“Las hinchadas son xenófobas, racistas y discriminadoras”

El sociólogo Pablo Alabarces analiza la violencia en el fútbol argentino.

Por Silvia Bacher

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En el país ya murieron más de 200 personas por incidentes vinculados con la violencia en el fútbol, “el opio moderno de los pueblos”, según el sociólogo argentino Pablo Alabarces.

“La violencia es previsible y, por lo tanto, es explicable y evitable”, sostiene Alabarces, que se ha dedicado a analizar en profundidad este complejo fenómeno.

Doctorado en filosofía en Inglaterra, secretario de posgrado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y profesor titular del seminario “Cultura popular y cultura masiva”, de esa universidad, Alabarces (de 46 años) encara el diálogo con una táctica defensiva: “Dicen que me dedico al fútbol, pero yo simplemente hago sociología”.

En su opinión, “la violencia no es un problema de barras: responde a la cultura del aguante, que tiene su propia ética”. Autor de títulos como Crónicas del aguante y Fútbol, violencia y política, y compilador de Hinchadas, pone la lupa sobre las conductas de hinchas, jugadores, políticos, empresarios y periodistas.

Después de haberse desempeñado como asesor del ex árbitro Javier Castrilli en la Subsecretaría de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos, está convencido de que nadie quiere hacer nada para cambiar “este universo homofóbico, xenófobo y violento” en el que anida “el último bastión de resistencia masculino”.

-¿Por qué eligió el fútbol como objeto de investigación?

-Porque es un hecho sociológico fantástico. Incluye a un porcentaje elevadísimo de la población masculina y a uno cada vez mayor de la femenina. El fútbol es hoy por hoy el campo que más participantes atrae en la cultura argentina.

-¿Una cultura violenta?

-Ahí está el asunto: la violencia no es sólo una cuestión de barras bravas. El día que mataron a un hincha de Tigre, meses atrás, un periodista escribió una crónica que incorporaba testimonios de la gente del barrio. Un vecino decía: “Che, qué desastre, esto no puede pasar…”. E inmediatamente añadía: “Pero ¿viste como corrían los de Tigre?”. No se trataba de un barra brava ni de un hincha militante. Sin embargo, participaba del concepto del aguante.En ese contexto, la violencia es motivo de orgullo.

-¿Qué encierra la idea de “tener aguante”?

-No significa ser un hincha militante, fanático, pasional que acompaña a su equipo, que lleva banderas o que canta hasta el agotamiento. La cultura del aguante es una metáfora. Es, fundamentalmente, una ética, una concepción moral del mundo según la cual tener aguante significa ser más macho que otro. Pero los opuestos no son hombre versus mujer, sino hombre versus no hombre. El aguante tiene que ser demostrado continuamente, con la lógica de los hinchas, en el combate. Si no hay combate no hay aguante.

-¿Qué es la “hinchada”?

-La cultura del fútbol es uno de los núcleos más machistas y homofóbicos de la cultura argentina. Las hinchadas son xenófobas, racistas, discriminadoras. Esto ocurre en un contexto en el cual la sociedad se moderniza y la mujer es cada vez más autónoma. El mundo del aguante es el último bastión de resistencia masculino. La hinchada tiene tres componentes: un núcleo muy duro, que es la barra; uno más amplio, al que llamamos la militancia, y un núcleo más periférico: los hinchas comunes. Estos últimos están lejos de ser santos, porque cantan orgullosos que su hinchada tiene más aguante. Las relaciones entre estos tres sectores son complejas. Los hinchas militantes son capaces de participar en hechos de violencia, pero no de volver eso una mercancía. La diferencia con los barrabravas es que ese aguante ellos lo venden y obtienen dinero. La barra participa de un sistema corrupto. Como todos los dirigentes deportivos, e incluso los jugadores, hacen pingües negocios con la televisión, los pases, los contratos; la barra lo que dice es: nosotros ponemos pasión, ponemos color y cuando hace falta también ponemos aguante, a cambio queremos una parte del negocio.

-¿Cuándo comienza la violencia como cultura en el fútbol?

-Mi hipótesis -que es indemostrable, pero no ha sido refutada- es que esto se produjo durante la dictadura. Porque cambió la relación de la sociedad con la violencia. Una barra funciona como una especie de grupo de tareas que ejerce una violencia ilegítima con ciertos mandantes y esos mandantes son la dirigencia deportiva y la política.

-¿Qué significado social cobró el fútbol?

-Cuando desaparecen los mecanismos tradicionales de identificación (la política, el trabajo, la educación, el sindicalismo), el fútbol es generoso y da identidad sin pedir carnet. Pertenecer a un club es ser parte de ese territorio.

-¿Son muy poderosos los intereses sobre los que se construye la cultura del fútbol?

-Eso es lo que ha explotado con la barra de River, donde hay una unidad de negocios ligada a la posesión de aguante. Otro ejemplo: en agosto de 2006, la barra de Godoy Cruz impidió que se jugara el primer partido del campeonato. ¿Por qué? Porque como habían ascendido a primera reclamaban un porcentaje mayor: tenían que ascender también de categoría económica.

-Y son muchas las manos que quieren manejar…

-Ahí aparecen dos complicidades: una, la dirigencia deportiva corrupta y la barra. La otra es la dirigencia política, que en esa transacción recibe poder.

-Usted asesoró a Javier Castrilli. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Frustrante. Nos tenían como una especie de justificación científica. Cuando Castrilli asumió, en 2003, lo primero que me dijo fue: “Ahora vamos a hacer lo que siempre dijiste”. Pero inmediatamente ratificó la prohibición de llevar banderas a los estadios. Le dije: “Javier, esto es contradictorio. Hay que producir un shock de reconocimiento de los derechos de los hinchas”. La respuesta fue: “Primero, que me demuestren que se pueden portar bien”. Castrilli me estaba diciendo que se iba a privar a los hinchas de sus derechos hasta que demostraran que eran inocentes.

-¿Qué haría usted?

-Hay que hacer todo de golpe, en 24 horas, y después mantenerlo durante diez años. Intervenir la AFA y la mayor parte de los clubes de fútbol. Y tomar medidas para la seguridad de los estadios. Hoy en el fútbol hay más riesgos por cuestiones estructurales, porque se puede caer un estadio, que por cuestiones de las barras. Además, hay que cambiar de manera radical la percepción del hincha. Mientras se los vea como culpables y violentos no hay política posible. Un cambio de percepción debe decir: los hinchas son organismos de la sociedad civil y hay que darles poder.

-¿No es contradictorio?

-No, porque una cosa es el poder clandestino y otra el poder civil de decir, por ejemplo, que las entradas son muy caras, que los lugares son incómodos o que la policía les pega.

Por Silvia Bacher

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 26 de diciembre de 2007.

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