido por igual y que sólo querían por riqueza la belleza sin rival.

Víctor Corcoba Herrero corcoba@telefonica.net

El autor vive en Granada (Esapña) y envió esta colaboración a www.sabado100.com.ar

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